Si eso es así, quiere decir que la fe en el evangelio es tan sólida como lo son los hechos históricos en los que está fundado y que la esperanza del evangelio es tan infalible como lo es el ordenamiento de esos hechos, por la voluntad de Aquel que los ha dispuesto de acuerdo a su beneplácito.
El cristiano es, pues, la única persona que camina pisando terreno firme y que confiadamente vive en medio de los vaivenes de aquí abajo, sabiendo que no son independientes o sin sentido, sino que están sujetos a la sabia disposición de Dios.
Veamos si son deducibles estas afirmaciones de lo que el historiador Lucas nos ha dejado, sobre aquellos acontecimientos que ahora celebramos.
- La historicidad del hecho.
Jesús viene a este mundo en un momento histórico concreto, como es la mención a Augusto César y a Cirenio. El hecho de citar a este último es significativo, porque se trata de un personaje no de primera magnitud como el emperador, pero de importancia primordial, porque su mandato como gobernador de Siria es un dato que está corroborado por otras fuentes como Tácito(2), Estrabón(3) y Josefo(4). Aquella Navidad no se sitúa, pues, en la esfera de la fábula, sino en la de la Historia.
Los planes del hombre.
El decreto de Augusto para que todo el mundo se empadronase tenía como objetivo la administración eficaz de su imperio. Era un propósito puramente humano, no teniendo desde su perspectiva más trascendencia que ésa. Era un edicto que partía de su propia voluntad, sin estar hecho bajo coacción o violencia de ninguna fuerza ajena. Se trataba de un mandato realizado por un gobernante totalmente desprovisto del conocimiento del Dios verdadero. Incluso es posible que para realizar el censo consultara a los augurios, para que le mostraran el momento más propicio para hacerlo.
Los planes de Dios.
Tienen que ver con el cumplimiento de la profecía que señalaba a Belén como lugar de nacimiento del Mesías(5). A diferencia de los de Augusto, que son terrenales y administrativos, los planes de Dios son celestiales y trascendentes. Aquí tenemos a dos soberanos: uno en la tierra y otro en el cielo. El de la tierra desconoce al del cielo y cree estar haciendo su sola voluntad. El del cielo conoce al de la tierra y va a realizar su propia voluntad a través de la de él. No hay anulación de la voluntad humana ni violencia contra ella. Augusto no es una marioneta en las manos de Dios; es un agente libre, que toma decisiones por sí; y sin embargo, sus decisiones, sin él saberlo ni quererlo, serán exactamente las que cumplirán la voluntad de Dios.
Concurrencia y diferencia de los planes de Dios respecto a los planes del hombre.
Hay un punto en el que los planes de Dios y los planes del hombre coinciden. Augusto quiere realizar un censo en el tiempo preciso en el que Dios quiere que José y María estén en Belén. Es voluntad del emperador que ese hombre y esa mujer se desplacen a su localidad natal para empadronarse, lo cual es, exactamente, la voluntad de Dios. Pero hay, igualmente, una diferencia entre ambas voluntades. Augusto piensa en su imperio; Dios piensa en su Reino. Augusto trabaja para algo transitorio; Dios para algo eterno. El primero tiene en mente edificar la ciudad de los hombres, el segundo la Ciudad de Dios.
¿Casualidad o causalidad?
Para un observador superficial todo obedece a una casualidad. Para un observador cuidadoso todo obedece a una causalidad. El tiempo elegido para que el censo se efectúe es exactamente el que coincide con el milagroso embarazo de María. Pero además, el acto de dar a luz sucede justo cuando ellos están en Belén para empadronarse.
Ahora bien, ese parto perfectamente podía haberse adelantado solo unos días, con lo que el nacimiento se habría producido en Galilea o tal vez en el viaje de Nazaret a Belén, pero no en Belén mismo, fallando así la antigua profecía de Miqueas. También es factible que se retrasara y no teniendo ellos lugar donde quedarse en Belén, emprendieran el viaje de regreso a Nazaret, con lo que de nuevo se incumpliría la profecía. Pero de manera admirable, Dios mueve tanto lo grande (los planes de Augusto) como lo pequeño (el momento de este parto), para que todo confluya en el cumplimiento inexorable de su plan perfecto.
Lo profetizado por Miqueas setecientos años antes, lo determinado por Augusto y las contracciones en el vientre de María, convergen en el momento y el lugar exactos. Aquí tenemos a Dios entretejiendo la Historia de manera maravillosa, para el fin que él mismo se ha propuesto ¿Es casualidad o causalidad?
Sometimiento de los temerosos de Dios al orden humano.
La orden de Augusto podía plantear problemas a los judíos nacionalistas, al considerarla un medio de control o una imposición extranjera ofensiva hacia su patriotismo. De hecho, un censo similar unos años después va a provocar una violenta revuelta, como Lucas mismo detalla(6). Sin embargo, el sometimiento al edicto de Augusto, por parte de José y María, va a ser la manera en la que el Salvador nazca en el sitio que debía nacer. Los judíos nacionalistas rebeldes fueron aniquilados y sus sueños políticos de independencia aplastados. En cambio, los que se sometieron a la orden, vieron el nacimiento de Aquel que fundaría el Reino que acabaría por vencer a ese imperio y a todos los demás imperios. ¡Gloria a Dios!
1) Lucas 2:1-7
2) Tácito, Annales, iii. 48
3) Estrabón, xii. 6, 3, y 5
4) Josefo, Ant., XVII, xiii. 5, XVIII., i. 1, ii. 1
5) Miqueas 5:2
6) Hechos 5:37
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