Bienvenidos a casa

Noticias que llegan y se van; la actualidad de hoy dejará de serlo mañana, pasamos página con prontitud, demasiada urgencia en desvelar las crónicas más flamantes dejando en oscuridad lo que ayer producía conmoción y rabia.

Vuelven a ser suceso los inmigrantes rescatados en alta mar justo antes de ser tragados por las olas. Los deseos de ser salvados se cumplen cuando son socorridos por los equipos de salvamento, en cambio, los sueños se disuelven entre la espuma blanquecina de un mar que los ha traicionado.

Volver a casa. Recoger los pedazos rotos, la maltrecha maleta-corazón y retornar un camino nada apetecible.

No hay prisas por regresar cuando se siente la derrota, no hay mucho que contar a quienes quedaron, aquellos que tras la despedida esperan su turno, la oportunidad de ser ellos los beneficiarios de un viaje tan ansiado.

Duele el fracaso que se instala en la mente y hace que la vuelta resulte penosa. Duele el retorno despojado de esperanzas, de ilusiones, pero quizá, lo que más duela, sea esa ausente bienvenida, esa falta de acogida hacia el repatriado.

Cuando se ha dejado un país abrigando la ilusión de un futuro diferente, volver a él resulta trágico, el capítulo que se creía cerrado vuelve a derrotar el presente con un áspero sentimiento de pérdida.

Podemos creer que se cierra un episodio con final feliz, que la muerte no se ha cebado con las muchas vidas que portaban esas pateras, pero lo único que hacemos poner remiendo en un gran agujero, un grave problema que destruye a hombres y mujeres en su anhelo por encontrar un futuro más digno.

Muchos son los que volverán a intentarlo, pagarán una considerable suma de dinero a quien sin arriesgar nada los conduce a una muerte casi segura. Volverán a acariciar la quimérica idea de llegar a Europa, ese lugar donde la vida es menos injusta, donde pueden albergar sueños y hacerlos realidad, un paraíso donde poder disfrutar de algo parecido a la felicidad.

Los que llegan, los que logran vencer las adversidades y consiguen alcanzar su sueño, a ellos les espera un trayecto difícil, una nueva etapa con sus múltiples entresijos. Caminarán durante meses perseguidos por el miedo a ser repatriados, acosados por la frialdad de ojos que miran al inmigrante con desdén, con el recelo de quien se cree dueño y señor de la tierra que pisa.

Por suerte, quienes sí conocemos al creador de la tierra, al ser supremo que nos la ha cedido, tenemos bien claro que somos peregrinos en ella, viajeros de paso que con delicadeza cedemos la mano a quien dolido y cansado llega a nosotros con el sólo deseo de ser recibido con un saludo de bienvenida.