Ese mismo día y en el mismo lugar, Arthur Ashe, quien llegó a estar considerado como el mejor tenista de su tiempo en estados Unidos, pronunció estas palabras que querían ser de esperanza: “Cuando este virus sea finalmente derrotado, que lo será, queremos poder decir a todos los afectados que hicimos lo que teníamos que hacer, cuando teníamos que hacerlo, y con todos los recursos necesarios”.
Ashe murió el 6 de febrero de 1993, a los 49 años, víctima del sida.
También fenecieron sus esperanzas, porque el sida continúa azotando a gran parte de la humanidad. Los deseos de Butro Gali no se han cumplido. El siglo XXI sigue marcado por esta herencia macabra.
Las últimas estadísticas disponibles indican que ahora mismo hay 40.300.000 personas en el mundo infectadas por el virus del sida. El año pasado el sida mató 3.100.000 personas. Hubo en el mismo tiempo 5.000.000 de nuevos infectados. Cada año mueren 570.000 niños porque ni ellos ni sus madres reciben los medicamentos necesarios para tratar la enfermedad. Unos 2.000 bebés nacen infectados cada día.
La geografía del sida viaja a lomos del caballo amarillo por todos los rincones de la tierra. El flagelo de esta enfermedad ha adquirido una dimensión cuya complejidad aún no se entiende del todo. Estados unidos cuenta con 1.200.000 infectados. En América Latina hay 1.800.000. En el área del Caribe 300.000. Aquí se excluye Cuba, que no suele facilitar estadísticas. Las naciones de Europa occidental suman 720.000, y algo más del doble, 1.600.000, la Europa oriental y Asia central. En el resto de Asia viven nueve millones de enfermos. Oceanía tampoco escapa al sida. En esta zona del planeta se cuentan 74.000 infectados. África, el continente tan castigado por otras epidemias, es la que más sufre en su piel y en su gente la pandemia del sida: veintisiete millones de infectados. Kenia, Uganda, Zimbahue y Sudáfrica son los países más torturados la enfermedad en este continente.
Según el informe presentado en Ginebra por dos agencias de Naciones Unidas el 28 de marzo último, la ayuda mundial para combatir el sida en el Tercer Mundo alcanzó a final de 2005 los 6.900 millones de euros. Pero la Organización Mundial de la Salud calcula que se precisan otros 15.000 millones de euros anuales para que los tratamientos lleguen a las personas que los necesitan y para el resto de acciones esenciales.
Las primeras alarmas sobre el sida llegaron cuando en 1959 se detectó en África Central el extraño virus en un hombre cuya enfermedad presentaba una sintomatología nueva, desconocida hasta entonces. Mediados los años 60 y a principios de los 70 la enfermedad tuvo un desarrollo relativamente importante en países de aquella zona. En 1979 los Centros de Control de Enfermedades de los Estados Unidos comunicaron los primeros casos de una, aparentemente, nueva enfermedad en el área de Los Ángeles y Nueva York. Dos años después, en 1981, las autoridades sanitarias informaron que se habían detectado 256 casos de sida en toda la nación. En 1983 los doctores Luc Montaigner, de Francia, y Robert Gallo, de Estados Unidos, identificaron el virus del sida. A partir de entonces comenzó una carrera febril en laboratorios científicos, especialmente de países occidentales, para combatir y detener la enfermedad. El resultado no permite echar campanas al vuelo.
El 1 de febrero del año 2000, en la VII Conferencia sobre Retrovirus celebrada en Miami, quedó definitivamente establecido el origen del sida. Un equipo de científicos norteamericanos rastreó las huellas de la enfermedad hasta 1930 en el oeste del África Central y dedujo dos posibles causas: la matanza e ingestión de carne de los chimpancés y la captura y traslado de animales de África a zoológicos y circos en diversos países de todo el mundo.
Cuando el sida causó sus primeras víctimas mortales se la calificó como la enfermedad de las dos H: Homosexuales y Heroinómanos. Hoy se la llama la enfermedad de las cuatro H: Homosexuales, Heroinómanos, Heterosexuales y Hemofílicos. Un informe de la Organización Mundial de la Salud apunta que de cada 100 personas que contraen la enfermedad, 75 son heterosexuales. Esto no significa que hayan muerto, ni siquiera que hayan desarrollado el virus.
Por sus graves consecuencias humanas y su impacto en la vida económica y social, el flagelo del sida ha adquirido una dimensión universal. Al acentuar las enormes diferencias que existen entre países pobres y ricos compromete el esfuerzo de todos. Cuando era presidente de la UNESCO el científico español Federico Mayor Zaragoza, hizo esta declaración: “El sida es un peligro para todos nosotros y ningún país, por rico que sea en recursos científicos y en medios institucionales, puede enfrentarlo solo. La humanidad debe unirse para vencerlo”.
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