En torno a 1954 pastores destacados de varias ciudades españolas, principalmente de Madrid, Barcelona, Valencia, y Sevilla, iniciaron reuniones y conversaciones en las que se planteaban la necesidad de “hacer algo”, crear un ente que pudiera representar a todos los evangélicos españoles y atendiera con rapidez y eficacia los asuntos relacionados con su posición legal ante el Gobierno.
José María Martínez asegura que la propuesta partió de la Alianza Evangélica Española. Aunque este dato suele pasar desapercibido por los historiadores evangélicos, es preciso tenerlo en cuenta a fin de presentar los hechos tal como sucedieron.
Los contactos entre dirigentes evangélicos cristalizaron. El 14 de mayo de 1956, en reunión celebrada en la calle Beneficencia 18, de Madrid, sede de la Iglesia Española Reformada Episcopal, se constituyó la Comisión de Defensa Evangélica Española. El acta de constitución fue firmada por tres representantes de otras tantas denominaciones y uno de una organización paraeclesial: Santos Molina, obispo de la Iglesia Española Reformada Episcopal; Francisco García Navarro, de la Iglesia Evangélica Española; Juan Luís Rodrigo, de la Unión Evangélica Bautista Española, y José Flores. La ostentación representativa de Flores ha dado lugar a confusión. Flores era por entonces un líder reconocido en las Asambleas de Hermanos y a la vez Secretario de la Sociedad Bíblica en España. Pero en aquella reunión del 14 de mayo no representaba a ninguna de las dos; estaba allí nombrado por la Alianza Evangélica Española, de la que era miembro.
Huelga decir que con el tiempo otras denominaciones evangélicas se fueron adhiriendo a la Comisión de Defensa. Una de ellas fue la Iglesia de Cristo, en 1966.
En la reunión fundacional se distribuyeron los cargos: Santos Molina, quien gozaba de bien ganado prestigio, fue nombrado presidente de la Comisión; José Flores, vicepresidente; Juan Luís Rodrigo, secretario corresponsal y García Navarro secretario de actas.
Si doce hombres instruidos por Cristo trastornaron el mundo predicando una nueva fe, éstos cuatro hombres, a pesar de las muchas limitaciones, iniciaron una andadura valiente y, como otros héroes de la fe, triunfaron sobre la intolerancia.
Tres de ellos ocupan actualmente plazas de privilegio en lugares celestiales: Molina, Navarro y Flores. El cuarto gasta sus últimas fuerzas aquí entre nosotros, sin dar tregua a la lucha que iniciaron hace medio siglo. Es Juan Luís Rodrigo, quien reside en las cercanías de Alicante.
Según el acta fundacional, la Comisión de Defensa Evangélica se constituyó para “entender en todas las acciones referentes a los derechos de los evangélicos ante las autoridades españolas”.
Desde el principio la Comisión tropezó con grandes dificultades económicas. Para empezar a funcionar solicitó de sus cuatro miembros la cantidad de cien pesetas mensuales. Como se decía en aquellos tiempos, ni para pipas.
Otro problema que hubo de enfrentar fue la contratación de un abogado que diera forma a los asuntos jurídicos. El presidente propuso a Ernesto Vellvé, miembro de su Iglesia.
Indigna el hecho de que autores evangélicos que escriben sobre los inicios de la Comisión de Defensa ignoren la contribución de Ernesto Vellvé, aunque creo que lo hacen por ignorancia, no con malas intenciones.
Vellvé nació en Ávila en 1902 y falleció en Madrid en diciembre de 1971, a los 69 años de edad. De niño ingresó en la Orden de los Escolapios, en Valencia. Llegó a convertirse en uno de los mejores oradores de la Orden. Al tiempo que se tramitaba su ascenso a puestos de importancia entre los Escolapios, abandonó la Iglesia católica. Poco después solicitó la membresía en la Iglesia Española Reformada Episcopal. Cuando en 1959 el jesuita Sánchez de León criticó su abandono del catolicismo y su conversión al protestantismo, Vellvé le envió una carta de tal forma argumentada, que el jesuita no supo qué contestar. Al constituirse la Comisión de Defensa en 1956 Ernesto Vellvé era un abogado de prestigio. Dirigía el departamento jurídico de la importante compañía aseguradora La Unión y el Fénix. Su actuación ante los tribunales se contaba por éxitos.
Vellvé estuvo al servicio de la Comisión de Defensa desde su constitución hasta 1959. Fue él quien redactó la carta enviada por la Comisión al general Franco, documento que tuvo amplia difusión en España y en el extranjero.
Con todo, Vellvé no era el hombre idóneo para la Comisión. Como abogado resultaba caro, además carecía de experiencia pastoral.
La Comisión inició gestiones en las iglesias de España en busca del hombre que necesitaba para cubrir la secretaría ejecutiva y lo encontró en la persona de José Cardona. Cardona ejercía entonces como secretario de juzgado en Játiva y al propio tiempo era pastor de la Iglesia Bautista en la ciudad. Al recibir la oferta de la Comisión de Defensa ni él ni su esposa Amparo la acogieron con entusiasmo. En Játiva estaban bien situados, se sentían queridos y la aventura de Madrid les asustaba un poco.
Pero Cardona ha estado siempre en el lugar donde mejor creía que podía servir a Dios y al pueblo evangélico. Consideró la propuesta y solicitó un período de prueba. Durante un año estuvo viajando frecuentemente desde Játiva a Madrid. Finalmente, el 2 de abril de 1960 el matrimonio y su pequeña hija Elizabet se instalaron definitivamente en Madrid. Cardona fue nombrado secretario ejecutivo de la Comisión. Desde aquella fecha hasta su cese voluntario en octubre de 1994, José Cardona, a través de la Comisión de Defensa Evangélica, fue el portavoz del protestantismo español ante las altas autoridades del Estado, el hombre que vivía las 24 horas del día pediente de tener que tomar el tren o el avión para resolver un conflicto de Iglesia en cualquier rincón de España.
De esta labor al frente de la Comisión me ocuparé en un último artículo la proxima semana.
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