¡Esto es mío!

A su debido tiempo, una vez pasada dicha etapa vuelven más o menos a la normalidad y deja de existir existe ese aspecto tan sumamente posesivo.

En algunos casos, esta párvula actitud no siempre cesa, puede que se acreciente con el paso del tiempo. Es por ello que encontramos a adultos que hacen referencia a todo cuanto poseen con un halo de infranqueable preponderancia.

Atesoran para sí riquezas de carácter material, y son tan, tan ricos en cosas, que se vuelven pobres, muy pobres de espíritu.

Dar gracias por cuanto uno tiene parece ser una práctica tan inusual, como aparentemente endeble. En un mundo competitivo como este nuestro, se debe marcar el carácter autosuficiente, pues si no es así, serás tachado de pobre súbdito que vive subyugado.

Yo me alegro de ser dependiente. Me complace depender de Dios.

Por ello considero que lo que tengo no es verdaderamente mío.

Al igual que soy peregrina en esta tierra, mi valija es también pasajera.

Soy consciente de que todo cuanto poseo es regalado, a veces tan sólo prestado .Cuanto tengo es el resultado de la extendida mano de Dios mostrando en mí su misericordia.

Mi familia, mi casa, mi trabajo, mi… Todo ello es el resultado de su bondad. De esa entrega incondicional hacia mi persona. De una amor que no tiene lógica.

Yo soy el fruto de su agonía en el Gólgota.

Soy el resultado de tanto dolor.

Cómo voy a estimar lo que poseo y a creer tontamente que es mío si cuando miro a la cruz veo lo que Él sufrió por mí.

Valgo lo que Él dice que valgo y todo lo que tengo es suyo.