La forma en que miro

Si miro con severidad los errores que mis semejantes cometen, creeré que es positivo mostrar intolerancia.

Si miro con altanería, sentiré que ser altivo es una opción acertada.

Si miro con desprecio, con insolidaridad a quien necesita una ayuda extra, torpemente juzgaré pensando estar por encima del ser al que juzgo.

La forma en la que miro dice mucho de mí. Exterioriza lo que hay en el interior y pone de manifiesto aquello que no se ve pero que al salir a la superficie muestra la naturaleza del ser interno.

Los ojos son las ventanas por las que se cuelan imágenes que llenan nuestra cabeza. En ella almacenamos y damos una u otra interpretación de lo que vemos, es por ello, que hemos de limpiar nuestros ojos para poder tener una percepción nítida.

Con una mirada transparente uno llega a descubrir aspectos en los demás que sólo se logran atrapar con una visión precisa, limpia, translúcida.

Cuando aprendemos del Maestro, suprimimos de nuestra terminología vocablos despectivos que atribuimos a diario a quienes están cercándonos y tienen una postura muy diferente a la nuestra.

Cuando contemplamos como lo hace Él, aprendemos a ser mediadores, apagadores de recelosas ascuas y encendedores de respetuosas llamas que iluminan y dan calor en los momentos de oscuridad y frío.

Mirar, observar, ver más allá de lo que aparentemente atavía al ser humano, ser comedido a la hora de juzgar. Vivimos en un mundo donde se lanzan presurosamente piedras, donde las manos se alzan alocadamente procesando con juicio propio, sin sentido y carente de honestidad.

Si somos capaces de leer entre líneas concentrándonos en la tarea de sonsacar lo hermosos de lo vil, encontraremos muchas sorpresas en el arduo sendero de la vida. Si somos capaces de mirar con ojos de amor, habremos aprendido una preciosa lección que no tiene precio y que al ponerla en práctica hará que nuestros ojos encuentren atisbos de belleza en todo lo que ven.