Es muy difícil sistematizar las enseñanzas gnósticas por la simple razón de que hay una casi infinita variedad de sistemas gnósticos, perfilados cada uno de acuerdo al pensamiento de los innumerables maestros que tuvieron. Sin embargo, a grandes rasgos podemos resumirlos así: Hay una oposición eterna entre el Dios trascendente y la materia, siendo ésta el origen del mal, de ahí el dualismo que profesaban. Entre el mundo y el Ser supremo hay una serie de emanaciones llamadas
eones. El problema del mal consiste en la rebelión de uno de esos
eones, el
demiurgo, quien a su vez fue quien creó el mundo material. Según algunos gnósticos ese
demiurgo es el Dios del Antiguo Testamento. La Redención consiste en la liberación del alma que está encerrada en la materia. Esta es la obra de otro
eón, llamado Cristo. Por lo tanto, según algunos gnósticos Cristo no tomó cuerpo real porque eso significaría asociarlo con la materia, que es la raíz del mal. Su cuerpo era pura apariencia. Ahora bien, al negar la realidad del cuerpo estaban negando la piedra angular sobre la que se fundamenta la verdad cristiana, que en sus doctrinas cardinales pende de ella: la encarnación, la muerte expiatoria, la resurrección, la ascensión, el estar a la diestra del Padre y la
parusía, son seis grandes acontecimientos necesariamente vinculados al hecho de que Jesús tenga verdadero cuerpo. En el momento que neguemos su realidad o consideremos maligno al cuerpo (como hace el
Evangelio de Judas), automáticamente negamos esos seis acontecimientos capitales en la Historia de la salvación y nos quedamos con nada. Por eso el gnosticismo no era una variante del cristianismo ni los gnósticos eran cristianos disidentes, como la
National Geographic quiere presentarlos, sino que su sistema era anticristo y ellos mismos eran anticristos.
Para dar visos de autoridad a sus fantasías los gnósticos tuvieron que elaborar una serie de documentos ‘apócrifos’, es decir, ‘escondidos’, que sólo estaban al alcance de los iniciados. Así es como salen a la luz en los siglos II y III algunos “evangelios” como el
Evangelio de María, el
Evangelio de Andrés, el
Evangelio de Judas Iscariote, el
Evangelio de Eva, el
Evangelio de Tomás, el
Evangelio de Bartolomé y el
Evangelio de la Verdad entre otros. En estos “evangelios”, con títulos a cual más pretencioso, es donde los gnósticos fabrican sus burdas imaginaciones. No es extraño que muy pronto la palabra ‘apócrifo’ perdiera el significado de ‘escondido’ para tomar el de ‘falso’, ‘espurio’. Porque falsas eran las autorías de esos “evangelios” como falso era también su contenido.
El principal enemigo del gnosticismo fue Ireneo de Lión (c.125-c.200), quien escribió un tratado titulado
Desenmascaramiento y derrocamiento de la pretendida pero falsa gnosis. En el mismo hace un repaso descriptivo de las innumerables escuelas gnósticas para a continuación refutar con argumentos razonables y bíblicos sus enseñanzas. Durante muchos siglos se tuvo que depender de este escrito de Ireneo para conocer al gnosticismo; ahora bien, conocer a alguien por medio de los dichos de su adversario no es la manera más imparcial de conocimiento. Pero he aquí que en 1945 se descubrió la biblioteca de Nag Hammadi en la cual quedó corroborado, por los mismos escritos gnósticos allí encontrados, que la descripción que Ireneo hizo de sus enseñanzas era verídica. En su tratado Ireneo habla del
Evangelio de Judas que ahora está a nuestro alcance y lo hace de esta manera:
‘Otros dicen que Caín nació de una Potestad superior, y se profesan hermanos de Esaú, Coré, los sodomitas y todos sus semejantes. Por eso el Hacedor los atacó, pero a ninguno de ellos pudo hacerles mal. Pues la Sabiduría tomaba para sí misma lo que de ellos había nacido de ella. Y dicen que Judas el traidor fue el único que conoció todas estas cosas exactamente, porque sólo él entre todos conoció la verdad para llevar a cabo el misterio de la traición, por la cual quedaron destruidos todos los seres terrenos y celestiales. Para ello muestran un libro de su invención, que llaman el Evangelio de Judas.’ (4.1.4)
Una muestra de las alucinaciones gnósticas se aprecia sobradamente en el siguiente pasaje, en el que Ireneo expone las enseñanzas de cierto dirigente:
‘Otro ilustre maestro entre ellos, a quien se le tiene por más profundo y conocedor, describe así la primera Cuaterna: Ante todo existió el Protoprincipio (Proarchè), anterior a toda inteligencia, inefable e innombrable, a la que llamo Unicidad (Monóteta). Junto con la Unicidad existe una Potencia a la que también llamo Unidad (Henóteta). Estas Unicidad y Unidad, siendo una sola cosa, engendraron sin dar a luz al Principio de todas las cosas, inteligente, ingénito e invisible, Principio al que solemos llamar Mónada. Junto con esta Mónada existe una Potencia que le es consubstancial, a la que llamo el Uno (Hén). Dichas Potencias, es decir la Unicidad, la Unidad, la Mónada y el Uno, emitieron el resto de los Eones.’ (2.3)
A lo que Ireneo, no pudiendo ya refrenar la burla, responde de esta forma:
‘Pero entonces, según su argumento, nada impide que alguien venga y defina los nombres de otra manera como ésta: «Hay un Protoprincipio real, protodespojado de mente, protovacío de substancia, una Potencia protodotada de redondez, a la que llamo Calabaza. Junto con esta Calabaza hay otra Potencia a la que llamo Supervacío. Estos Calabaza y Supervacío, puesto que son una sola cosa, emitieron sin dar a luz un Fruto dulce y visible que todos pueden comer, al que el lenguaje común llama Pepino. Junto con el Pepino existe una Potencia que goza del mismo poder, a la que llamo Melón. Estas Potencias: la Calabaza, el Supervacío, el Pepino y el Melón, emitieron el resto de los pepinos fruto de los delirios de Valentín». Porque, si para la primera Cuaterna es preciso cambiar el lenguaje común para que cada uno les ponga los nombres que le parece, ¿quién nos puede prohibir usar estos nombres más creíbles y conocidos de todos?’ (2.4)
Verdaderamente la insensatez de estos hombres, si no fuera por las consecuencias desastrosas que acarreaba, no era merecedora más que de risa. La misma que hoy en día provocan algunos “expertos” que salen en su defensa. Pero es lo que dice el verdadero Proverbio:
‘Aunque majes al necio en un mortero entre granos de trigo majados con el pisón, no se apartará de él su necedad.’
(Proverbios 27:22)
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