La razón de su extraordinaria capacidad de proliferación la ignoro, especialmente si tenemos en cuenta que hay otras etnias en nuestro planeta que están al borde de la extinción. Aunque algo que he aprendido sobre ellos en los últimos años es el significado de la frase ´trabajar más que un chino´. Y es que desde que en Madrid proliferan las tiendas chinas es fácil entenderla: sea la hora que sea están abiertas, sin importar que sea laborable, domingo o festivo.
Pero
lo que me propongo es desafiar las estadísticas y afirmar que los chinos no son, ni de lejos, la población más numerosa del mundo. Son sobrepasados en gran manera por los franceses. Sí, repito, los franceses constituyen la mayoría abrumadora de la población mundial. Y no sólo actualmente, sino que siempre ha sido así y, mientras este mundo exista, siempre será así. ¿Cuál es la razón por la que me atrevo a negar una evidencia tan contundente y a plantear una proposición tan extravagante? Simplemente los hechos. Y ya se sabe, no hay nada más obstinado que los hechos, según dijera Lenin.
La razón de mi excéntrico planteamiento obedece simplemente a la constatación de una realidad y a la aplicación a la misma de una frase hecha. La frase en cuestión es ´despedirse a la francesa´ y se aplica a la persona que desaparece sin dejar rastro y sin decir adiós. Es una expresión sinónima de mala educación, ingratitud y desprecio. Parece que el origen hay que buscarlo en Francia, donde originalmente no tenía la connotación negativa que ahora tiene. Efectivamente, el modismo francés
sans adieu (sin adiós) significaba originalmente que alguien no se despedía a causa del agrado que le producía la compañía con la que había estado y con la cual se tenía el propósito de volver. En otras palabras, decir adiós hubiera significado una muestra de desagrado y ruptura. Otra teoría sobre el origen de esta expresión es la que coloca su procedencia en el siglo XVIII entre la alta burguesía francesa, que consideraba un rasgo de mala educación interrumpir a los anfitriones con una despedida en el momento de la partida.
Sea como fuere, lo cierto es que la frase
sans adieu pasó al español con un significado totalmente diferente, en el sentido ya mencionado. Y no solamente al español; también el inglés recogió la expresión con el mismo sentido y así encontramos
to leave without saying goodbye o
to take French leave, es decir, despedirse a la francesa. Claro que al difundirse este significado tan peyorativo, los franceses inmediatamente se lo adjudicaron a los ingleses y así pasó a su lengua la expresión
filer à l´anglaise (despedirse a la inglesa). Es comprensible que algo tan desagradable no lo quisieran para sí, aunque es revelador que dos pueblos tan opuestos como el español y el inglés coincidan en la apreciación de que es un rasgo francés.
Pues bien,
a lo largo de los años voy verificando la realidad de la afirmación. Solamente que con una salvedad: los que se despiden a la francesa pueden ser españoles, ingleses, ecuatorianos, rusos, estadounidenses, nigerianos, argentinos, vietnamitas y de cualquier nacionalidad (también franceses), porque la mala educación y la ingratitud no son patrimonio de tal o cual pueblo. En ese sentido hay muchísimos franceses en el mundo, hasta varios miles de millones. Por eso digo que los franceses superan con creces a los chinos en número. En mi experiencia personal lo más chocante es que los que se despiden a la francesa suelen ser las personas por las que más has bregado, más tiempo has empleado y más energía has gastado. Personas que desaparecen, como si la tierra se las hubiera tragado, una vez que han recibido la ayuda que andaban buscando.
Pero
para que no parezca que ésta es una teoría personal mía, lo respaldaré con una escena de la vida de Jesús recogida en el texto inferior. Allí tenemos a diez personas con un perjuicio mayor en común, como era la lepra. Naturalmente, todos anhelaban ser libres de tal azote. Y allí vinieron al encuentro de Jesús. Los diez con el mismo clamor, recibieron la misma experiencia libertadora en sus cuerpos. Sin embargo, sorprendentemente, sólo uno volvió para darle gracias a su Sanador. Los otros nueve apretaron el paso en la dirección contraria a Cristo para apresurarse a recibir el certificado de limpieza de manos de los sacerdotes, que acreditaba su reincorporación plena a la sociedad. Jamás volvieron para darle un simple ´gracias´ a Jesús.
Ni siquiera se tomaron la molestia de emplear unos instantes en responder de alguna manera al que tanto había hecho por ellos. La estadística aquí muestra que de estos diez, nueve eran franceses (aunque su nacionalidad fuera hebrea). Eso quiere decir que la población mundial está compuesta por un noventa por ciento de franceses, esto es, de desagradecidos y mal educados. Por lo tanto mi teoría es más que una teoría, es un hecho científico comprobado multitud de veces por la experiencia. Procuremos situarnos en el diez por ciento restante.
´Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?
Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.´ (Lucas 17:11-19)
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