Uno de los personajes que John Bunyan describe en su libro El progreso del peregrino es Sabio-según-el-mundo, quien vivía en una importante ciudad llamada Prudencia-carnal. Cuando se encuentra con Cristiano y descubre que éste busca deshacerse de la carga que le oprime, él le aconseja que no busque deshacerse de ella 'por un camino tan peligroso, cuando yo puedo enseñarte otro sin ninguna de tales dificultades.'
Las dificultades a las que alude Sabio-según-el-mundo son 'cansancio, penalidades, hambre, peligros, cuchillo, desnudez, leones, dragones, tinieblas, en una palabra: la muerte con todo sus horrores.' De manera que le propone que se aparte del camino y busque ayuda en una forma más cómoda, en un pueblo que se llama Moralidad, donde vive el señor Legalidad.
De este modo es como describe Bunyan el intento de algunos para eliminar el aspecto áspero del camino cristiano, a fin de convertirlo en algo más asequible y llevadero. A primera vista parece un buen consejo, motivado por una excelente intención; sin embargo, la realidad es que se trata de una de las muchas sendas que acaban en despeñaderos y que los seres humanos hemos inventado para tratar de llegar al cielo, según nuestro criterio.
Jesús hizo en Cesarea de Filipo una crucial declaración a los suyos referente a lo que le iba a acontecer en Jerusalén: rechazo, padecimiento, muerte y resurrección[i]. Esa era la trayectoria que estaba ante él y ahora, cuando por boca de Pedro, ellos acababan de confesar su filiación divina y unción, correspondía hacerles saber que el camino a la gloria pasaba inexorablemente por la cruz, de manera que la segunda era el preludio de la primera. Se trata de un fin sublime, obtenible mediante un medio aborrecible, estando ambos unidos indisolublemente.
Pero,
¿no habrá alguna manera de romper la vinculación que une ambos elementos, de forma que se pueda lograr el mismo fin por otros medios menos penosos? ¿Será posible dar un rodeo y encontrar un atajo que evite tener que pasar por tal trance? Sería mucho mejor si hubiera tal medio de conseguirlo. Nada de rechazo, ni de sufrimiento, ni de muerte; cosas todas ellas desagradables y que por otra parte parecen incompatibles con la categoría de alguien que es nada menos que el Hijo y el Ungido de Dios. Pero el mismo hecho de imaginar que pueda haber tal posibilidad, evidencia la ignorancia sobre la naturaleza de lo que Jesús ha venido a hacer. Si su obra fuera de una dimensión social o política, cabría pensar en una solución de esa índole; pero dado que su venida tiene como objeto el rescate de muchos de una perdición eterna, se hace ineludible su sufrimiento y muerte, al ser tal sufrimiento y muerte el precio del rescate.
Nada más hacer el anuncio en público, Jesús es tomado aparte por Pedro, quien le va a amonestar en privado. Aquí tenemos al alumno enmendando la plana al Maestro y además teniendo la sensibilidad de no hacerlo en público, lo que sería dejarlo en evidencia delante de los demás. Porque la razón para amonestarlo y para hacerlo privadamente es que Pedro ha sentido vergüenza ajena por lo que acaba de decir Jesús. Una declaración de tal contenido es algo incomprensible e insostenible, pero aquí está él, Pedro, para remediar el error y proponerle algo mucho mejor.
Hay una razón añadida, a la propia sabiduría que Pedro ostenta, para hacerle tal propuesta de eludir la cruz: Es esa clase de amor que se duele ante la perspectiva del sufrimiento. Después de todo ¿quién quiere que un ser querido sufra, aunque sea por un motivo sublime? Hay aquí un sentimentalismo humano que está gobernado por una sabiduría humana.
La respuesta de Jesús no se hace esperar. En primer lugar llama Satanás a Pedro, habiendo dos razones por las que tal apelativo lo tiene merecido.
Una es porque fue precisamente Satanás el que tentó a Jesús ofreciéndole la gloria sin que tuviera que pasar por la cruz; solamente hacía falta que cumpliera un "pequeño" expediente y lo tendría todo.
[ii]
La otra es porque el nombre Satanás además de personal es también genérico, significando adversario, de manera que Pedro en ese momento se ha convertido en adversario de Jesús y de su obra salvadora.
Aquí tenemos un caso evidente de cómo cualquiera que se guía por los dictados de su corazón en los asuntos de Dios, puede incurrir en los más perniciosos yerros.
Además,
Jesús dice que Pedro le es un tropiezo. Es decir, en lugar de ser de ayuda o edificación, se ha convertido en obstáculo e impedimento.
Y de esto se deduce una gran lección, ya que el mismo hombre que instantes antes había confesado, no opinado, sobre la identidad de Jesús, en este instante está opinando sobre la manera en la que debe llevar a cabo su misión.
La confesión la declaró por revelación de Dios Padre; la opinión por sugerencia de su sabiduría humana. Por la primera dio en el blanco; por la segunda desbarró totalmente. Toda una enseñanza de que la sabiduría humana es locura cuando especula sobre las cosas de Dios[iii].
Si quieres comentar o