Se les ensalza como a bienhechores de la nación cuando se desató el contagio del SIDA, por el papel decisivo que desempeñaron para dar una respuesta más amplia al grave problema.
El presidente insta al pueblo estadounidense a trabajar con él en la erradicación de toda discriminación y prejuicio, ya que él mismo y su Administración se han comprometido para impulsar una serie de medidas, en el ámbito nacional e internacional, que promuevan las uniones civiles y su derecho a adoptar, entre otras cosas.
A los jóvenes, familias y ancianos de ese colectivo se les tiene que dejar vivir su vida, con dignidad y respeto. Y todo ello a fin de progresar en los derechos sobre los que se fundaron los Estados Unidos de América. Finalmente, el documento acaba con una mención a Jesucristo en la siguiente frase:
´Como testimonio de ello, lo firmo este primer día de junio del año 2009 de nuestro Señor…´
No hay duda, pues, de que el presidente Obama ha hecho suya la agenda gay en toda su extensión, aunque en un punto no coincide totalmente con la misma, o al menos eso deduzco de la lectura cuidadosa del texto. Y es cuando se refiere a las
´uniones civiles´, llamándolas de esa manera en lugar de denominarlas matrimonios, como es la aspiración del movimiento. Por lo demás demuestra ser un entusiasta apologista, representando la postura que se abre paso con fuerza institucional y que consiste en recibir y aceptar no sólo a la persona en sí sino también su filosofía y estilo de vida.
Recuerdo que
hace treinta y cinco años conocí a un psiquiatra agnóstico que estaba tratando a un joven homosexual para curarlo de su
anormalidad. Esa era en aquel entonces la posición generalizada de la psiquiatría hacia la homosexualidad. Era la postura progresista en aquel momento, lo
in, como se decía entonces. Todavía, en círculos seculares, se daba por sentado que la heterosexualidad era lo sano y la homosexualidad una desviación. Por supuesto, nada de pecado ni vestigio alguno que la ligara con lo moral o religioso, pero sí con un trastorno de la conducta.
Una de las medidas terapéuticas que el psiquiatra tomaba con aquel joven para ayudarle, era estimularlo a que tuviera relaciones sexuales con una muchacha con la que tenía un lazo afectivo. De esa manera, pensaba él, lograría recuperarlo.
Hoy, a ese psiquiatra que nada tenía de cristiano, se le denominaría homófobo. Y es que el vuelco ha sido total. De ser considerada durante milenios como pecado, la homosexualidad pasó a ser conceptuada en el siglo XX como una desviación de la conducta, para finalmente ser, como Obama nos dice, una opción tan digna como pueda ser cualquier otra, e incluso superior, al ser descrita como la conducta de una minoría heroica, cuyas aportaciones a la sociedad son dignas de elogio.
Resumiendo, pues, podríamos sintetizar en tres las posturas hacia la homosexualidad:
1.- La que rechaza a la persona, junto con su filosofía y estilo de vida.
2.- La que acepta a la persona, pero rechaza su filosofía y estilo de vida.
3.- La que acepta a la persona, junto con su filosofía y estilo de vida.
La opción 1 ha sido defendida por un amplio abanico de individuos y movimientos, entre los que no han faltado cristianos que a lo largo de los siglos fomentaron el legalismo más implacable hacia las personas con esta inclinación. Es culpable de haberlos reducido al vilipendio sin más.
La opción 3 es la que actualmente goza de popularidad, la políticamente correcta, siendo la reacción natural a la anterior. El problema que plantea es que empieza a ser tan totalitaria como era su antagonista, al no permitir ninguna otra alternativa, lo cual coloca a cualquiera que no la admita como sospechoso de incitar al odio y a la intolerancia, quedando así a un paso de la ilegalidad, cuando no del delito. Obama, que profesa ser cristiano, está comprometido con esta postura.
Pero la grave, insuperable diría yo, dificultad que entraña la opción 3 para un cristiano es que es abiertamente contraria al evangelio, igual que lo era la opción 1. Claro que también es posible hacerle algunos ajustes al evangelio para que coincida con la opción 3. Actualizarlo. Modernizarlo. Ponerlo al día. Pero al hacer eso en vez de arreglar las cosas se empeoran, porque entonces se cae en el anatema en el que queda cualquiera que pervierte el evangelio(1).
No queda más opción que la número 2, entendida ésta como una expresión del amor de Dios, que ha establecido como método de salvación el arrepentimiento y la fe(2). No el sobreseimiento del pecado ni la redenominación del mismo, sino su expiación por la muerte de Jesucristo y el reconocimiento y arrepentimiento por parte del pecador.
La disyuntiva en la que está quien quiera ser fiel al evangelio es la de ir contra corriente. Siempre fue así y así es ahora también. La libertad de proclamar el evangelio no nos la otorga ninguna Constitución ni texto jurídico humano alguno, sino que tiene un origen superior. Es el mismo autor del evangelio el que nos manda que lo anunciemos con integridad, con humildad, con denuedo, con amor, con seriedad, con fervor y con diligencia. Independientemente de lo que diga Obama…
1) Gálatas 1:7-8
2) Hechos 20:21
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