El caso de este muchacho me hizo pensar en tantos y tantos emigrantes que llegan a España huyendo de una pesadilla de estrecheces y penurias laborales y económicas en sus países de origen para encontrar aquí un mejor porvenir. Algunos de ellos lo encuentran, materialmente hablando, pero otros, arrastrando problemas personales y familiares no resueltos, hallan que con su venida a España su situación, lejos de mejorar, se ha complicado aun más: La soledad, la desorientación y el desarraigo unidos al deslumbrante escaparate del consumismo y el materialismo dominantes, terminan por sumirlos en un caos todavía mayor del que querían huir.
Pero la conversación con mi joven amigo emigrante me hizo pensar en otra cosa también, pues mientras hablábamos me di cuenta de la peligrosidad que las fiestas en que vivimos inmersos. El derroche, los excesos, el desmadre generalizado y la invitación a la trasgresión estarán ahí y la fuerza de esa vorágine se lleva por delante todo lo que pilla. Ahí estaba mi joven amigo, con su sincero deseo de vencer un persistente y agudo problema. Pero ahí estaba, al mismo tiempo, amenazante e inquietante, la proximidad de las fiestas navideñas.
De manera que tuvimos que pensar en cosas prácticas para prever y eludir las encerronas en las que, casi sin buscarlas, puede verse envuelto dentro de unos días. Y al ver que teníamos que tomar medidas especiales porque se acerca la Navidad no pude reprimir un sentimiento de estupefacción al contemplar en lo que estas fiestas se han convertido: Exactamente en lo contrario de lo que deberían ser, en una especie de agujero negro que succiona todo lo que cae en su radio de acción. Las fiestas de la fe, del amor, de la esperanza, de la luz, de la alegría y de la piedad, se han convertido en las fiestas de la disipación, de la iniquidad, de la desvergüenza, de la oscuridad y de la mundanalidad. En lugar de ser la ocasión que ayuda a los que su camino quieren enderezar se han convertido en un tropiezo de maldad.
¡Ay Navidad! ¡No hay quien te reconozca! ¡Tú eres la prueba palpable de lo que somos capaces de hacer los humanos con lo bueno, lo limpio y lo sublime! Pero ¿de qué me admiro? Si hemos sido capaces de convertir este hermoso planeta en un estercolero moral y material no es maravilla que hayamos podido convertir la Navidad en Vanidad.
Y sin embargo, y a pesar de nosotros mismos, la realidad de la Navidad sigue ahí, tal como nos la muestra el texto bíblico arriba citado, con su mensaje de salvación. Podríamos dividirlo en tres partes:
- La planificación de la salvación: ´cuando vino el cumplimiento del tiempo.´ La primera Navidad no fue un accidente de la Historia, ni una casualidad producto del azar, sino un acontecimiento sabiamente planificado. No se trata de una improvisación sobre la marcha, ni de un parche, sino de algo concebido y pensado desde la eternidad. De la misma manera que nosotros no dejamos a la improvisación las cosas verdaderamente importantes, así es impensable que Dios dejara el momento cumbre de la Historia sin una ordenación por anticipado de todos sus detalles. La frase ´el cumplimiento del tiempo´ nos habla de algo que ocurre en el momento preciso, en el instante previsto, lo cual muestra el control y el poder del que lo planeó todo para administrar su propósito.
- La ejecución de la salvación: ´Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley.´ Que consiste en la Encarnación del Hijo de Dios: acto único porque no tiene parangón con ningún otro, acto sublime porque es la conjunción de lo divino y lo humano en una Persona, acto indisoluble porque ni siquiera la muerte del Hijo de Dios pudo quebrar esa conjunción. Que consiste en la Humillación del Hijos de Dios: su sometimiento a las demandas de la ley que él mismo había promulgado, su ser puesto a prueba para demostrar su categoría, su partir de cero aun siéndolo todo. Que consiste en la Redención efectuada por el Hijo de Dios: rescate hecho posible gracias al pago efectuado, la sangre, esto es, la vida, del Hijo de Dios; rescate de una condenación eterna porque la ley justa demanda sentencia sobre los trasgresores.
- La aplicación de la salvación: ´a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.´ Que consiste en la adopción, es decir, en el acto de ser declarados y reconocidos como hijos por el Padre. Que consiste en la regeneración, esto es, en el hecho de recibir una nueva naturaleza, que es el Espíritu de filiación, el mismo Espíritu de Jesús, el Hijo por antonomasia. Que consiste en una relación con el Padre, que es cálida e íntima como la palabra Abba expresa. Que consiste en una herencia, la más grande y valiosa que pueda haber.
Gracias, Padre amado, porque a pesar de todo, la luz de la Navidad sigue y seguirá brillando como faro en medio de la noche. Que muchos perdidos en el mar de la vida puedan ser iluminados por ella en estos días.
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