Tu carta

Llega el viento de otoño y alborota las hojas que en su caída se mecen acariciando mis temores, tornándolos en luz.

La cálida tersura del papel, la espigada caligrafía, retocan mi presente con el tacto del ayer.

Poso la vista en las letras que se mezclan en una dulzura de frases, transformando la lectura en un vals nostálgico.

Siento que los ojos se humedecen dejado que una fina llovizna de sentimientos moje el amarillento papel.

Azorada ante tal oleada de recuerdos, lamento no tenerte cerca, la tardanza de mi lectura ha acrecentado el distanciamiento entre nosotras.

Consciente de ello omito los suspiros, cierro el sobre, guardo tu carta.

Abnegada sonrío fingiendo ser fuerte, siendo una debilitada mujer plagada de tu inexistencia.

En estas mañanas frescas de incipiente otoño, recuerdo con ternura los días del ayer. El ardor de las palabras que aderezaban momentos mágicos, instantes de gloria en los que solapadamente descubríamos que el amor llega cuando menos te lo esperas.

Esta mañana fresca de septiembre me ha traído olores del ayer camuflados de hoy, pero con ese inconfundible aroma de tiempo atrás.

Las lágrimas derramadas, el abrazo compartido, el sueño mil veces quebrado por las ganas de estrenar un nuevo día.

Hoy desde el umbral de una extraña madurez, evoco los días pasados echando en falta a los expatriados, a los ausentes, aquellos que colorearon el pasado y que ahora sólo forman parte de la frágil memoria.