Anclado en el ayer

Miras hacia atrás con nostalgia.

Te arropa la tristeza, el descontento al atisbar que aquello que pudo ser no fue y que hoy, el tiempo te devuelve recuerdos que producen dolor.

Lo que tanto ambicionaste se ha disipado como neblina que al ser rozada por los primeros rayos de sol se difumina en el aire.

Ves la silueta de tu pasado, un ayer acariciado por el tiempo ahora convertido en un sentimiento de triste añoranza. Los recuerdos dejan de ser un buen lugar al que acudir cuando zarandean tu vida de forma violenta.

Te apena haber dejado atrás cosas irrecuperables. Te aferras a una idea que únicamente consigue azotarte más y más.

¡Despierta! Acuna este nuevo día y deja de lamentarte por lo perdido.

Descubre el sendero que se abre ante ti y vive.

Deja de dormitar junto a las cenizas de hogueras apagadas y enciende un nuevo fuego.

Respira profundamente dejando que el aire llene tus pulmones de vida. Oye tu respiración pausada y da gracias a Dios por tu existencia.

Si no logras mitigar ese sentimiento de nostalgia acabarás convertido en una estatua de sal.

Deja de pasear tu tristeza por entre desconocidos.

Deja de aventar las hojas muertas de caminos que no llevan a ningún lugar.

Abre los ojos y mira, tienes una vida que vivir, sueños que sólo tú puedes soñar.

Elude las sombras de un pasado que traba tu futuro. Haz un desaire a quienes desean anclarte en el ayer. El pasado es sólo un lugar hermoso al que recurrir si en él habita al menos un bonito recuerdo, un grato aroma, alguna imagen que da alas para volar hacia el futuro.

Disfruta del instante presente, es tan fugaz que sólo dura lo que dura un breve abrazo, en cuanto concluya pasará a convertirse en pasado y puede que vuelvas a arrepentirte de no haberlo vivido.