El principio de subordinación de la economía, esto es, que el aspecto material no es un fin en sí mismo, sino que está supeditado a otros fines más importantes, se muestra reiteradamente en las páginas de la Biblia. Una de las formas en las que tal subordinación se manifiesta es en el trato hacia las personas más necesitadas.
Si consideráramos la economía como un fin en sí mismo entonces esas personas constituirían una rémora, suponiendo un freno para el desarrollo y la expansión y constituyendo una carga y obstáculo para el crecimiento. Pero
una de las funciones que tiene la economía, en la noción que nos transmite la Biblia, es la de ser factor de alivio para quienes están pasando por penurias a causa de imponderables que los superan.
A tal efecto
se instituyeron en el Antiguo Testamento un conjunto de medidas, como son la creación de la figura del pariente cercano o redentor, la del año sabático y la del año del jubileo, además de algunas prácticas saludables, como la rebusca en tiempos de recolección de la cosecha
[i].
La figura del redentor (
go'el) es el mecanismo ideado para que, desde el seno familiar, un pariente directo intervenga en favor del que está pasando por una situación de calamidad. Su función se aprecia, por ejemplo, en la compra de un campo que un miembro de la familia tiene que vender para poder sobrevivir
[ii]; esa actuación tiene como propósito impedir que la propiedad pase a manos ajenas y que de esta forma sea enajenada para siempre, con la consiguiente pérdida del bien raíz que es la base de su sostenimiento.
Otro caso en el que el redentor tenía que intervenir era cuando un israelita se veía en la necesidad de venderse como esclavo a un extranjero
[iii], recuperando de este modo a quien había perdido su libertad para poder sobrevivir. Finalmente,
el redentor no solo salía en defensa de las posesiones o libertad que podía perder el pariente necesitado, sino que su defensa cubría a la persona misma, de ahí que tuviera la responsabilidad de aplicar la justicia reivindicativa en caso de asesinato
[iv]. En vista de todo esto, no es extraño que la figura del redentor se convirtiera en una ilustración del Redentor por excelencia, quien actúa en favor nuestro, ya que hemos quedado a merced de fuerzas hegemónicas, como son el pecado y la muerte.
Actualmente el año sabático se ha puesto de moda, especialmente entre los jóvenes, en el sentido de ser un alto en el camino o un cambio de ritmo, que permite la reorientación y renovación en la vida. En el Antiguo Testamento
el año sabático tenía como función ser un elemento de equidad que nivelaba las diferencias sociales, introducidas por contingencias ajenas a la voluntad de las personas. De ahí que fuera ocasión de remisión de deudas entre los israelitas.
Estamos viviendo días en los que la tasa de suicidios se ha incrementado notablemente, debido a la presión insoportable que las deudas imposibles de pagar están suponiendo para muchas personas. La desesperación provocada por no ver salida lleva a tal determinación. En el año sabático se producía la remisión de las deudas contraídas
[v], lo cual
no era más que la expresión horizontal de la remisión vertical, que era el perdón de la deuda moral contraída con Dios y que él dispensa misericordiosamente. El año sabático era, pues, ocasión de liberación y restauración. Las cargas asfixiantes e inhumanas que condicionaban la existencia entera de los desfavorecidos, eran eliminadas y un nuevo comienzo y una renovada oportunidad eran posibles.
En el caso de que la persona encargada de redimir hubiera hecho dejación de su responsabilidad, ello no significaba la pérdida definitiva de posesiones o libertad por parte del desfavorecido; una institución que volvía a poner las cosas en su sitio era la del jubileo
[vi], cuando las tierras eran devueltas a sus dueños originales y la libertad era recobrada por los esclavos, de modo que la enajenación de personas y propiedades era solo temporal. Esto suponía un horizonte de esperanza, al saber que, aunque durante un tiempo las condiciones fueran difíciles, había un día en el que sonido del
shofar anunciaba la liberación y recuperación.
Todas estas medidas tenían un doble propósito: la extirpación de la codicia y la opresión, que siempre van de la mano entre sí, y la lección de que todos estamos en la posición de desahuciados ante Dios y por lo tanto necesitados de su remisión, liberación y restauración. La economía, pues, se convierte en un medio para enseñarnos algo más profundo que lo meramente material y algo más humano que lo puramente ganancial.
Buena parte de nuestro problema radica precisamente en que la hemos reducido a una categoría monetaria y a un fin en sí mismo, como si fuera el todo de la existencia. Al hacer eso, hemos hecho de ella un ídolo. Y como todo ídolo, cuando llega la hora de la verdad, muestra en toda su intensidad su impotencia para proporcionar auxilio a los necesitados. Volvámonos al Dios vivo y verdadero.
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