La noticia, primero en forma de rumor, corrió como la pólvora a una hora punta en la que todas las cadenas de televisión en España comenzaban sus telediarios. Como si de la dimisión de un presidente de gobierno se tratara acaparó al instante el protagonismo total, desplazando a un segundo plano a la gripe aviar y al polvorín de Irak. Y es que el nombre del Real Madrid es algo más que el de un equipo de fútbol y el prestigio asociado a su presidencia va parejo al que pueda ostentar cualquiera de las más altas instituciones del Estado. No en vano es en muchos lugares del mundo, desde el Extremo Oriente hasta América pasando por África, un referente para muchas personas que ni siquiera sabrían situar en un mapa la ubicación de España, pero que se saben de memoria los nombres de los Raúl, Bekham, Ronaldo y Zidane. Si el fútbol es mucho más que deporte, el Real Madrid es la recapitulación de esa afirmación.
Tal vez la ambición ha perdido al ya ex-presidente del Real Madrid. Con olfato empresarial convirtió al club en una máquina de hacer dinero trayendo a los mejores jugadores del mundo y acuñando un término para su proyecto que lo decía todo: galáctico. El problema es que remontarse a esas esferas tan elevadas genera enormes riesgos que podríamos sintetizar en dos: la dificultad de mantenerse de forma sostenida en las mismas y el mal de altura. Es relativamente fácil subir, especialmente si hay mucho dinero por medio, pero lo verdaderamente difícil es mantenerse allí; todos los dicen, especialmente los que se mueven en el mundo del espectáculo. Por eso hay tantos que en un momento determinado tocan la cumbre de la fama para, al poco tiempo, caer sumidos en el olvido incapaces de aguantar el tirón y la tensión que suponen estar allí arriba. El mal de altura es el estado provocado por una rápida ascensión a grandes altitudes que conlleva la insuficiencia de oxígeno en las células, lo que puede generar hasta edemas pulmonares y cerebrales. Entre los síntomas producidos están la inestabilidad, la confusión y las alucinaciones. El conjunto blanco, que ha querido ascender rápidamente a la estratosfera, no ha sido ajeno a ese mal.
Posiblemente en el fracaso actual de Real Madrid pesan los errores tácticos y técnicos, pero parece que el factor determinante es, por encima de todo, las relaciones personales. Los que conocen por dentro la situación afirman que el problema del Real Madrid está en el vestuario, no en el campo. En un sentido no es extraño, ya que cuando varios individuos han sido elevados a la categoría de dioses y no hay nadie que les indique dónde están los límites de su soberanía es muy probable que la colisión entre unos y otros se produzca. Mucho más si, como ha confesado el propio encargado de fijar esos límites, los jugadores están maleducados y confundidos. Así que esta familia estaba compuesta de un padre permisivo rodeado de unos hijos consentidos; es decir, todos los ingredientes para que se produjera la fatal explosión. Al final, el padre consentidor ha sido víctima de los hijos consentidos. ¡Qué aviso y qué lección!
Y esto me llama la atención, porque significa, en definitiva, que hasta una entidad deportiva como es un club de fútbol se mueve por los mismos parámetros que cualquier entidad de otra naturaleza. Las relaciones personales son la piedra de toque para su buen funcionamiento. Más allá de las facultades y de las habilidades prodigiosas que se puedan hacer con un balón, es obligatorio que haya una fluidez personal en el vestuario para que la fluidez profesional en el campo pueda producirse. De lo contrario la guerra del vestuario pasará factura en el campo. Es así de sencillo.
El pasaje bíblico de más abajo nos muestra una escena que describe la vida de una entidad que acababa de nacer: la iglesia de Jerusalén, y es notorio que allí aparecen las relaciones personales como factor clave en el desenvolvimiento y crecimiento de la misma. Obsérvense las siguientes palabras: comunión, juntos (que aparece dos veces), en común y unánimes. Es decir, vocablos todos ellos que hacen hincapié en la armonía y unidad de los miembros de aquella iglesia. Armonía y unidad que se expresaban de forma natural en cauces y maneras muy prácticas y tangibles. Es importante resaltar que esa atmósfera era posible porque nadie se creía ser alguien, ya que la sencillez de corazón era la tónica dominante. Si alguno o algunos hubieran comenzado a sentirse más importantes que los demás, con toda seguridad la comunión se hubiera vuelto muy difícil por no decir imposible. Pero aquí no había estrellas y así nadie se sentía de menos porque nadie se sentía de más. Esa armonía que reinaba hacia dentro tuvo repercusiones hacia fuera, por eso el resultado fue el buen testimonio ante la gente y, sobre todo, el respaldo de Dios manifestado en el crecimiento numérico de la iglesia. Nótese que esta iglesia no tenía como prioridad conseguir una buena imagen hacia el exterior; más bien, lo que se vivía dentro era evidente fuera, de forma que la imagen era el fiel reflejo de la realidad, no algo fabricado.
El Real Madrid nos enseña que se pueden tener los mejores talentos del mundo y, con todo, fracasar porque falta algo muy elemental: la común unión, o sea la comunión. Que Dios nos ayude a aprender la lección.
'Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. Y sobrevino temor a toda persona; y muchas maravillas y señales eran hechas por los apóstoles. Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos.’
(Hechos 2:42-47)
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