Demasiado urgente

Estás ahí, inmerso en la vorágine, sitiado por espectros que señalan maltrechos relojes que marchan a más velocidad de la debida.

Detente un momento. Sal del entorno que te asfixia limitándote a una existencia fútil y sin sentido. Escucha la canción que emiten los corazones amigos, ese tum-tum-tum rítmico, envolvente, fascinante. Oye esa música y déjate arrastrar por ella, puede que algún día algunos de esos acompasados sones dejen de emitir su melodía y tengas que recurrir a la soledad y el arrepentimiento para no sentir el austero golpe de su ausencia.

Puede, que con tantas prisas te olvides de aquellos que siempre han estado junto a ti; los que nunca fallan, los incondicionales, personas poco exigentes e inmensamente dadivosas.

No te marches tan apresuradamente de mañana y concede a quienes tanto te han dado un poco de tu valioso tiempo. Habla con ella, dile que la quieres, regálale un saludo de buenos días, no dejes pasar las horas, puede que a tu regreso a casa estés demasiado cansado para llamarla y preguntarle qué tal le ha ido el día.

Imagino que las mañanas no deben ser las mismas si las vives sin oír esos buenos días que a través del teléfono nos regalan las madres. Ese saludo impregnado de cariño que hace que la rutina comience con buen pie.

No es mi deseo vaticinar, pero a veces, es necesario meditar, aunque sea por un espacio de cortos segundos, en cómo serán mis mañanas el día en el que al levantarme no pueda descolgar el teléfono y decirle: ¿Que tal has pasado la noche?

Me duele el sólo hecho de pensarlo y quizá esa sea una de las razones por las que diariamente, tenga la prisa que tenga, siempre me detengo ante el auricular y marco su número, deseando oír su voz, ese relato matutino de cosas triviales que tanto echaré en falta cuando ella no pueda contármelas.

Baja un poco el volumen de tus revoluciones, no camines tan aprisa, levanta la mirada, observa a tu alrededor, descubre entre las premuras razones sosegadas por las que merece la pena detenerse un momento.

Piensa que estamos de paso, que hoy somos y mañana puede que dejemos de ser.

Concentra tus fuerzas en vivir más pausadamente, relamiendo las viandas de hoy sin tener que recurrir a la memoria para traer al presente los dulce momentos del ayer. Basta cada día su propio mal.