El gráfico de la corriente alterna es la onda sinusoidal en la que un ciclo consta de dos semiciclos: uno positivo y otro negativo y en el que ambos representan el viaje de ida y vuelta que la corriente recorre en un circuito eléctrico. Las aplicaciones que tiene esta característica de la corriente alterna son muy numerosas y han hecho posibles todos los avances que la electricidad y la electrónica han desarrollado en el siglo XX, especialmente en lo que tiene que ver con el mundo de las telecomunicaciones en general. Si no fuera por esas ondas sinusoidales tú no podrías estar leyendo ahora mismo este artículo.
Entre los muchos cambios a los que es posible someter a la corriente alterna hay dos muy significativos: la rectificación y la limitación. Se conoce como
rectificación el proceso mediante el cual es posible convertir una corriente alterna en una corriente continua; para ello se conecta en el circuito un dispositivo electrónico, un semiconductor, que solamente deja pasar la corriente en un sentido; de esta manera, como vemos en la ilustración, la onda de salida sólo tiene semiciclos de un determinado signo, habiendo perdido todos los del contrario. El otro proceso al que es posible someter a este tipo de corriente es el de
limitación o recorte, por el cual se puede modificar la onda sinusoidal en otra rectangular, eliminando los picos positivos o negativos que la señal original tenía, tal como se aprecia en la ilustración. Ambos procesos tienen innumerables aplicaciones prácticas en el ámbito de la tecnología, pero en los dos casos es evidente que nos encontramos ante una modificación o manipulación de la señal de entrada para convertirla en algo diferente a la salida.
Me parece que esta analogía de la electrónica es útil para explicar algunos procesos actuales de cambio que tienen que ver con la comprensión y la difusión del mensaje de la Biblia. Ésta nos ha sido entregada como parte de nuestra herencia espiritual y moral, pero
es posible que podamos convertirnos en rectificadores o recortadores de la misma, modificando o manipulando su mensaje al tratar de adaptarlo al espíritu de la época en la que vivimos. Es evidente que ha de haber una contextualización del mensaje, pero nunca al precio de una rectificación o un recorte del mismo. La rectificación se produce cuando se eliminan del mensaje los aspectos negativos o desagradables del mismo; el recorte cuando se liman esos mismos aspectos para que no lo sean tanto. Pero igual en un caso que en el otro se trata de una manipulación del mensaje. Al hacerlo es posible que seamos mejor vistos y caigamos más simpáticos a nuestros contemporáneos, pero hay que tener cuidado no sea que con ello estemos perdiendo el favor de Dios.
Hay un tipo de evangelización que es abiertamente rectificadora, en el sentido de proclamar sólo una parte del mensaje: la que tiene que ver con las promesas y bendiciones, obviando la contraparte que habla de arrepentimiento y costo del discipulado. En una época donde lo práctico, constructivo y positivo es lo más importante ¿para qué vamos a introducir ingredientes desagradables, como la ira de Dios o la condenación del pecado? Haciéndolo así, es posible que a la corta consigamos mayores resultados, si bien a la larga esos resultados mostrarán su escasa permanencia. Pero
el problema de la rectificación y el recorte no sólo tiene que ver con la evangelización, también con la reflexión teológica. Hay aspectos fundamentales de la Revelación que están siendo sometidos a todo un proceso de revisión para que cuadren con los cánones establecidos y se ajusten al espíritu dominante en nuestra sociedad. Uno de esos aspectos es el que concierne al matrimonio. En este primordial asunto algunos han optado por rectificar a Dios (o su Palabra, que es lo mismo) y otros por recortarlo, para que todas las aristas incómodas que la Biblia nos presenta sobre esta cuestión no sean enojosas para nosotros ni para aquellos que están a nuestro alrededor.
De manera que ante el poderoso movimiento feminista, por un lado, y el no menos poderoso movimiento
gay , por otro, nos batimos en retirada tratando de salvar unos pocos enseres del formidable asedio desplegado. Muchos, acomplejados por ciertos textos de la Biblia que hacen evidente la imposibilidad de cualquier contemporización, buscan por todos los medios esquivar la confrontación, pretendiendo quedarse en una posición de neutralidad; posición que, me temo, no existe. Otros se han decantado por la tolerancia, valor que en estos momentos parece ser el criterio supremo para medir todas las cosas, pero al hacerlo están supeditando la verdad a la tolerancia, relativizando la primera y absolutizando la última, con el consiguiente menoscabo de la autoridad de la Palabra de Dios.
Pero
el texto de Proverbios nos recuerda dos cosas: la primera que hay límites que no se pueden traspasar, la segunda que somos llamados a ser fieles a los mismos. El matrimonio no es solamente una tradición cultural recibida de nuestros antepasados; si solamente fuera eso podríamos permitirnos el lujo de, con todos los riesgos, hacer y deshacer con él según nuestra voluntad. Pero es mucho más que eso; de ahí la importancia decisiva que tiene el combate actual. En el próximo artículo seguiré abordando esta cuestión.
'No traspases los linderos antiguos que pusieron tus padres.'
( Proverbios 22:28 )
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