Madres

Son las Madres seres de asombrosas actitudes.

Están ahí, presentes y cercanas, mas son muchas las veces en las que se las delega a un plano secundario donde, injustamente, no son valoradas como es debido.

Ahora que pronto yo también seré premiada con el nacimiento de una hija, siento más admiración, si cabe, por esa incomprendida raza de seres sobrenaturales.

Hablo de las verdaderas Madres, esas que merecen el atributo de especiales, pues saben hacer proezas sacando de una chistera invisible todo lo que su familia necesita.

Benefactoras que velan por el cuidado de su prole. Que conocen sobradamente las deficiencias de su hogar, y aún así, siguen amablemente los consejos de su corazón para hacer que quienes componen el nido no se extravíen en la senda peligrosa.

Tienen poderes mágicos, hacen que todo lo que les rodea sea coloreado de una tonalidad radiante. Componen los puzles más complicados y saben que cada pieza posee un inestimable valor.

Son, a mi parecer, seres únicos a los que Dios ha dotado de una sabiduría extraordinaria, pues muchas de ellas aún sin haber ido a una escuela, saben más que cualquier matemático, suman y restan, hasta lograr que un sueldo nada holgado sea multiplicado milagrosamente.

Cada año, Mayo les regala una onomástica, un día en el que son premiadas de forma simbólica por lo que hacen, por lo que son.

Yo, me uno a esa pequeña aportación, regalándoles unas sinceras palabras de agradecimiento a esos motores que mueven el mundo, esos corazones valientes que extiendes sus dominios aportando su más preciada valija.