Un axioma es una proposición tan clara y evidente que no necesita demostración. Hay axiomas de muchas clases, como religiosos, filosóficos y científicos.
Uno de los tales es el que
afirma que, en caso de urgente necesidad, los débiles y desvalidos tienen prioridad antes que los fuertes. No hace falta ser un profundo pensador para llegar a tal conclusión; simplemente hay que dejarse guiar por el sentido común y la sensibilidad humana, sin necesidad de echar mano de creencias trascendentales. Es por eso que hay un consenso universal de que en caso de una emergencia los niños, los ancianos y las mujeres tienen preferencia, si, por ejemplo, ocurre un desastre en un navío en alta mar. De ahí que también haya, incluso en un marco que no es dramático, asientos reservados en el transporte público para lisiados, embarazadas y ancianos. Quien se atreva a discutir tal axioma consensuado es que carece de los más mínimos criterios de humanidad.
Claro que no siempre los axiomas universales son considerados como tales por todos y en todo tiempo. Ha habido ideologías que han considerado a los débiles, por el mero hecho de serlo, indignos de ser no ya defendidos sino ni siquiera merecedores de la existencia, al constituir una carga insoportable para los fuertes.
No hace tanto tiempo que en Europa se quiso implantar por la fuerza un pensamiento cuyo eje primordial era la exaltación de los fuertes sobre los débiles. Los horrores causados por dicho pensamiento fueron de tal calibre que constituyen un siniestro hito de la barbarie humana. Menos mal que salió derrotado en el campo de batalla militar y también en el ideológico. De hecho, frente a esa ideología inhumana se levantó otra que subrayaba el valor y la prominencia de los menos favorecidos, ya fuera económica o socialmente.
La enseñanza cristiana ha sido siempre que efectivamente los débiles son objeto primordial de protección, no ya solamente por razones humanitarias sino por razones teológicas, esto es, porque Dios mismo ha ordenado que así se haga, siendo una de las características de su gobierno precisamente el especial cuidado que tiene hacia ellos. El salmo 72 recoge ese sentir, repitiéndose una y otra vez las palabras afligido, menesteroso y pobre, para describir a quienes van a ser depositarios de la atención y bendición de Dios.
Así pues,
todos, creyentes y no creyentes, estábamos de acuerdo, aunque por diversas razones, con el axioma de que los débiles tienen la prioridad. Por eso había que proteger a las mujeres de los abusos y atropellos de los varones, lo cual adquirió carta de legitimidad en el movimiento feminista. Se trataba simplemente de la expresión del axioma universal, pero trasladado en este caso a la relación hombre-mujer. El hombre era la parte fuerte y la mujer la débil.
Pero cuando parecía que todo estaba claro, al menos en el entendimiento, he aquí que surge un factor que va a poner a prueba la validez del axioma. Ese factor es el concebido no nacido. Es evidente a todas luces que aquí nos encontramos ante alguien que es por antonomasia débil. Podríamos decir, sin temor a exagerar, que
es débil entre los débiles y desvalido entre los desvalidos. Por lo tanto, aplicando la lógica del axioma de que los débiles tienen la preferencia, es evidente de que el no nacido merece que se le dé prioridad.
Sin embargo, sorprendentemente, cuando se intenta aplicar ese principio universal se levanta, de pronto, un muro de contención para que, en este caso, no se efectúe. Pero ¿no habíamos llegado a la conclusión de que el débil merece no ya compasión sino también un trato justo? ¿No estábamos de acuerdo en que se le debe consideración y respeto? ¿No era evidente que los derechos son inalienables, independientemente de la posición e importancia que alguien pueda tener? Entonces ¿por qué se niega en este caso lo que se afirma para todos los demás? ¿No hay aquí una contradicción de quienes reclaman algo para sí que luego le rebaten a otros? ¿No se entra en la dinámica en que anteriormente otros entraron de dar preferencia a los fuertes sobre los débiles? ¿Dónde queda el humanitarismo y todo ese discurso sobre la protección de los débiles, del que tanto se hace gala?
El aborto se ha convertido en la piedra de toque que pone en cuestionamiento la validez de unos supuestos que considerábamos universales, pero que son viables siempre y cuando convenga mantenerlos. Si por diversas causas se estima que se deben soslayar y negar, así se hará. Con lo cual aquel movimiento, el feminismo, que pretendía acabar con la supremacía de los fuertes sobre los débiles, ha demostrado que, en la hora de la verdad, no es muy diferente de aquello que combatió. Y es que una cosa es sostener unos ideales cuando nos son ventajosos y otra muy distinta cuando nos son desfavorables. Al final a tales ideales se les puede llamar más apropiadamente intereses. Los hay de partido. De clase. Y también de ideología.
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