Solamente en el Antiguo Testamento aparece 360 veces, pudiéndose dividir, según Victor P. Hamilton (1) , tales ocasiones en
dos categorías bien definidas:
1. El derramamiento de sangre que es
consecuencia de la violencia y que resulta normalmente en muerte, como en la guerra o el asesinato.
2. El derramamiento de sangre, que siempre acaba en muerte, efectuado en un
sacrificio a Dios.
Dentro de la primera categoría se podría hacer una subdivisión, especificando que tal sangre derramada puede ser inocente o no, lo cual tiene importantes consecuencias desde el punto de vista legal. Es decir, aunque la violencia siempre es una tragedia, el Antiguo Testamento (y el Nuevo también) distingue entre una que acarrea culpa por parte de quien la ejecuta y otra que no conlleva tal culpabilidad, de ahí que la sangre derramada en el primer caso tenga consecuencias penales capitales que no tiene la derramada en el segundo caso.
Una circunstancia que exime de esas consecuencias penales capitales a quien ha derramado sangre es la involuntariedad, como el ejemplo fortuito mencionado en Deuteronomio 19:4-6, instituyéndose para este tipo de casos las ciudades de refugio, en las que el homicida involuntario podía vivir seguro sin temer represalias. Otra circunstancia eximente sería la guerra bajo determinados presupuestos, cuando la agresión de un contendiente necesariamente ha de tener una respuesta en legítima defensa de la parte agredida, lo cual es la raíz del concepto teológico de guerra justa, concepto que en mi opinión debería modificarse por el de guerra justificada. Claro que al entrar en este escabroso terreno la misma Biblia condena sin paliativos los excesos, barbaries y crueldades que tantas veces van asociadas a la guerra, tal como vemos en los capítulos 1 y 2 del profeta Amós, donde el uso desmedido y gratuito de la fuerza, pasando por alto todo concepto de proporcionalidad y humanidad, son severamente condenados. En ese sentido, la expresión ´ciudad sanguinaria´(2) se aplica a Nínive, la capital del Imperio asirio, tristemente famosa porque en sus conquistas territoriales aplicó salvajes métodos de expansión que hoy denominaríamos de terrorismo internacional. Esto nos lleva a concluir que la guerra es un escenario en el que hay una delgada línea, muy fácil de traspasar, en el que lo eximente se puede convertir en agravante.
Y así,
al sobrepasar determinadas líneas rojas, es como llegamos al concepto de derramamiento de sangre inocente, el cual no está restringido ni mucho menos a determinados actos de guerra. Se produce derramamiento de sangre inocente cuando no hay causa que razonablemente pueda justificar tal hecho. Por ejemplo, así es como Jonatán conceptúa la obsesiva fijación asesina que su padre Saúl tiene contra David(3). Claro que para Saúl sí había causa que justificaba sus deseos de matar a David, ya que veía en él un adversario que se había ganado el cariño del pueblo y por lo tanto alguien que se había convertido en una amenaza para su trono. Pero por esa regla de tres si nos atuviéramos a los razonamientos de los derramadores de sangre inocente no habría nunca tal sangre inocente, pues siempre todo asesino tiene motivo justificado, en su propia opinión, para matar. Es necesario aducir causas objetivas y de suficiente peso para que la sangre derramada no sea sangre inocente.
La sentencia de condenación que pende sobre quien es hallado culpable de sangre inocente es inapelable en la Biblia. Es esclarecedor que aunque David derramó mucha sangre sólo hay una por la cual sale condenado sin paliativos: la de Urías, el marido de Betsabé, a quien mandó matar al no servirle de coartada para su adulterio. Aunque en el capítulo 12 de 2 Samuel no aparece la expresión ´sangre inocente´ referida a Urías, es obvio que implícitamente el concepto está allí, de otra manera sería impensable que este derramamiento de sangre fuera castigado por Dios de una manera tan severa, hasta el punto de que el hijo que Betsabé espera de David muera poco después de nacer y que a partir de ese momento el entorno familiar de David se convierta en un escenario de violencia desmedida.
La sangre inocente derramada no tiene eximente ni justificación alguna ante los ojos de Dios, por eso no puede quedar impune. Y en el caso de que así se pretenda es Dios mismo quien interviene para pedir cuentas al directamente responsable y a los que encubrieren tal acto. De ahí el procedimiento expiatorio que ordena hacer cuando un asesinato se ha producido y no se consigue dar con el culpable, en el que los líderes de la comunidad expresan su ignorancia sobre la autoría del mismo y su pesar sincero por lo que ha ocurrido, ofreciendo una víctima en sustitución penal(4). Es interesante que el primer caso de muerte habido en la humanidad haya sido producto de un asesinato(5) en el que al asesinado, Abel, perfectamente se le podría calificar de sangre inocente, algo que conlleva la maldición y el destierro para el asesino.
Cuando se enumeran los pecados de Israel uno de los que se mencionan es el derramamiento de sangre inocente que de diversas maneras practicaron, siendo una de ellas el sacrificio cruento de sus hijos y sus hijas a los ídolos(6). Cuando el autor de Reyes aduce las causas del principio de la caída de Jerusalén a manos de los caldeos menciona explícitamente el derramamiento masivo de sangre inocente como una de ellas(7).
¿Cómo conceptuar el aborto? ¿Como una mera operación quirúrgica en el que se extrae de la mujer algo no deseado? ¿O como un derramamiento de sangre inocente, esta vez por causa de otros ídolos, en el que hay unos ejecutores, unos cómplices y unos encubridores por activa y por pasiva? Es uno de los pecados colectivos más repulsivos de nuestra sociedad y algo por la que sale culpable.
1) Theological Wordbook of the Old Testament, Moody Press, Chicago
2) Nahúm 3:1
3) 1 Samuel 19:5
4) Números 21:6-8
5) Génesis 4:8
6) Salmo 106:38
7) 2 Reyes 24:2-4
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