La primera enseña que el alma se transmite por vía de generación, de manera que no hay diferencia en la transmisión del cuerpo y la del alma, pues ambos surgen simultáneamente y son los padres quienes los transmiten a los hijos. La segunda enseña que cada alma es una creación directa de Dios, mientras que el cuerpo es producto de los padres. En este caso varían las respuestas sobre el momento preciso en que el alma se une al cuerpo.
Como ha habido grandes hombres que han estado a favor de una tendencia u otra, por ejemplo Lutero era traducianista mientras que Calvino era creacionista, y hasta los ha habido que no sabían a qué carta quedarse, como Agustín de Hipona, no seré yo quien intente tener la clave de tan intrincada cuestión.
Pero
independientemente de cuál sea el método por el que nos inclinemos, lo que sí podemos encontrar en la enseñanza bíblica son razones para entender que, tanto desde el punto de vista teológico como desde el antropológico, la Biblia nos presenta al ser en el vientre materno, desde las mismas fases iniciales de su existencia, como humano, a causa de la identidad de naturaleza entre lo que se concibe y lo que nace y por tanto objeto de la estimación especial de Dios.
Aparte del famoso pasaje del salmo 139:13-16, que deja constancia de ambas cosas, hay otros lugares que nos las muestran clara y reiteradamente.
Por ejemplo, una expresión recurrente en la Biblia es la que asocia concepción y nacimiento, en frases parecidas a la siguiente: ‘concebirás y darás a luz un hijo’ (1). Con lenguaje llano se expresa el hecho biológico de los dos grandes momentos por los que una nueva criatura viene a este mundo: el de su concepción y el de su nacimiento. Ahora bien, la misma sencillez del lenguaje nos lleva a la sencilla conclusión de que así como hay una continuidad biológica entre ambos momentos debe haber una continuidad de identidad y naturaleza entre lo que se concibe y lo que se da a luz. Si se da a luz un hijo es porque se ha concebido un hijo y si se da a luz un ser humano es porque se ha concebido un ser humano. Parece una verdad de Perogrullo, pues cae por su propio peso, pero sin embargo esto es precisamente lo que niegan los apologistas del aborto.
Es decir, frente a la perspicuidad (claridad) de los hechos y la lógica, los apologistas del aborto quieren que creamos que lo que se concibe y lo que se da a luz son entes cualitativamente diferentes, produciéndose un salto en algún momento específico en los nueve meses de gestación, por el que un mero ser vivo se convierte en un ser humano. Nadie de ellos sabe con certeza cuándo tal salto acontece y por lo tanto no nos lo pueden explicar con perspicuidad, sino que sus razonamientos son confusos y contradictorios, pero ése es su pobre subterfugio para abrir la puerta al aborto indiscriminado. Es decir, que aunque es más difícil creer lo que ellos propugnan que lo que la lógica enseña, se sacrifica la lógica en aras de un prejuicio (juicio por anticipado) interesado, a fin de sostener una creencia imposible. La lógica es abrumadora, pero como contradice sus propósitos la niegan, fabricándose a continuación la siguiente teoría del absurdo: que un qué se convierte, en algún momento dado de la gestación, en un quién.
La expresión ‘desde el vientre’ es otra reiterativa en la Biblia. En principio parece sinónima a ‘desde el nacimiento’, sin embargo cuando la examinamos más de cerca llegamos a la conclusión de que se trata de una frase que alude a la primera fase de la existencia, anterior al nacimiento.
Se podrían dividir en dos categorías las ocasiones en las que aparece la mencionada frase: aquéllas que muestran la providencia cuidadora de Dios hacia el que está en el vientre (2) y aquéllas que muestran la elección incondicional de Dios sobre el que está en el vientre (3). Pero en ambos casos Dios no espera a que se produzca el nacimiento, para a renglón seguido otorgar sus promesas al sujeto de las mismas, sino que las concede ya desde el momento en el que se produce la concepción.
Es decir, que podemos decir que en términos jurídicos Dios reconoce personalidad al ser que está en el vientre, ya que lo hace sujeto titular de determinadas bendiciones. Si lo que se concibe no fuera lo mismo que lo que nace, sería ridículo que la Biblia subrayara la anterioridad al nacimiento de los propósitos divinos.
El paralelismo que se aprecia en los dos párrafos del salmo 22:10:
‘Sobre ti fui echado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.’ muestra que la relación personal de Dios con el autor del salmo no comenzó después de su nacimiento, sino antes del mismo. ¿Se relacionaría Dios con una cosa, suponiendo que eso fuera el no nacido? Hay dos pronombres personales, uno implícito (yo) y otro explícito (tú) en ese pasaje, de manera que hay una relación personal entre ese tú (Dios) y ese yo (David). Una relación que va más allá, retrocediendo en el tiempo, de lo que David mismo podía recordar.
MÁS INFORMACIÓN
Esta serie es una respuesta al contenido de un
artículo de Máximo García Ruiz sobre el aborto.
(1) Génesis 16:11; Jueces 13:3,5,7; Isaías 7:14; Lucas 1:31. Igualmente la asociación concebir-dar a luz se repite en el relato del nacimiento de los hijos de Jacob (Génesis 29:32, 33,34, 35; 30:7,17,19,23).
(2) Salmo 22:10; Salmo 71:6; Isaías 46:3.
(3) Jueces 16:17; Isaías 44:2,24; 49:1,5; Lucas 1:15; Gálatas 1:15.
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