Claro que no todo eran ventajas: la excesiva familiaridad e informalidad podían producir algún altercado menor entre los de filas contiguas por los continuos cuchicheos del vecino de al lado; pero lo peor de todo eran los fallos técnicos producidos por unos proyectores arcaicos y gastados, de ahí los silbidos o las voces de
‘¡Sonoro! ' cuando no se oía el sonido o, a ritmo de palmas, el ‘
¡Que empiece ya, que el público se va! ' cuando al comienzo de la película el proyector no funcionaba. Pero en fin, ahora en la distancia del tiempo hasta esos inconvenientes se aprecian como parte intrínseca y entrañable de aquellos cines de verano.
Durante los meses de julio y agosto, en mi barrio, el Ayuntamiento ha puesto en marcha esta iniciativa para rescatar ese sabor popular y casi olvidado en las grandes ciudades; así que, más de una noche, después de cenar hemos ido a sentarnos entre nuestros vecinos para tratar de pasar un buen rato frente a una pantalla colocada en una explanada del barrio. Una de las películas programadas era ‘Los chicos del coro', ópera prima del realizador Christophe Barratier y protagonizada por Gérard Jugnot . Después de ver ‘Los chicos del coro' se llega fácilmente a la conclusión de que para hacer una gran película no hace falta que Brad Pitt ni Leonardo di Caprio sean sus protagonistas… basta que un señor, incluso cincuentón y calvo, Gérard Jugnot, sepa desenvolverse magistralmente en su oficio para sentar cátedra de lo que es buen cine; tampoco hacen falta grandes costos financieros ni sofisticados efectos especiales, pues con una sobriedad de medios que raya en lo precario se puede hacer una obra maestra. Claro que, además, hace falta que la película tenga contenido, pero de eso anda muy sobrada ‘Los chicos del coro'.
El eje de la película, que se sitúa en 1949, gira alrededor de la pedagogía, o mejor dicho, de las pedagogías representadas por el director, Rachin, del internado de reeducación de menores y por el vigilante del mismo, Clément Mathieu. El primero entiende la pedagogía en términos restrictivos y prohibitivos, dirigiendo el internado con mano férrea como si de un cuartel se tratara, mientras que el segundo capta que esos chicos difíciles son piedras sin pulir de los que se puede extraer algo bueno. Son dos concepciones de la educación contrapuestas, como contrapuestos son los resultados que ambas producen: la primera sólo engendra resentimiento y rebeldía, mientras que la segunda va a lograr descubrir y encauzar habilidades y capacidades que estaban escondidas en esos muchachos para hacer de ellos algo mejor de lo que estaban abocados a ser. El problema de la pedagogía prohibitiva es que no tiene ojos de amor para el sujeto sino que sólo ve la molestia, mientras que la pedagogía que busca alternativas ve posibilidades allí donde la anterior no aprecia más que obstáculos. De esa forma Clément Mathieu, que es un apasionado de la música, logra formar con esos niños abocados al fracaso un coro musical de voces disciplinadas e inspiradoras que presagian un futuro mejor. La película, pues, es la enunciación de que, en el fondo, sólo existen dos pedagogías posibles: la buena pedagogía y la mala pedagogía.
Pero ‘Los chicos del coro' no sólo muestra los resultados de la buena pedagogía, también enseña sus limitaciones , pues uno de los internos, Mondain, precisamente el caso más difícil de todos, no va a poder ser ganado por el músico para su buena causa sino que se mostrará irreductible hasta el fin. Lo cual quiere decir que hasta la mejor pedagogía se estrella contra el muro de la dureza de corazón y la mala voluntad humana, teniendo éxito solamente cuando dicha voluntad coopera. En otras palabras, la pedagogía es eficaz siempre y cuando en el sujeto haya un mínimo de disposiciones, pero es totalmente ineficaz allí donde no se dan las condiciones precisas.
Todo esto me hizo pensar en el estado natural en el que el ser humano se halla ante Dios y de los métodos pedagógicos que él sigue para transformarnos. El pasaje bíblico de arriba habla de todo ello: - Nuestro estado natural tras la caída de Adán : ‘ por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores .' No es que seamos regulares o menos buenos, tampoco es que retengamos las condiciones mínimas para ser recuperados; es más sencillo que todo eso: cada uno de nosotros es un caso perdido, sin solución humana.
- El método pedagógico de Dios : ‘ la ley se introdujo para que el pecado abundase.' Que consiste en sacar a la luz y exponer, mediante la ley, nuestro estado de condenación en toda su plenitud. Es decir, lejos de disculpar nuestra condición Dios nos la hace patente en toda su dimensión.
- El poder descollante de la gracia sobre el pecado : ‘mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.' Lo que ninguna pedagogía humana puede conseguir, cambiar lo rematadamente malo en bueno, es lo que la gracia de Dios es capaz de hacer. Venciendo incluso la dureza de corazón y la mala voluntad. De manera que para la gracia de Dios no hay ningún caso imposible.
- El cambio de estatus por medio de Cristo : ‘ por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos.' Ahí es nada, de justamente condenados a justamente justificados, d e irremisiblemente perdidos a irrevocablemente salvados. ¡Gloria a Dios!
Sí,
el evangelio es la solución de Dios para los Mondain, es decir, para los peores, para los casos imposibles en los que los métodos humanos se muestran impotentes, en definitiva… para ti y para mí.
‘Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia.'
( Romanos 5:19-20 )
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