Una triste realidad

Un hombre que ha conseguido que en el día de hoy hasta yo haga alusión a la poca cordura que corona a gente como él.

Desde este rinconcito en el que se me brinda la oportunidad de compartir lo que siento, deseo defender los derechos de aquellos que anónimamente acaban sus días sin ser vistos ni oídos, aquellos que mueren a diario por sobrevivir entre la maleza de este mundo.

¿Qué pasa con ellos? ¿Qué ocurriría si decidieran ponerse en huelga de hambre para amparar sus causas? Seguramente nadie les prestaría atención, a nadie parece interesarles los sin nombres, los excedentes de una sociedad plagada de “famosillos”.

Me molesta el sinsentido de todo el montaje que ese hombre ha querido provocar a sus alrededor, la manera en la que ha zarandeado a la opinión pública posicionándose en un lugar destacado que nunca se le debió otorgar.

Un hombre arrogante, despiadado, que ha demostrado no estar arrepentido de sus horrendos actos, y que sin duda alguna, volvería ha pertrecharlos si pudiera.

Me pregunto, ¿A qué tenemos miedo?

No podemos dar cobijo a las ideas de los malvados, de los asesinos, no debemos dar tregua en nuestra lucha por reivindicar la paz.

Me siento dolida, molesta por este circo que se ha montado en derredor de quien desde su sinrazón sigue moviendo los hilos a su antojo.

Dejemos de dar tanto bombo y platillo a quien forzosamente desea un desmedido reconocimiento y preocupémonos por los seres anónimos que luchan por causas legales, por subsistir en un mundo que no les hace caso y cual despistado levita pasa de largo ante el dolor ajeno.

Hagamos protagonistas a quienes combaten cada día por sobrevivir, por salir a flote entre la marejada, por ver un poco de luz entre tanta oscuridad.

Ahora que se cumplen cuatro años desde la cruenta invasión de Irak por tropas de la alianza, quisiera recordar a aquellos que sin ser fotos de portada, ni ser causa mediática han perdido la vida en una guerra sinsentido en la que todos debiéramos sentirnos víctimas. Recordar a los que mueren en guerras que no interesan y que por ello ni tan siquiera somos conocedores de ellas. Hagamos un favor a la humanidad y dejemos de prestar atención a seres que desde su cobardía intentan llamar la atención de la única forma que saben, con maldad y prestemos oído a las muchas voces que demudadas promulgan a gritos su dolor.