Se celebra este año en la República Checa la conmemoración del cuatrocientos aniversario de la Biblia de Kralice, la primera traducción de la Biblia realizada al checo a partir del griego y del hebreo.
En realidad esa Biblia fue publicada por vez primera entre los años 1579 y 1593, pero lo que en 2013 se rememora es la última de sus publicaciones, antes de que el órgano que hiciera posible su existencia, el protestantismo bohemio, quedara totalmente derrotado tras la batalla de la Montaña Blanca en 1620.
Muchas cosas han pasado desde entonces en esa nación, siendo el episodio más importante en el siglo XX la toma del poder por parte de los comunistas en 1948 y su posterior desplome por la denominada Revolución de Terciopelo, tras la caída del muro de Berlín en 1989.
Es indudable que la publicación de la Biblia de Kralice hunde sus raíces en las ideas de Jan Hus (1370-1415), el reformador checo que procuró difundir en su patria las enseñanzas que John Wycliffe (c. 1330-1384) había esparcido antes por Inglaterra.
Una de tales enseñanzas era la necesidad de que la Biblia fuera traducida a las lenguas vernáculas, siendo de esa manera accesible al pueblo. El latín, la lengua de los cultivados y entendidos, reducía el alcance de ese libro a una jerarquía selecta, pero dejaba a la inmensa mayoría fuera de su beneficiosa lectura y conocimiento. No obstante, hubo que esperar dos siglos para que las ideas de Hus se materializaran en la Biblia de Kralice, que ahora se conmemora.
Hus tiene un monumento en el centro de Praga, justo en la Plaza de la ciudad antigua,que es la médula de la parte vieja de la ciudad y lugar favorito de oriundos y turistas. Eso quiere decir que su figura es una referencia en la historia checa, al haber sido un patriota que luchó frente a los dos grandes poderes de su tiempo, el Imperio y la Iglesia de Roma;
fue invitado para asistir al concilio de Constanza, bajo promesa de salvoconducto, para exponer sus ideas, promesa que sería incumplida y que precipitaría su quema en la hoguera por la condena de dicho concilio.
No es extraño que cuando a Lutero se le concedió un salvoconducto para ir a Worms ante el emperador, sus amigos le recordaran con zozobra la traición a la que Hus fue sometido. Actualmente existe en Constanza una casa-museo que honra la memoria del reformador checo, en el mismo lugar donde estuvo alojado los últimos días de su vida.
Su muerte produjo en Bohemia una verdadera conmoción nacional, que resultaría en el avivamiento de un sentimiento nacional y religioso cuya bandera eran las ideas de Hus, dejando las guerras husitas una huella indeleble en la historia de la nación.
Al pie del monumento levantado en honor de Hus en Praga hay varias citas suyas grabadas en checo, siendo una de ellas la que dice: "La verdad permanece." Es una gran frase, merecedora de estar inscrita en piedra para ser recordada a través de las generaciones. Sin embargo, no estoy seguro de que los checos actuales la interpreten en el sentido que Hus le diera. Es factible darle a la misma un significado genérico o humanista, tan al gusto de la corriente actual. Porque la verdad se puede entender de muchas maneras, suponiendo que haya una sola.
Así que la frase de Hus podría ser ratificada por un budista, un musulmán, un agnóstico o un cristiano, aunque la intención de Hus iba en una dirección muy específica, que no dejaba cabida a las ambigüedades a las que ahora somos tan dados.
Al tomar el autobús turístico que permite obtener al viajero una panorámica general de la ciudad de Praga, en un momento dado nuestra guía nos explica que la República Checa es una de la naciones más ateas del mundo. Entre líneas es posible detectar en su declaración un ligero matiz de agrado no disimulado, como si fuera exponente de una realidad nacional vanguardista. Por eso el monumento a Jan Hus no plantea problema alguno a ninguno de los checos, ya sean los ateos prácticos del siglo XXI o los ateos ideológicos del siglo XX; al contrario, su efigie, vaciada de toda esencia cristiana, ha quedado revestida con un manto social y nacional, adaptable a cualquier contingencia o coyuntura.
Pero mientras el autobús recorre la ciudad de Praga, la guía continúa explicándonos la realidad actual de la nación, en la que uno de los problemas más graves es el de la corrupción, que se ha convertido en un cáncer que se ha infiltrado en todas las esferas de la nación, no sólo económicas sino también políticas y sociales (¿de qué me suena a mí como español todo esto?).
Y a estas alturas del recorrido ya no se detecta en el tono de su voz la complacencia con la que hablaba del ateísmo.
De modo que una de las naciones más ateas del mundo es también una de las más corruptas, porque el ateísmo no es garantía de ética.
Y es que más allá de celebrar conmemoraciones centenarias, sería mucho mejor aprender y practicar lo que la Biblia de Kralice tiene que decir a la República Checa en la actualidad.
Igualmente,
además de honrar el recuerdo de Hus con un grandioso monumento en el centro de Praga, sería más provechoso recuperar su mensaje profético de reforma espiritual para una nación profundamente necesitada. Nación que, como todas las demás de Europa, ha dado la espalda a lo único que puede salvarla de la confusión en la que se encuentra.
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