Dos de los periódicos más influyentes de los Estados Unidos, el New York Times y el Usa Today, han visto dañada su reputación al haber publicado sensacionales noticias de periodistas que trabajaban para tales medios y que resultaron ser patrañas. Jayson Blair, reportero del primero de los dos diarios mencionados, a veces se inventaba lo que escribía, adjudicando citas textuales a personas que nunca las habían pronunciado, o plagiando lo que otros colegas escribían en otros periódicos. Jack Kelley, quien era corresponsal del Usa Today en zonas de alto riesgo, parecía un genio periodístico al conseguir primicias y exclusivas que nadie más obtenía.
El problema de Kelley, algunos de cuyos artículos fueron portada en el periódico para el que trabajaba, era que él mismo fabricaba la información como si fuera obtenida desde fuentes externas. Durante años estos dos profesionales de la información engañaron a sus jefes y a sus lectores al ofrecerles una mezcla de algo de verdad con un poco o un mucho de mentira, hasta que fueron sorprendidos con las manos en la masa. Si hubieran trabajado para la prensa amarilla o rosa, el asunto no hubiera tenido mayores consecuencias, ya que ese tipo de periodismo vive de la combinación del engaño con la realidad, pero como escribían para dos diarios serios las consecuencias para la credibilidad del periodismo han sido desastrosas. La vieja broma de que en cualquier periódico hay sólo dos verdades, estos es, el precio y la fecha, volvía a resucitar a costa de estos dos malos profesionales.
Una de las grandes esperanzas para los desheredados de Brasil y de todo el mundo, el presidente Lula da Silva, está contra las cuerdas debido al escándalo que salpica a su propio partido, el Partido de los Trabajadores, y a miembros de su Gobierno a causa de la financiación ilícita de la campaña electoral que le aupó al poder en el año 2002. Lula ha tenido que pedir perdón públicamente ante la gravedad de los hechos denunciados, si bien aclarando que él no sabía nada de los tejemanejes de sus asesores y ayudantes. Por supuesto a la oposición le ha faltado tiempo para implicar al presidente en esos turbios asuntos asegurando que Lula lo sabía todo. Sea como fuere, lo cierto es que su credibilidad ha quedado trastocada.
La ONU se ha visto implicada directamente, aunque no exclusivamente, en un gran escándalo internacional al comprobarse que su programa humanitario denominado ‘petróleo por alimentos’, diseñado para aliviar las condiciones de la población iraquí a causa de las sanciones por la primera Guerra del Golfo, en realidad no cumplió su cometido sino que sirvió para que empresas francesas y rusas, entre otras, obtuvieran mediante sobornos la compra del crudo iraquí y Sadam y su régimen desviaran ese dinero para su enriquecimiento personal y otras actividades prohibidas por las sanciones acordadas por la ONU contra Irak. El propio Kofi Annan ha tenido que reconocer el fracaso del programa y admitir que la organización a la que él representa necesita una reforma profunda y urgente.
El mundo científico quedó asombrado por los prodigiosos logros que el científico surcoreano Hwang Woo-suk decía haber conseguido al haber clonado un embrión humano y haber derivado células madre del mismo, lo cual abría una puerta de insospechables avances en el campo de la biomedicina. Prestigiosas revistas científicas como Nature y Science se hicieron eco de los formidables hallazgos de Hwang… hasta que el pasado diciembre él mismo anunció su dimisión de su cargo en la Universidad de Seúl y reconoció haber manipulado deliberadamente sus experimentos. Simplemente todo había sido un descomunal fraude que puso en evidencia a acreditadas instituciones y personas. Concretamente el profesor de ética Peter Singer, catedrático en Princeton y Melbourne, escribió en septiembre de 2005 un contundente artículo en la revista Foreign Policy en el que ponía a caldo a todos los fundamentalistas ultrarreligiosos, ése era el calificativo que empleaba, por creer en la singularidad de cada embrión humano. Pero a partir de ahora, decía Singer, gracias al científico surcoreano ese postulado se vendría abajo. No sé lo que en estos momentos estará haciendo Singer, tal vez se esté escondiendo debajo de los pupitres de su clase en la universidad, abochornado por la colosal metedura de pata a la que un científico sin ética ha llevado al profesor de ética. Sería bueno que Singer le diera a su admirado Hwang algunas clases de esa disciplina. Aunque tal vez a ambos les sería de mucho provecho que los fundamentalistas ultrarreligiosos les dieran unas de moral.
Empresarios, periodistas, políticos, funcionarios, científicos… todos con algo en común: una codicia por lograr algo a cualquier precio, saltándose las normas más elementales de transparencia y verdad.
Hace casi dos mil años alguien, sin ningún currículum profesional salvo el de haber sido pescador, escribió unas acertadas palabras que reproduzco abajo; de ellas hay tres que me impresionan: corrupción, mundo y concupiscencia. La raíz de nuestro problema, según este pescador, es esa extraña palabra denominada concupiscencia, cuyo significado básico es algo así como deseo desordenado. Pues bien, ese deseo desordenado es el origen de la corrupción que invade no a fulano o a mengano, sino al mundo en general. ¡Qué bien describe este pescador ignorante lo que tanto sabiondo no acierta a diagnosticar sobre el estado de cosas de cada uno en particular y de la humanidad en general! También me llama mucho la atención que esas palabras, escritas hace ya tanto tiempo, siguen siendo vigentes hoy en día igual que cuando fueron puestas por escrito. Es decir, a pesar de nuestras pretensiones de haber superado la moral trasnochada de nuestros antepasados, la evidencia dice que seguimos empantanados en la misma asignatura pendiente que ellos: algo dentro de cada uno de nosotros está torcido, razón por la cual el mundo está torcido. Ese algo, la concupiscencia, sólo el evangelio de Jesucristo lo puede arreglar.
'... habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia...'
(2 Pedro 1:4)
Si quieres comentar o