De hecho, muchos barcos preferían evitar rodear la península del Peloponeso, para lo cual atracaban en Corinto, desembarcaban la mercancía que era transportada al otro lado del istmo y allí era vuelta a embarcar en otra nave, ahorrándose así una peligrosa travesía alrededor del cabo Maléa, al sur. Por lo tanto, el mar Jónico a la izquierda y el mar Egeo a la derecha estaban más cerca, gracias a la ventaja que otorgaba la posición de Corinto.
Todo este trasiego de personas y mercancías dejaba, naturalmente, sus pingües ganancias en la ciudad, a tal punto que se convirtió en la capital administrativa de la provincia romana de Acaya, relegando incluso a Atenas a un puesto de segunda categoría en la región.
Ahora bien, un puerto de mar de la importancia de Corinto, donde el dinero, el comercio y el lujo eran la savia vital que daba vida a la ciudad, fácilmente se convertía también en un centro donde el entretenimiento, la disipación y el vicio tendían sus redes para captar a tantos viajeros, comerciantes y marineros que por allí pasaban. Los que vivimos en nuestras modernas sociedades, sabemos bien que el consumo consiste en que
mientras unos trabajan para ganar dinero, otros trabajan para idear maneras en que aquellos se lo gasten. Una de esas maneras ideada hoy y ayer para que nos lo gastemos, tiene que ver con el placer y el deleite en alguna de sus muchas formas. Tristemente no siempre esas formas son ordenadas y lícitas, ya que en la naturaleza humana hay una propensión a degradar lo bueno en perverso. Pues bien, eso pasaba en Corinto.
Era proverbial la pésima fama que la ciudad había adquirido en el mundo antiguo. Un mundo no precisamente inclinado a promover valores como el pudor o la castidad, pero que
ante el vicio desmedido de Corinto, que sobrepasaba todo lo imaginable, acuñó una expresión peculiar, corintizar, para describir su modo de vida. El comentarista William Barclay nos deja al respecto unas pinceladas por las que podemos deducir algo del ambiente moral de la ciudad:
´Por encima del istmo se elevaba la colina de la Acrópolis en la que estaba el gran templo de Afrodita, la Venus griega, la diosa del amor. Había adscritas a ese templo mil sacerdotisas, que eran en realidad una especie de prostitutas sagradas, que bajaban de la Acrópolis todas las tardes para cumplir su ´ministerio´ por las calles de Corinto… Además de esos vicios públicos, florecían otros mucho más recónditos que habían llegado con los viajeros y los marinos desde tierras remotas, de tal manera que Corinto llegó a ser sinónimo, no sólo de riqueza y de lujo, sino también de borrachera, libertinaje y degradación.´(1)
A esa ciudad es adonde Pablo llegó, tras pasar por Atenas, en su segundo viaje misionero. Era salir del reino del intelecto para entrar en el dominio de la inmoralidad, si bien ambas esferas tenían un denominador común: estar fuera del señorío de Cristo.
La estancia y predicación de Pablo en Corinto tuvo fruto, surgiendo como resultado una asamblea cristiana. Seguramente se trata de la iglesia mejor conocida del Nuevo Testamento, dados los numerosos datos sobre su vida interna que tenemos recogidos en las dos cartas que el apóstol les escribió.
Del estudio de la primera carta resultan algunas lecciones importantes que van en la línea de lo que venimos diciendo:- La palabra fornicación o sus derivados aparece 13 veces, siendo el documento del Nuevo Testamento en el que más ocasiones está, solamente superado por Apocalipsis donde se encuentra 17 veces.
- En la lista de pecados mencionada en 6:9-10, Pablo coloca en primer lugar a la fornicación, unida a la idolatría, que en aquel ambiente tenía claras connotaciones sexuales, seguida por el adulterio, el afeminamiento y la homosexualidad.
- El entorno nos condiciona hasta tal punto que la permisividad circundante nos impone, casi sin darnos cuenta, sus propios valores. Por eso nadie en la iglesia se había inmutado ante el flagrante caso de incesto que en su seno se estaba dando(2). En otras palabras, el ambiente corrupto de la ciudad ejercía su influencia sobre los mismos cristianos.
- Lejos de acomodar el mensaje cristiano y sus repercusiones morales a la degradada moral de Corinto, el apóstol señala la santidad del cuerpo humano y especialmente el del cristiano, por cuatro razones supremas:
- a.- Una razón de trascendencia: ´y Dios que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder´(3) El valor del cuerpo sobrepasa el ámbito de esta vida, porque será objeto de resurrección.
- b.- Una razón de pertenencia: ´vuestros cuerpos son miembros de Cristo´(4) Nuestro cuerpo, y no solo nuestra alma, es parte del Cuerpo del cual Cristo es Cabeza.
- c.- Una razón de cohabitación: ´vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo´(5) Nuestro cuerpo es morada de Dios.
- d.- Una razón de adquisición: ´habéis sido comprados por precio´(6) Nuestro cuerpo, y no solo nuestra alma, ha sido objeto de redención.
Que el apóstol tuviera que enseñar estas verdades elementales a aquellos cristianos, es un síntoma evidente de cuán errados andaban a causa de la influencia del mundo en sus vidas.
Los que hoy afirman, de manera mordaz, que no debemos preocuparnos tanto por los desórdenes que están por debajo de la cintura, deberían leer esta carta, porque al afirmar eso están implícitamente confesando hasta qué punto el mundo manda en sus pensamientos.
La ciudad de Corinto no era muy diferente de nuestras modernas ciudades, donde el poder de la inmoralidad sexual tiene cautivos a muchos. Por eso, como hizo Pablo, hemos de ir con el evangelio a aquellos que están atrapados en tales desviaciones.
1) Comentario al Nuevo Testamento, 1ª y 2ª Corintios, William Barclay, CLIE.
2) 1ª Corintios 5:1
3) 1ª Corintios 6:14
4) 1ª Corintios 6:15
5) 1ª Corintios 6:19
6) 1ª Corintios 6:20
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