De manera que en contraste con las continuadas declaraciones que a lo largo de los años se han venido haciendo por los representantes del Gobierno de turno, sobre el final más o menos inmediato de ETA, la realidad es que dicho final está lejos de producirse. Es más, el mismo hecho de que en cuestión de pocos días hayan sido capaces de desplegar por distintos puntos de la geografía española su mortífera acción es señal de su capacidad operativa, hasta el punto de haber puesto en jaque a las Fuerzas de Seguridad e incluso haber dado jaque al mismísimo Rey, en el preciso lugar y momento en que él tiene por costumbre pasar sus vacaciones, ante lo cual un temor por su seguridad ha pasado, de manera realista, por más de una cabeza.
Y es que tras unos años en los que han estado en horas bajas, para bien de la inmensa mayoría, han vuelto por sus fueros, firmes en sus objetivos e impertérritos en sus medios para conseguirlos. Estos últimos atentados, de manera espantosa, nos trasmiten de su parte un nítido mensaje: ´Seguimos aquí´. Si alguna vez habíamos abrigado la esperanza de que ya no formaban parte del escenario o solamente de manera muy secundaria, estos atentados dejan claro que vuelven a vindicar su papel protagonista en la escena española. Frente a consideraciones políticas, que son la pauta de los distintos Gobiernos de España para hacerles frente, ellos se mueven por consideraciones ideológicas; mientras que las primeras son oscilantes, yendo desde la guerra sucia hasta el diálogo y pasando por la acción policial y judicial, las segundas son imperturbables, consistiendo en un nacionalismo que busca la independencia del País Vasco, con terrorismo incluido.
Si buscamos la explicación de lo que hacen, según su propio razonamiento, nos encontramos con que sus parámetros en absoluto son los mismos que los de quienes no piensan como ellos. En el País Vasco hay un ´conflicto político´ que ha de ser resuelto por la vía de la negociación política; pero al no haber cabida a tal vía por culpa de la ´represión´ de los distintos Gobiernos españoles que niegan a ´Euskal Herria´ su derecho de autodeterminación, se hace necesaria la existencia de la ´lucha armada´ para conseguir un fin que es un derecho incuestionable. ´Terrorismo´ y ´guerra sucia´, desde su óptica, es lo que ejerce el Gobierno español al cerrar periódicos, ilegalizar partidos, dispersar presos y establecer un estado de excepción en Euskal Herria. En resumen, ETA y sus simpatizantes tienen su propio discurso para explicar y justificar, ante sí mismos y ante quiera escucharles, su programa y su barbarie.
Todo esto me hace pensar en una secuencia de hechos recientes que tuvo lugar en el plazo de dos días. El martes 16 de junio de 2009 el Parlamento español rechazaba por amplia mayoría posponer la tramitación de la reforma de la Ley del Aborto promovida por el Gobierno. La iniciativa buscaba un amplio consenso social, político y parlamentario
para una eventual modificación de la ley que garantizara "el respeto a la libertad y la dignidad del ser humano". Pero no pudo ser, porque 183 votos en contra de la moción superaron a 160 a favor, desestimándose así la oportunidad de reflexionar sobre una ley que a muchos nos parece ser una escalada más en la carrera de agresión hacia los no nacidos. Pero como todo tiene su explicación, los partidarios de la ley echaron manos de argumentos que daban la vuelta a tal agresión, señalando que el propósito de dicha ley era garantizar los derechos de la mujer a decidir ante un embarazo no deseado, al tiempo que se procura la mayor seguridad sanitaria para que pueda abortar. Eso fue el martes 16 de junio.
El jueves 18 de junio ETA asesinaba al policía Eduardo Puelles, mediante una bomba lapa adosada a su vehículo. Esta vez los parlamentarios, unánimes, condenaron el acto como un crimen, emitiendo una declaración conjunta de repulsa por el atentado. Mientras que el día 16 había votos a favor, en contra y abstenciones sobre la moratoria de la ley del aborto, el día 18 había unanimidad de criterios contra ETA.
Pero tenemos que ser coherentes. Si por un lado puede haber disparidad de criterios sobre una cuestión de vida y muerte, como es el aborto, hemos de estar abiertos a que haya disparidad de criterios sobre otra cuestión de vida y muerte, como es el terrorismo. Es decir, si somos capaces de encontrar argumentos apologéticos para abortar, no debe sorprendernos que otros encuentren argumentos apologéticos para matar. Si nosotros entendemos que hay derechos que prevalecen, en este caso el derecho de la mujer sobre el derecho a la vida del no nacido, otros entienden que también hay derechos que prevalecen, en este caso el derecho de autodeterminación de un pueblo sobre el derecho a la vida de los que niegan ese derecho. Es así de simple, aunque así de terrible.
Si el Estado de Derecho puede legitimar el aborto basándose en determinados criterios, queda en entredicho el calificativo, de Derecho, que da fundamento jurídico a tal Estado, además de perder autoridad para condenar a quienes emplean otros determinados criterios para matar.
Si quieres comentar o