Sin embargo, y con todo el peso que tienen todas y cada una de las plenarias, seminarios y talleres, echo en falta una de importancia vital: las misiones. Según algunos títulos de ciertos seminarios y talleres puede ser que la idea de las misiones esté de alguna forma presente, pero siempre desde una perspectiva
ad intra no
ad extra. Me explico. Ante el fenómeno de la inmigración que ha cambiado la faz de España y de las iglesias evangélicas, nos hemos concienciado de la importancia de atender las necesidades espirituales y materiales de los extranjeros residentes en nuestro país. Llevar el evangelio a los inmigrantes que no lo conocen y pastorear a los que sí lo conocen, puede considerarse una misión, pero es una misión
ad intra, esto es, hacia dentro, sin movernos de casa. Por supuesto que es una tarea necesaria, en la que aprovechamos las circunstancias migratorias que, por razones económicas principalmente, han hecho de España una tierra receptora de extranjeros.
Pero el concepto de misión ad intra no es el que Jesús primordialmente tenía en mente cuando ordenó la Gran Comisión. Las expresiones ´por todo el mundo´ (1), ´a todas las naciones´ (2) y ´hasta lo último de la tierra´ (3) no dejan lugar a dudas de que su concepto misionero era ad extra, esto es, hacia fuera. Si tenemos en cuenta que estas fueron sus últimas palabras antes de ascender, eso significa que en ellas está expresada su última y concluyente voluntad para la Iglesia. Una encomienda definida y definitiva. Ahora bien, aquí es donde está la gran omisión en el VII Congreso Evangélico Español, al no haber cabida en el mismo para un seminario o taller, no digo una plenaria, en el que se tratara, siquiera de forma incipiente, la responsabilidad misionera que la iglesia en España y de España tiene.
Pero esta omisión no es una casualidad, sino que es reveladora del lugar que ocupan las misiones en el corazón de muchos líderes evangélicos españoles y también del sitio que tienen en el de muchos creyentes de a pie. Es reveladora del concepto de iglesia que tenemos: una iglesia
ad intra, que mira hacia dentro. Una iglesia receptora de misioneros, pero no comisionadora de ellos. Hace años nos agarrábamos a la justificación de que la iglesia evangélica en España era pequeña y económicamente pobre para poder enviar misioneros; hoy, desde luego, el segundo factor es indefendible y, si hacemos caso a las estadísticas que desde instancias oficiales se manejan, el primer factor también lo es. ¿Cuándo vamos a dar el salto cualitativo de dejar de mirarnos el ombligo y comenzar a mirar más allá de la punta de nuestra nariz? ¿Cuándo vamos a tomar las palabras de Jesús, de misión
ad extra, como algo que nos compete directamente? ¿Cuándo vamos a dar señales de madurez suficiente para pensar en dar y no tanto en recibir? ¿No merecían las misiones
ad extra un hueco, por derecho propio, en el importante acontecimiento a celebrarse en Barcelona?
“Eppur si muove” (´Y sin embargo se mueve´), es lo que dijo Galileo tras ser obligado en 1633 a abjurar del ´error´ de que la tierra se mueve alrededor del sol. La frase representa la cruda constatación de que no se puede negar ni pasar por alto la realidad. Pues bien, ese ´y sin embargo se mueve´ se podría aplicar también a las misiones en España, que a pesar de la atrofia que sufren a tantos niveles: institucionales, denominacionales, locales, etc. no obstante se mueven; lentamente, pero se mueven. Pero ese mover es gracias a unos pocos locos que han hecho suyas las palabras del Maestro y se han atrevido a ir adonde nadie pensaría en ir. Han dejado sus comodidades, sus iglesias, sus empleos y se han embarcado en una aventura de alto riesgo, no siendo del todo comprendidos ni siquiera por los mismos que deberían apoyarlos. Conozco a algunos de esos locos. A algunos que están en países donde el secuestro de occidentales y los coches-bomba son parte del vivir cotidiano. A algunos que están sirviendo en países donde la media luna impera. A algunos que están viviendo en condiciones donde la precariedad más absoluta es el pan de cada día. Y doy gracias a Dios por ellos y espero que, a pesar de la miopía misionera generalizada, su ejemplo cunda y muchos salgan de las iglesias de España, allende nuestras fronteras, para llevar el evangelio de Cristo como embajadores suyos.
En su mítica canción ´Blowing in the wind´, Bob Dylan hacía algunas preguntas como:
´¿Cuántas veces debe un hombre mirar hacia arriba
Antes de poder ver el cielo?
¿Cuántas orejas debe tener un hombre
Antes de poder oír el llanto de la gente?
¿Cuántas muertes harán falta hasta que se sepa
Que demasiada gente ha muerto?´
Pues bien, parafraseando su canción yo me pregunto:
- ¿Cuánto tiempo hará falta para sacar a la iglesia de España de su sopor misionero?
- ¿Cuánto tiempo será necesario para despertar a sus líderes del sueño?
- ¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para que la Gran Omisión sea en España la Gran Comisión?
Para Dylan, la respuesta estaba titubeando en el viento. Si tenemos en cuenta que en hebreo y griego la palabra para viento es espíritu, entonces tendremos la respuesta a mis preguntas. Sí, la respuesta está en el espíritu. En primer lugar en el Espíritu con mayúscula, que es el Espíritu Santo, el cual llama y envía a los misioneros. Pero la respuesta está también en el espíritu con minúscula, es decir, en el de algunos locos que responden a ese llamamiento porque en sus espíritus hay un ardor por Dios y por las misiones.
1) Marcos 16:15
2) Mateo 28:19
3) Hechos 1:8
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