¿Quién soñará mis sueños?

Atrapo con los dedos de la memoria aquellos tenues recuerdo que permanecen ocultos entre lo rutinario.

Parece que se han desvanecido con el tiempo, pero cuando acaricias la superficie, éstos vuelven a emerger con una profusa vivacidad que conmueve tanto por su frescura como por su carga de ternura.

El ayer nos pertenece a todos y todos tenemos un pasado. La longitud de ese tiempo puede variar dependiendo de la edad que tengamos, pero el pasado recae sobre cada humano que vive para contarlo.

En la travesía por la vida son muchos los mecanismos que utilizamos para hacer que ese trayecto resulte menos agreste y más apetecible. Los sueños, son buenos travesaños para el fundamento de cada una de nuestras historias.

Desde que somos conscientes de la magia que posee la imaginación tendemos a soñar despiertos, enarbolar ilusiones y acunarlas para que puedan hacerse realidad.

Soñamos sueños que llegan a convertirse en algo palpable , mientras que otros tan sólo se quedan en una quimera ausente de realismo. Dicen que con los años nos volvemos menos soñadores, más realistas. Es por ello que ataviada por la madurez que cada vez me abraza con más fuerza me pregunto: ¿Dónde irán los sueños no cumplidos? ¿Quién tomará el relevo y soñará mis sueños? Me entristece pensar en todos esos deseos no realizados y a los que ya no tengo acceso; no por falta de ganas por realizarlos, es por la inaccesibilidad y las circunstancias de mi vida.

¿Tomará alguien el relevo y hará realidad tantas ilusiones guardadas en una caja raída por los años? Seguramente no. Cada uno posee sus propias ilusiones, no creo que nadie esté interesado en soñar los sueños de otro, aún así, lanzo de vez en vez propuestas al aire, aparento decirlo sin pretensiones, pero en lo más profundo de mí deseo que esas propuestas sean oídas y que algún corazón arriesgado se aventure a realizarlas.

Dentro de nosotros, innumerables sueños esperan el tiempo de germinar, echar raíces y darse a luz, morir como semillas para convertirse en árboles…

Y un día, mientras transitamos este eterno presente que llamamos vida,
las semillas de nuestros sueños se transformarán en árboles,
y desplegarán sus ramas que, como alas gigantescas,
cruzarán el cielo, uniendo en un solo trazo
nuestro pasado y nuestro futuro.

Nada hay que temer, una sabiduría interior las acompaña,
porque cada semilla sabe cómo llegar a ser árbol.

Jorge Bucay