Cuando Superman nació el año 1938 en la revista
Action Comics, no era simplemente alguien que saltaba edificios. Los autores de Superman eran dos chicos judíos, que se habían conocido en un colegio de Nueva York, en plena persecución nazi. Su
Hombre de Acero era un
super-judío, capaz de enfrentarse a sus opresores. Su héroe llevaba una ese en el pecho, que hacía referencia a sus apellidos: Siegel y Shuster. Aunque estaban en la
Gran Manzana, Jerry Siegel (1914-1996) había nacido en Cleveland (Ohio) y Joe Shuster (1914-1992) en Toronto (Canadá). Los dos eran aficionados a la ciencia-ficción y entraron a trabajar en la compañía DC, después de haber creado Superman en 1933. Siegel hacía los guiones, y Shuster los dibujos.
Cuando uno ve las historias originales de Los Archivos de Superman (publicados por Norma Editorial en Barcelona desde el año 2005), es sorprendente hasta qué punto ha cambiado la serie. El héroe de la América conservadora, amable y decente, era en realidad alguien mucho menos políticamente correcto. Sus aventuras de los años treinta le muestran como un personaje al margen de la ley, que se enfrenta al poder establecido, como un salvador de los oprimidos. Así en la revista nº 8 de enero de 1939, Superman destroza las casas de un barrio pobre, para obligar a las autoridades a construir edificios más modernos de apartamentos, que tengan mejores condiciones. Su idea de justicia le enfrenta una y otra vez a la libertad de empresa, luchando por un estado de bienestar, en la línea del
New Deal de Roosevelt.
Lo más sorprendente sin embargo es su carácter mesiánico. Superman viene de un planeta llamado Krypton, cuya pronunciación recuerda el
Tikkum Olam hebreo, un concepto de restauración de los males de este mundo, qué está en el fondo mismo de la esperanza mesiánica bíblica. La mujer de Siegel, que todavía vive, ha hablado con frecuencia de esta influencia judía, que ha hecho finalmente que su marido forme parte del famoso listado de los cien judíos más influyentes que ha habido en el mundo. Siegel aparece así junto a Moisés, Kissinger o Spielberg. Pero si Superman en
comic, representa en los años treinta la fe del
Antiguo Testamento de un pueblo judío, que anhela la liberación de su opresión
, su llegada al cine en los años setenta, anuncia la llegada del
evangelio de Krypton, en un
Nuevo Testamento, que proclama el cumplimiento de la esperanza mesiánica
…
DE LA PROFECÍA A LA VENIDA DEL HIJO
Cuando Richard Dooner lleva a Superman al cine, acababa de
hacer en 1976 una película sobre el Anticristo,
La Profecía, inspirada por un evangélico. Superman fue concebida originalmente como un díptico. Por lo que la continuación fue rodada en seguida por Richard Lester, ante los desacuerdos de Donner con la producción, pero estrenada dos años después. La historia ha sido recientemente revisada, pero en una de esas versiones inútiles, con las que el Hollywood actual se esfuerza por contar lo peor posible la misma historia.
La película de
Superman (1978) comienza cuando el planeta Krypton está destinado a la destrucción. Hay tres criminales que han sido juzgados y considerados culpables, como la trinidad de
Apocalipsis 16:13: el dragón, la bestia y el falso profeta. Van a ser expulsados, como Satanás del Cielo (
Lucas 10:18). La Trinidad del Padre Jor-El (basado en el nombre bíblico de Dios)
–interpretado por Marlon Brando
–, decide enviar a su Hijo Kal-El al mundo, cuyo nombre
kryptoniano significa Estrella.
Jor-El bendice a su hijo, asegurándole que nunca le abandonará. Todo lo que tiene, le da. Él mismo le llevará en su interior el resto de los días de su vida.
“El hijo se convierte en el padre, y el padre en el hijo”, dice Brando en unas palabras que recuerdan al Evangelio de Juan. El Hijo vendrá a este mundo de una forma sobrenatural, en una cueva en forma de útero, creada por una nave espacial, que trae el Nacimiento de la Estrella. Como Cristo, Superman tiene una doble naturaleza. Vive en una familia humana, pero tiene un origen celestial. Sus prodigios recuerdan los milagros de Jesús, y trabaja en un periódico, que va a dejar registro de las hazañas, que anuncian su venida.
