Sólo quiero que me quieran

Sé que lo he dicho muchas veces, pero esta será la última vez que lo oigas.

Anoche volviste a derramar en mí tu ira con el único propósito de escapar de ti.

Fuiste incapaz de decirle a tu jefe que te mereces un descanso, que llevas meses trabajando en ese gran proyecto y que necesitas un respiro.

Sin embargo, cuando volviste a casa vertiste sobre mí todo aquello que no tuviste el valor de expresar a quien sí debía oírlo.

Me tachaste de inútil, haciendo alusión a mi torpeza ante ciertos asuntos que en realidad no me interesan en absoluto.

Me volviste a insultar y lo hiciste con tanta vehemencia, que una vez más creí ser la culpable de todo.

Esta mañana al despertar me he mirado en el espejo y no me he asombrado al ver el rostro de una mujer marchita, tatuada a golpes; y el hecho de que mi imagen no me sorprenda es lo que realmente me ha sobrecogido.

No quiero acostumbrarme a esto. No deseo seguir al lado de alguien que sólo me utiliza como diana donde clavar los puntiagudos dardos de sus miedos, las punzantes flechas de su incapacidad para reconocer que está enfermo.

No voy a doblegarme más. No voy a ser de nuevo pisoteada. No voy a dejarme convencer con lágrimas. Ahora quiero ser libre.

Abandono los años de desgarrado dolor que agazapado en el pecho ha logrado quebrar mi estima.

Abandono las miserias, el continuo temor al saber que se aproximaba la hora de tu llegada, el galopante y desenfrenado golpeteo del corazón cuando después de tirada en el suelo creía que ibas a terminar apuñalándome.

Hoy comienzo de nuevo. Abandono la tragedia y desnuda de miedos me enfrento al futuro. No pido gran cosa, no tengo grandes expectativas, lo único que quiero es que me quieran.

Para todas esas mujeres que sufren calladamente.