El perverso adagio de que lo que es de todos no es de nadie, tendría aquí una expresión añadida: y lo que no es de nadie se lo apropian unos pocos bribones. Y es que todo lo referente a la Hacienda pública se presta, cuando hay tortuosidad, a todo tipo de malversaciones y abusos. Si además no hay mecanismos de control ya tenemos todos los ingredientes para el enriquecimiento personal a costa de de los bienes públicos.
Si hubo alguien que alguna vez se pudo haber enriquecido personalmente gracias a haber metido la mano en lo que no era suyo, ése fue José. Y si hubo alguien que podría haber encontrado justificaciones abundantes para hacerlo, de nuevo es José el candidato. Y sin embargo aquí estamos ante un hombre con las manos limpias; unas manos por las que pasaban a diario grandes sumas de dinero. Sin embargo, su sentido de la mayordomía responsable hará que de todo lo que pase por sus manos nada se quede en ellas. El texto bíblico es lacónico pero suficientemente claro:
´Y recogió José todo el dinero que había en tierra de Egipto y en la tierra de Canaán, por los alimentos que de él compraban; y metió José el dinero en casa de Faraón.´(1) El dinero que recoge es el mismo que entrega.
Mayordomía responsable es un gran concepto que todo aquel que se dedica a las cosas públicas debería tener bien presente antes de entrar en las mismas.
Un mayordomo no es el dueño de los bienes que tiene entre manos sino el administrador de los mismos, de cuya gestión deberá rendir cuentas ante aquel o aquellos que son los auténticos dueños. Es por eso que no sólo en economía sino también en política la idea de rendir cuentas es primordial para que un sistema de poder no degenere en abuso o prepotencia; de ahí que toda pretensión por parte de cualquier funcionario de estar exento de rendir cuentas ya contiene el germen mismo de la corrupción.
Si tal pretensión está además ratificada por la costumbre o la legalidad, entonces estamos ante la legitimación de la corrupción. Por eso las dictaduras son propicio caldo de cultivo para la misma, porque ciertas personas consideran que están por encima de tener que dar cuentas a los demás. Este concepto de rendición de cuentas por parte del funcionario público se convertirá en un principio sagrado para la democracia; principio, por otra parte, que no nace con la democracia moderna sino que hunde sus raíces en el Libro de los libros, tal como nos enseña Samuel en su discurso de despedida ante el pueblo(2).
No obstante, para que haya mayordomía responsable hace falta algo más que mecanismos de control. De ahí que en las democracias se puedan dar, y se den, casos de funcionarios públicos (y un funcionario público abarca desde el simple ordenanza en cualquier Ministerio hasta el presidente del Gobierno) que malversan aquello que no es suyo con un provecho particular, a pesar de tales mecanismos. Y es que hace falta algo añadido, algo que tiene que ver con la calidad personal, lo cual ya no hay mecanismo de control que pueda detectarlo ni mucho menos infundirlo, ya que se trata de realidades internas inaprensibles. Esa calidad personal está sustentada por la integridad del individuo.
Si hubiera que definir a José podría hacerse escuetamente así: un hombre íntegro. En él se aunaron la capacidad profesional y la integridad personal para producir un funcionario modélico para ayer, para hoy y para siempre.
Si hubiera sido un profesional capaz pero sin integridad personal estaríamos ante un competente corrupto.
Si hubiera sido un modelo de integridad pero sin capacidad profesional estaríamos ante un incompetente honrado.
Pero ambas facetas, capacidad e integridad, nos dan a alguien que hizo una diferencia en la nación a la cual sirvió.
No obstante, su integridad no se va a poner de manifiesto por primera vez cuando sea promovido al alto cargo que ocupó. Cuando todavía era un don nadie, José ya había dado pruebas fehacientes de tal integridad en asuntos económicos y más que económicos; no es extraño, pues, que con ese bagaje vuelva a dar sobradas muestras de la misma cuando ya es alguien, lo cual no hace sino corroborar el principio que Jesús establecerá más tarde acerca de la continuidad que hay entre ser fiel, o infiel, en lo poco y en lo mucho(3).
Pero la integridad de José en asuntos económicos va a la par con su integridad en asuntos de índole que están por debajo de la cintura(4). Lo cual nos muestra que la integridad o es un todo, la misma definición de la palabra así lo exige, o no es nada.
Esto nos lleva a una conclusión muy importante: para que haya integridad ha de haber una consonancia entre la vida privada y la vida pública, siendo la primera el baluarte de la segunda.
Así pues, José es un hombre honesto en asuntos que atañen a la esfera del dinero público así como lo es en los que conciernen a su sexualidad privada. Aquí en España se ridiculizó esa segunda faceta suya en aquella zarzuela de 1910 titulada
La corte de Faraón, en la que se le presenta como ´el casto José´, con el matiz sarcástico puesto en la palabra ´casto´. ¡Todo un exponente del alma española y de su concepción de la integridad! No nos importa si un cargo público es un golfo en su vida privada, pero sí queremos que maneje los fondos públicos con honradez. Pero ¿cómo puede ser alguien un pendón y un virtuoso al mismo tiempo? Ridiculizamos al casto José, pero al mismo tiempo queremos que José sea íntegro. El colmo de la contradicción.
1) Génesis 47:14
2) Samuel 12:3
3) Lucas 16:10
4) Génesis 39:12
Si quieres comentar o