Los estrategas de la UCD, partido que ganó aquellas elecciones, supieron sintonizar en el ánimo de muchos con la palabra en cuestión. Para la clase media era su santo y seña, su razón de ser; para la clase obrera su aspiración. Los primeros, atentos a su estabilidad y bolsillo, vieron en dicha palabra garantizada su posición; los segundos, habiendo apostatado de hipotéticos paraísos socialistas y proletarios que los GULAGS se habían encargado de poner en evidencia, captaron en la misma algo práctico a lo cual agarrarse, aunque en sus tumbas se revolvieran los huesos de Marx y Engels.
Bienestar: he aquí la palabra que a todos los españoles encandiló, el flechazo que dulcemente nos hirió como Cupido hiere a los enamorados. Nos sacaría de nuestro secular atraso y aislamiento y nos uniría en propósito con los países más avanzados de Europa que habían desarrollado toda una teoría del Estado del bienestar (
the welfare state), mediante la cual cualquier contingencia del tipo que fuera: Enfermedad, catástrofe, vejez, accidente, desempleo, etc. quedaba cubierta, amén de asegurar las necesidades sanitarias, educativas y de vivienda.
El estado del bienestar era la realización occidental de la
secuencia vital permanente que el famoso antropólogo Bronislaw Malinowski (1884-1942) propuso como método para entender cualquier cultura. Según él, los seres humanos tenemos una serie de necesidades básicas, siete concretamente, que buscamos satisfacer: metabolismo (alimento), reproducción (impulso sexual), comodidad (vestuario, vivienda), seguridad (prevención de daños), movimiento (actividad lúdica), crecimiento (psicológico) y salud. Pues bien, esto es lo que los españoles queríamos para nosotros mismos y por eso nos enrolamos fervorosamente bajo la bandera del bienestar. Demasiado tiempo habíamos pasado en nuestra atormentada historia enfrentados entre nosotros mismos por militar bajo fratricidas banderas ideológicas. A partir de ahora ya no sería así y el bienestar nos hermanaría a todos por primera y definitiva vez. Lo demás sería secundario.
Pero el Estado del bienestar occidental y la secuencia vital permanente de Malinowski tienen una gran carencia: No contemplan al ser humano en su dimensión espiritual, en su necesidad de algo más que pan y fútbol; es decir, en su trascendencia. Y por eso, aunque en España se ha logrado el sueño de la abundancia económica y de ser un país exportador de mano de obra ha pasado a recibirla y de una economía de supervivencia ahora posee otra de opulencia, sin embargo, individual y familiarmente parece que algo no funciona y a las estadísticas me remito. Cada cinco minutos se rompe un matrimonio, lo que contabiliza cien mil rupturas anuales, de las cuales la mitad no aguantan diez años de convivencia y más de las dos terceras partes no llegan a los quince años. A este paso los matrimonios que cumplan las bodas de plata van a ser una especie minoritaria y los que alcancen las de oro todo un insólito récord semejante a los del Guinness. Pero hay otra cifra peor: La del semanal asesinato en el seno del hogar cuya víctima suele ser la mujer. Un suma y sigue que parece no tener fin.
Ahora bien, si hemos alcanzado las cotas de bienestar que hace años se nos prometieron y nos hemos equiparado con las naciones occidentales desarrolladas en la obtención de las necesidades básicas y hasta de las que no lo son
¿Qué es lo que no funciona? ¿Por qué no somos un pueblo feliz? ¿Por qué la célula básica de la sociedad española está gravemente enferma?
- Porque no buscamos el bienestar donde hay que buscarlo.
- Porque no buscamos el verdadero bienestar sino un sucedáneo del mismo.
- Porque lo queremos conseguir por métodos equivocados.
El pasaje bíblico arriba citado contiene el concepto de bienestar en la frase ‘para que te vaya bien’, de manera que hace 3.500 años alguien habló ya del bienestar. No es, pues, un invento de Malinowski ni de la UCD ni de los estadistas occidentales: Es una idea de Dios.
Pero notemos que hay dos requisitos previos: Aprende y reflexiona.
Estas dos palabras nos hablan de pensar, meditar y también de ser humildes para dejar que otro nos instruya. En la vida hay dos clases de personas: Los que saben que no saben, que son quienes reconocen su ignorancia (docta ignorancia) pero que son la minoría y los que no saben que no saben e ignoran su ignorancia (necia ignorancia) presumiendo que saben y que son la mayoría.
A los que saben que no saben se les enseña en ese texto cuál es la fuente de donde mana el verdadero bienestar, que no es otra que Dios mismo. A los que saben que no saben se les muestra en el mismo en qué consiste el verdadero bienestar: Una relación armoniosa con Dios, de la cual manan las verdaderas riquezas: Justicia, paz, libertad, verdad, amor y alegría. A los que saben que no saben se les enseña cómo obtener y conservar ese verdadero bienestar, que no es por otro medio sino por el camino de la obediencia a la Palabra de Dios. Finalmente, a los que saben que no saben se les garantiza que tal bienestar es algo perdurable y que se transmite a sus descendientes.
España, éste es el bienestar que has de buscar para que tu bienestar no se torne en malestar.
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