Un libro vivo

El primer libro impreso por este distinguido alemán fue la Biblia, y aunque no está muy claro si fue él quien gozo de la patente del artilugio, lo que sí sabemos es que Gutenberg optó por coronar su invento imprimiendo el libro de los libros, cosa que le llevó cinco años.

Los libros siguen pareciéndome alhajas de incalculable valor, pequeños mundos de papel que trascienden del ámbito humano para llevarnos a lugares realmente paradisíacos. Es casi milagroso que con palabras se puedan crear hermosos escenarios donde cada imaginación da forma a personajes y ambientes.

Elogiar la Biblia es imposible. Recurrir a adjetivos que atribuir a ese compendio de cartas, libros, crónicas plagadas de sabiduría o intentar colorear con frases lo que la Biblia nos aporta es imposible, pues reconozco la inaptitud humana para tal labor, sin embargo con estas frases tan sólo quisiera desdibujar a suaves trazos la grandeza que desprende un libro tan sublime.

Dios revela su voluntad para con el hombre utilizando la palabra, esa palabra llega hasta nuestras vidas portando luz para iluminarnos el sendero. La Biblia es una utilísima guía para el hombre y después de miles de años sigue siendo un valiosísimo manual de instrucciones que Dios nos ha legado.

Cuando posas tus ojos en La Palabra, desciende una fina lluvia que refresca las horas de más calor en el desierto de cada día.

Fluye La Palabra como un río que lima las asperezas de esas imperfectas rocas que ansían ser limadas por la gracia divina.

El desanimado encuentra en la Biblia el consejo apropiado para vencer el abatimiento, el entristecido halla en ella el alivio preciso para consolar su dolor, el abatido se siente aliviado de su pesada carga, el inseguro percibe seguridad y así, cada ser humano que se acerca confiadamente a la Palabra de Dios encuentra la dosis apropiada para paliar su necesidad.

Innumerables son los libros que existen en el mundo, sin embargo, ninguno posee las características del libro entre libros, las palabras que plagan las incontables páginas de tantos y tantos ejemplares editados no contienen la magnanimidad que posee la Biblia, la esplendidez de unos mensajes que reveladas por Dios engrandecen al hombre posicionándolo en un lugar privilegiado, haciéndonos ver claramente nuestro requerimiento de la providencia divina, de ese ansiado perdón que nos facilita la comunión con Él.

Leer la Biblia nos aporta vestigios del pasado, ayuda en el presente y claridad para el futuro. Leer la Santa Palabra, nos lleva a estar más cerca de Dios, nos permite oír la voz del Padre susurrando a nuestro corazón.