Nadie sabía qué había podido ocurrir con la aeronave, aunque las peores sospechas terminaron pronto haciéndose realidad. El avión había sufrido un accidente y se había precipitado al Atlántico, pereciendo todos sus ocupantes. Se enviaron equipos de rastreo y búsqueda y tras afanosos trabajos se lograron encontrar, flotando en el agua, algunos restos del aparato. Sin embargo, tales restos no proporcionaban las pistas que podrían llevar a esclarecer la tragedia. Había demasiadas preguntas en el aire. ¿Fallo técnico? ¿Error humano? ¿Atentado terrorista?
Todo eran especulaciones y cábalas.
Lo único que podía dar luz serían las cajas negras que, en algún lugar del océano, no lejos verticalmente de donde el avión se precipitó al agua, debían yacer en el fondo marino a cuatro mil metros de profundidad. Junto con la búsqueda de los cadáveres el hallazgo de las cajas negras era cuestión primordial. Aunque a la empresa se le antojaba como buscar una aguja en un pajar, sin embargo finalmente
fueron localizadas hace pocas semanas y ahora la investigación de su contenido puede revelar las causas reales de lo que pasó.
Hay varias características que las cajas negras tienen y por las cuales son tan importantes. En primer lugar son dispositivos que es preceptivo que todos los aviones lleven. Desde los grandes monstruos del aire hasta los más modestos, desde los vuelos trasatlánticos hasta los domésticos, todos los vuelos comerciales han de portar estas cajas que, dicho sea de paso, no son negras sino de color naranja reflectante, para que puedan ser visualizadas más fácilmente. Por lo tanto, podríamos hablar de la universalidad de las cajas negras, al estar presentes en todos los aviones.
Otra característica que poseen es su capacidad para almacenar los datos y parámetros técnicos vitales del vuelo y también las conversaciones efectuadas en la cabina. De ahí que esa información sea preciosa a la hora de dilucidar lo que haya ocurrido, pues se trata de una información sensible y esencial.
Una tercera característicasería la de su perdurabilidad, en el sentido de que mientras otros elementos que son parte de la aeronave se destruyen y desintegran tras un accidente, las cajas negras resisten explosiones, incendios, choques y otras eventualidades propias de un accidente o un atentado.
Han sido preparadas precisamente para que resistan, por lo que en muchas ocasiones es lo único que sobrevive intacto a la catástrofe.
Una cuarta característicasería la imparcialidad u objetividad de lo que registran. No se trata de las opiniones subjetivas de algún superviviente, ni tampoco de las interpretaciones o especulaciones que algún testigo externo pueda dar, sino de hechos basados en la realidad del interior del avión.
Es interesante que cuando subimos a un avión no somos conscientes de la existencia de esos dispositivos tan fundamentales, pero mientras viajamos hacia nuestro destino esas cajas están realizando su trabajo, aunque nosotros ni siquiera reparemos en ellas.
En el peor de los casos, en el de desastre, esas cajas serán el testigo al que se recurra para dirimir lo que ocurrió. Cuando haya que apelar a algo sólido, que esté más allá de divagaciones o sospechas, esos dispositivos nos revelarán la verdad y por tanto serán fundamentales para emitir un veredicto. Su palabra será la palabra final.
De la misma manera que existen esos dispositivos materiales que graban realidades físicas: altitud, velocidad, dirección, incidencias, conversaciones, etc., hay también una caja negra que todos los seres humanos llevamos dentro. Y aquí ocurre algo parecido a lo que sucede con las de los aviones: Que podemos realizar todo nuestro ‘viaje’ sin darnos cuenta de su existencia, sin percatarnos del trabajo silencioso, pero real, que están llevando a cabo. Pero lo cierto es que esa caja negra está registrando todos los hechos, externos e internos, de nuestro ‘viaje’. Palabras, pensamientos y obras, sin que nada se le escape. Las motivaciones, más allá de lo que externamente se ve, también las graba.
Esa caja negra es propia de los seres morales, de los que están dotados de voluntad, de modo que todos los seres humanos, sin excepción, la tenemos. Es un atributo universal. La tienen los grandes y los pequeños, los ricos y los pobres, los negros y los blancos, los poderosos y los insignificantes.
Igual que las cajas negras de los aviones sobreviven al avión, así nuestra caja negra sobrevive también a nuestra existencia terrenal, siendo testigo más allá de esta vida de lo que hemos sido y hecho. Es un testigo objetivo y riguroso que un día será examinado para que, por medio de ella, se pronuncie un veredicto justo sobre cada uno de nosotros.
Un día todos los seres humanos compareceremos ante Dios, siendo abiertos unos libros, las cajas negras, por las que seremos juzgados justa e imparcialmente, ya que el fundamento de la sentencia será lo que ese registro atestigüe. ¡Qué terrible perspectiva! No es extraño que muchos preferirán que los montes y las peñas los sepulten, antes que comparecer ante este tribunal.
Por esto es esencial que, mientras estamos en nuestro ‘viaje’, seamos conscientes de la existencia de esa caja negra y vengamos a aquel que vino a esta tierra e hizo su ‘viaje’, con la diferencia de que nada vergonzoso se pudo grabar sobre él, porque nada vergonzoso hubo en su vida. Él murió llevando las consecuencias de lo que nuestras cajas negras testificaban en nuestra contra, para que en aquel día podamos presentarnos limpios de toda acusación.
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