El enemigo de Superman,
Lex Luthor, suena en inglés como Lucifer. Vive bajo tierra, y ofrece a nuestro héroe un reino en este mundo. Superman, sin embargo lleva su cruz colgada al cuello en forma de
kryptonita. Enterrado bajo el agua, experimenta una resurrección, con una nueva Eva como testigo. Superman baja al fuego del infierno, en medio de un terremoto, en el que muere su amada Lois, con un coche como tumba, siendo resucitada por Superman. Para ello nuestro héroe tiene que alterar el tiempo. Lo que logra dando vueltas a la Tierra, para invertir su rotación. Tras cambiar así la Historia, Superman levanta los brazos y asciende a los cielos…
LA SEGUNDA VENIDA DE SUPERMAN
En 1987 aparece la cuarta película sobre Superman, titulada en inglés La búsqueda de la paz. El año 2006 un director judío retoma la serie, volviendo a los orígenes. Aunque Bryan Singer nació en una familia secularizada, cree que “la primera película se inspiró en la historia de Moisés”. Su lectura de la serie es por lo tanto típicamente judía, pero también cristiana. “Sería estúpido no admitir la clara alegoría judeocristiana de los orígenes de Superman”, dice Singer, que vivió en un barrio católico de New Jersey, y recuerda haber ido incluso a un club de jóvenes cristianos. Su familia era también adoptada. Sufrió las consecuencias del divorcio, y pertenece al otro grupo que parece también haber adoptado a Superman como uno de sus iconos, la comunidad
gay (que ve en su encubrimiento en la persona de Kent, a alguien que no “ha salido del armario”).
Varias revistas evangélicas han entrevistado a Singer sobre el aspecto religioso de su película, aunque parece que no le entusiasma hablar del tema. “Sería absurdo decir que esas imágenes mesiánicas no existen en la película”, dice a
Christianity Today. Algunas de ellas no son intencionadas, pero otras están “muy bien pensadas”, hasta el punto de calificarlas de “celebración”. ¿Significa eso que él es creyente? Como tantos hoy, Singer piensa que su espiritualidad pertenece a un mundo personal, que no se identifica con un solo credo. “Al crecer en una cultura judeocristiana, estas cosas encuentran su camino en tu inconsciente y tu forma de narrar historias, pero no hablo mucho sobre esto, ya que soy un director de cine, ¡no un predicador!”, dice riéndose. “Tengo mi propia espiritualidad”, dice Singer: “Oro a mi manera”...
El crítico de
El País, Javier Ocaña, cree que la película “convierte a su personaje en una especie de Jesucristo que muere y resucita, para seguir salvando a la humanidad, a través no sólo de una trama que abunda en esos detalles vitales, sino también de una inconfundible iconografía religiosa”. Volvemos escuchar aquí a Brando como Jor-El, enviando su hijo al mundo. Como Dios hecho hombre, Superman sufre un proceso de humanización, que le lleva a un dolor supremo. Así “el Padre se convertirá en el Hijo”. Su muerte y resurrección, nos puede llevar sin embargo a un exceso de alegorización, que la película no justifica…
Si los cristales
kryptonitas, en la primera parte parecían mantener el espíritu divino de Jor-El, ahora es sólo una forma de tecnología. Luthor cita incluso al escéptico Arthur C. Clarke, para decir que cualquier forma avanzada de tecnología es indistinguible de la magia. Cuando padre e hijo hablan con tal intimidad, más que un eco del Evangelio, hay aquí el ansía de paternidad de alguien que se ha sentido huérfano en este mundo. Su anhelo del padre es conmovedor, pero nos muestra a alguien necesitado de un salvador, no al Salvador mismo. Sin embargo
como dice Luthor, “el corazón humano está sujeto a un engaño monstruoso”. Es por eso que Lois dice que “el mundo no necesita un salvador”, ni ella tampoco. Aunque como Superman nos recuerda, “la gente clama por él cada día”…
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