Uno de los documentos más antiguos, aparte de los escritos del Nuevo Testamento, que demuestran la existencia de la figura histórica de Jesús es el que nos ha dejado el historiador romano Tácito, quien describiendo los sucesos de la persecución de Nerón contra los cristianos alude a que tal nombre "les venía de Chrestos, el cual, durante el reinado de Tiberio, fue condenado al suplicio por el procurador Poncio Pilato."
Al explicar las razones de la persecución Tácito menciona principalmente dos: La primera es que Nerón descargó en ellos la responsabilidad del incendio de Roma y la segunda es que los cristianos eran notorios por su "odio contra el género humano".
La primera razón es coyuntural y está sustentada por la segunda, que no depende de circunstancias sino de la noción que el vulgo tenía sobre los cristianos. De ahí que Nerón se aprovechase de tal noción para lanzar su campaña contra ellos. La frase en latín es
odium humani generis, siendo equivalente a la palabra griega
misanthropia, que se ha vertido en español como misantropía.
No era la primera vez que tal acusación se lanzaba contra una comunidad religiosa, dado que ya se había empleado contra los judíos. Pero destaca el hecho de que se usara contra los cristianos, si tenemos en cuenta que una de las características de su fe radicaba en el insólito mandato de Jesús de que sus seguidores amaran a sus enemigos.
Es decir, en el caso de los cristianos resulta poco comprensible sostener tal clase de acusación. ¿Cómo iban a odiar al género humano quienes habían sido aleccionados por su Maestro y Señor, mediante su enseñanza y ejemplo, a que amaran al género humano?
Pero
lo que parece una contradicción se resuelve y explica fácilmente.
En primer lugar porque una cosa es la intención que parte del agente emisor de una determinada acción y otra la recepción con la que se toma por parte de los destinatarios de la misma. Una cosa es el móvil que impulsa a alguien a actuar y otra la interpretación que de tal motivación hace aquel hacia quien va destinada tal acción.
Pero si además tenemos en cuenta que existe un modelo vigente de principios y verdades en toda sociedad por el que se juzga y condena todo lo que no concuerde con tal modelo, entonces resulta fácil explicar el por qué de la acusación contra los judíos y también contra los cristianos, ya que ambos se movían en una dirección opuesta a los cánones imperantes en aquella civilización greco-romana.
El mensaje de la fe cristiana contenía una denuncia sin paliativos de mucho de lo que era considerado normal por aquella civilización. Lo que los paganos llamaban libertad era entendido por los cristianos como mero desenfreno; lo que los primeros concebían como verdadero lo entendían los segundos como erróneo; lo que aquéllos consideraban grande y digno lo contemplaban éstos como ruin y grosero.
No es de extrañar que, a pesar de los mandatos para amar a todos, judíos y cristianos fueran considerados aborrecedores del género humano, pues sus doctrinas y manera de entender la vida chocaban de frente con lo establecido. Si se hubieran adaptado o se hubieran conformado a lo hegemónico habrían sido bien considerados.
En el capítulo 11 de Apocalipsis se hace mención de dos testigos de Dios que durante un tiempo estipulado ministrarán en la tierra. Todo parece indicar que ambos son evocaciones de Moisés y Elías, por el tipo de prodigios que realizan. Sin embargo, suscitan un rechazo tan grande que sólo con su muerte queda satisfecho el antagonismo existente contra ellos. La alegría que produce su muerte se debe a que "estos dos profetas habían atormentado a los moradores de la tierra."[i] Aunque el texto no lo diga estos dos personajes, sean figuras individuales o corporativas, son considerados aborrecedores del género humano, aunque en realidad son auténticos siervos de Dios. Y es que aquellos a quienes va dirigido su ministerio son moradores de "la grande ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto", lo cual muestra su depravada condición moral y espiritual. Al no estar dispuestos a arrepentirse y aceptar el mensaje que traen estos dos personajes, es por lo que alimentan una reacción tan hostil hacia ellos.
Estamos viviendo en tiempos en los que en naciones donde anteriormente hubo principios cristianos, pero que ahora se han cambiado por principios paganos, los cristianos vamos a ser considerados aborrecedores del género humano, lo mismo que nuestros antepasados.
Esa clasificación va a suponer, a su vez, un aborrecimiento en contra nuestra por parte de aquellos que odian lo que representamos. Aunque en verdad no debemos sorprendernos, porque ya nos lo avisó Jesús: "Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros."
[ii]
La alternativa a la que nos veremos abocados será la de sufrir el vituperio asociado con la frase odium humani generis o la de negar nuestra identidad, para recibir la aprobación del mundo. Algo a lo que, en definitiva, los que nos precedieron ya estuvieron abocados.
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