Decía Aristóteles que la virtud está en el término medio, en el que se evita tanto el exceso como el defecto. Y aunque se me antoja que en ciertas esferas la virtud no puede estar en ese punto, ya que el término medio puede ser meramente una forma de contemporización o sincretismo que perjudica y hasta mata a la propia virtud, es justo reconocer que en otros aspectos la definición del filósofo griego es correcta.
Uno de tales aspectos sería el de
la economía. Presenciamos en España una situación que puede parecer paradójica, pero que en realidad es el resultado de la falta de virtud basada en el término medio.
Por un lado hay una cadena de escándalos provocados por el enriquecimiento ilícito o el uso de dinero público para provecho particular, que tendrían su origen en la etapa de las "vacas gordas", cuando en la primera mitad de la década anterior el dinero fluía fácilmente y la nación súbitamente pasó de ocupar un modesto lugar económico a otro de importancia.
Aquello era casi la leyenda del rey Midas: Todo lo que tocábamos se convertía en oro. Pero por otro lado asistimos al penoso escenario de ver cómo, tras aquellos años dorados, se ha esfumado la prosperidad, hasta el punto de que la nación se encuentra en una difícil coyuntura, en la que millones de personas viven en un presente lleno de oscuros nubarrones.
Así pues, nos encontramos, por un lado, con que hay quien tiene que enfrentarse a cargos por usos fraudulentos para alcanzar la riqueza
y hay, por otro lado, quien tiene que enfrentar el azote de la pobreza. Y todo ello simultáneamente. Son los dos extremos que estarían alejados de la definición de virtud, según Aristóteles.
No es la primera vez que nos pasa, porque el hombre es el único animal que tropieza dos veces (o las que haga falta) en la misma piedra. A finales de la década de los ochenta y comienzos de la de los noventa se produjo en España otra situación paradójica relacionada con la economía. Por un lado emergió la cultura del "pelotazo", el negocio fácil y altamente rentable, que producía rápidas y grandes ganancias; por otro, una crisis económica que elevó los niveles de desempleo hasta cifras que solo actualmente han sido superadas.
Así pues, parece que nuestro sino es andar en estos dos extremos que se retroalimentan recíprocamente: El exceso, manifestado en la codicia sin límites y el defecto, revelado en la precariedad y la bancarrota.
¿Existe un término medio en el ámbito de la economía en el que podamos andar?
Haberlo haylo, la cuestión es si estamos dispuesto a reconciliarnos con él.
La receta para ello no procede de los expertos, ni de una comisión, organismo o institución creada para tal fin. Procede de un libro cuya naturaleza esencial no es económica, aunque tiene bastante que decir sobre la economía. Precisamente sobre esta cuestión coincide con la tesis del equilibrio de Aristóteles.
Porque en determinado lugar dice así:
'No me des pobreza ni riqueza; mantenme del pan necesario.'
[i] Aquí
se contemplan dos extremos, la pobreza y la riqueza, considerándolos a ambos un peligro potencial. Ahora bien, que la pobreza sea estimada como un peligro a casi nadie se le escapa, aunque habría que recordar que hay toda una corriente de pensamiento que considera a la pobreza sinónimo de mérito en el terreno religioso. Más difícil es que actualmente se juzgue a la riqueza como peligro potencial, ya que el sueño de tantos es precisamente ése, hacerse ricos, aunque, vez tras vez, vemos en la práctica que ese sueño puede acabar en pesadilla.
La solución que nos propone el libro cuya naturaleza no es económica, pero que no es ajeno a la economía, es la del término medio: Mantenme del pan necesario. Es una propuesta sensata y hasta, podíamos decir, ecológica, porque supone que no habrá una sobreexplotación de recursos para mantener un crecimiento desorbitado, ya que hay un contentamiento con un determinado nivel de vida que está presidido por la moderación, lo cual incide positivamente en el manejo de tales recursos.
Pero me temo que nuestro problema, y no solo en España, es que en economía no queremos ese término medio, sino que nuestra meta está puesta en uno de los extremos: el de la riqueza, cuanta más mejor y si además es rápida miel sobre hojuelas.
Los peligros potenciales de la riqueza y la pobreza a los que alude el libro son la autosuficiencia y la transgresión, respectivamente[ii]. La segunda desemboca en el delito y la primera en la soberbia, que al final suele acabar también en el delito.
En otra parte de ese mismo libro se vuelve a subrayar la necesidad de la moderación, en cuanto a la economía, de esta manera: "Así que teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto."
[iii] El mismo personaje central de ese libro, Jesús de Nazaret, nos enseñó el comedimiento en nuestras aspiraciones económicas, al enseñarnos a orar de esta manera: "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy."
[iv]
Seguramente nos habría ido mejor antes y ahora si hubiéramos puesto en práctica esos principios. Que nos vaya mejor en el futuro dependerá de que estemos dispuestos a llevarlos a cabo.
Si quieres comentar o