Dicho titular tenía una doble intención, o al menos eso se leía entre líneas, en el sentido de que no solo el periódico estaba con la Constitución, sino también el país entero. Solamente una minoría, la que había intentado derribar el orden constitucional por la fuerza, estaba en contra de ella. Estar con la Constitución era, pues, señal de democracia y de rechazo a la imposición y la intimidación.
¡Cómo han cambiado las cosas desde entonces! Tanto, que hoy asistimos a un manifiesto intento de invalidar la Constitución, no de manera brutal y abrupta como intentaron hacer aquellos militares, sino de forma solapada y por la puerta de atrás. Aquellos militares golpistas mostraron, con su acción, su explícito repudio a lo que para ellos representaba lo contrario de lo que España debería ser en su estimación. Con ellos no había equívocos. Eran lo que eran, pensaban lo que pensaban y actuaban como actuaban.
La diferencia es que los actuales enemigos de la Constitución usan un lenguaje equívoco, tienen una actitud ambivalente y tratan de hacer equilibrios imposibles, al haber una contradicción entre sus hechos y sus palabras. Aunque sus mismas palabras también son contradictorias, dependiendo del escenario donde las pronuncien. No es ninguna sorpresa que los nacionalistas sean enemigos de la Constitución, ya que ésta niega lo que ellos propugnan; lo que sí es una sorpresa es que estemos asistiendo a una traición constitucional larvada, por parte de aquellos a los que hasta hace poco se les suponía leales a la misma.
¡Quién iba a decir que llegaría un día en el que las mismas personas e instituciones que en un momento dado la apoyaron, o al menos eso parecía, se convertirían en sus peores enemigos! En 1981 solo había dos opciones posibles: estar contra la Constitución o estar a favor de la misma. Pero hoy, aparte de esas dos posturas, hay una tercera: la de quienes intentan hacer un doble juego, consistente por un lado en pretender ser leales en apariencia a la Constitución, pero por otro lado, y al mismo tiempo, trabajar en contra de ella. Es evidente que ese doble juego se puede llevar a cabo durante un lapso de tiempo, pero al final la misma dinámica de las cosas les obligará a declarar abiertamente su verdadera postura.
Ya sabemos que ´la Constitución no es la Biblia´ y por lo tanto está sujeta a modificaciones. Totalmente de acuerdo. Pero esas modificaciones no pueden ser hechas de cualquier manera, sino según unos criterios bien definidos que la propia Constitución establece. Ahora bien, a fin de ahorrarse la previsible derrota que un planteamiento de cambio de la Constitución les acarrearía, lo que hacen es un asalto disimulado, no tanto para cambiarla súbitamente, sino para ir vaciándola de contenido y convertirla en un plazo no muy lejano en papel mojado. En un sentido es una especie de golpe de Estado, solo que en vez de ser de golpe es poco a poco, pero el propósito manifiesto es trastocar al Estado. ¡Ay! Aquellos militares no sabían hacer bien las cosas; por eso su golpe cayó de golpe, porque era una chapuza manifiesta. Tenían que haber aprendido de nuestros gobernantes actuales cómo es posible saltarse la ley a la torera y torear hasta al mismísimo Tribunal Constitucional y su sentencia, sin perder la compostura. Nada de tanques, ni asonadas militares, ni levantamientos. ¡Qué cosas más desagradables! Con lo bien que se pueden hacer con otro talante, incluso hasta llegar a cargarse la misma Constitución.
Nada de golpes militares. Porque las dos palabras ya son de por sí insoportables: golpe y militar. Es mejor sin golpes y por supuesto sin militares. De esa manera la Constitución terminará reventada, pero de forma paulatina, poco a poco, casi imperceptiblemente. Hoy minarla un poquito aquí, mañana socavarla otro poquito allá y pasado mañana invalidarla otro poquito más acullá, de manera que cuando queramos darnos cuenta la Constitución no será más que una sombra de sí misma y para entonces se le podrá apresurar su agonía, como hacemos con los enfermos terminales. Para entonces ya nadie rechistará, porque a fuerza de verla débil casi será una bendición ver que se muere.
Tal vez aquellos militares formados en sus academias castrenses nada sabían de los métodos maquiavélicos que es posible usar en política, para presentar lo impresentable como envidiable; por los que es posible socavar y destruir la ley, sin usar la fuerza. Aquellos mandos castrenses no eran lo suficientemente sagaces ni taimados, como lo son algunos gobernantes actuales, para trastocar algo saltándose la legalidad, sin despeinarse.
¡Qué cosas! Lo que ayer era símbolo de la máxima lealtad, timbre de cualquier demócrata que se preciara, hoy está en entredicho y el mismo periódico que le dedicara aquella histórica portada a la Constitución, hoy les da alas a los adversarios de la misma. El ´cambio de chaqueta´, frase que expresaba en los últimos años de Franco la metamorfosis interesada de muchos ante los cambios que se avecinaban, ya empieza a ser evidente ahora, ante los cambios que vienen.
Es lo que ya dijo el sabio hace muchos siglos:
´¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.´ (
Eclesiastés 1:9)
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