El personaje de esta novela, Moriarty, está inspirado en un amigo del escritor llamado Neal Cassady, que buscó “vivir rápido y morir joven”. El trasunto de Kerouac sin embargo, no es un vagabundo sin rumbo. Paradise tiene hambre de nuevas experiencias, pero sobre todo busca respuestas espirituales para su vida.
Si el cine de los cincuenta tenía a James Dean y Marlon Brando, o la música popular a Elvis Presley, la literatura encontró en Jack Kerouac el símbolo de una nueva generación. No es el autor más importante de aquel tiempo, pero representa la agitada incertidumbre de la época de post-guerra, que sembró la semilla de la revolución social de los sesenta. Su imagen era la del héroe rebelde de cuerpo atlético, que lleva camisas de leñador, pantalones vaqueros y botas de trabajo. Estaba bien educado, hablaba con frases enigmáticas y viajaba sin parar, trabajando en cualquier cosa. Fue guardia de seguridad, pinche de cocina, camarero, obrero de construcción, marinero, botones, lavaplatos, empleado del tren y una gasolinera, o periodista deportivo. Quería ser libre de la moderación y seguridad burguesa, buscando siempre nuevas experiencias.
LA GENERACIÓN BEAT
La generación
beat hizo de San Francisco y el Greenwich Village de Nueva York, el centro de un movimiento social, cuyas inquietudes artísticas revolucionaron el mundo.
Icono de la cultura popular, “Kerouac abrió millones de cafés y vendió millones de Levis”, como observó William Burroughs. Su tumba es un centro de peregrinación, desde que el poeta Allen Ginsberg apareciera en una película y unas fotos con Bob Dylan, visitando su lápida. “Leí
En la carretera, quizás en 1959”, dice Dylan: “Cambió mi vida, como la de todo el mundo”.
Jack hizo que la escritura pareciera algo apasionante. Sacó a la literatura de bibliotecas polvorientas y premios académicos, para unirla a la música, la carretera y la búsqueda de sentido a la vida.
Un compañero de Lennon, cuando estudiaba arte en una academia de Liverpool, Bill Harry, recuerda al músico leyendo En la carretera. “Estábamos siempre hablando de la generación beat”. El poeta Royston Ellis dice que fue por sugerencia suya que en 1960 cambiaron la forma de escribir
Beetles por
Beatles. De cualquier forma, dieron a conocer este nombre en todo el mundo. Los
hippies compartían también el interés de los
beat por San Francisco, las drogas y las religiones orientales, Idealizados por la cultura del
rock, todavía hoy un músico como Bruce Springsteen, no sólo lleva las camisas y vaqueros de Kerouac, sino que basa en él toda su fascinación por el origen trabajador, la educación católica, los coches rápidos y los paisajes abiertos.
BÚSQUEDA ESPIRITUAL
El personaje de Sal Paradise En la carretera, siente que “lo mejor que el mundo blanco le puede ofrecer, no le supone ningún éxtasis, no tiene suficiente vida, gozo, emociones, oscuridad, música, ¡poca noche!”. Como Kerouac, cree que América ha perdido el alma con su materialismo. Es un escritor con profundas inquietudes espirituales, que “espera que Dios le muestre su rostro”, como explicó a un periodista que le preguntó qué era lo que buscaban los
beat. En su famoso artículo para la revista
Playboy, Kerouac dice que casi todos sus libros tienen que ver con la antigua pregunta: ¿Qué debo hacer para ser salvo?”.
La filosofía de la generación
beat se suele asociar con el orientalismo, pero Kerouac dice que representa “el deseo salir de este mundo (que no es nuestro reino), elevarse, extáticamente, salvarse, como si las visiones de los santos de los claustros de Chartres y Claraval estuvieran de nuevo con nosotros”. Un poeta como Ginsberg, piensa que “la espiritualidad era lo primero”, para los
beat. “Porque todos teníamos algún tipo de experiencia visionaria, que nos empujaba fuera de una mera noción del arte como carrera o comercio”, dice el autor de
Aullido (1956), en la primera biografía ilustrada de Kerouac, que ha escrito el poeta y periodista evangélico inglés Steve Turner.
Jack sintió que la religiosidad beat indicaba un avivamiento espiritual en América. Incluso vio paralelos ente su movimiento y las conversiones masivas que había en las campañas del joven Billy Graham. “Nunca he oído hablar más sobre Dios, las últimas cosas, el alma y a dónde vamos, que entre los chicos de mi generación”, dice Kerouac en 1958. Pero ¿eran los
beat parte del problema?, ¿o parte de la solución? ¿Nos salvaron de la hipocresía y el materialismo?, ¿o socavaron la ética judeo-cristiana, con su autoindulgencia e irresponsabilidad?
EDUCACIÓN CATÓLICA
Kerouac nace en 1922 en una pequeña comunidad francófona en Lowell (Massachusetts), que aparece
en casi la mitad de las novelas que publicó durante su vida. Su familia era católica. Y
su infancia está marcada por la muerte de su hermano Gerard de una fiebre reumática en 1926. A él le dedica un libro que pretende registrar sus visiones.
Le presenta como un pequeño santo, rodeado de monjas, que toman notas de sus palabras al morir. Sus recuerdos de él moribundo se mezclan con la imagen de Cristo. Lo ve sangrando, como en la figura que veía a tamaño real, en la reproducción de una gruta que había en una calle de su pueblo, que era tan católico que tenía doce quioscos iluminados con imágenes de “los pasos de la cruz”.
Jack nunca olvidó a su hermano muerto en aquel féretro blanco, puesto en la habitación al frente de su casa, antes del funeral. A partir de entonces tenía miedo a la oscuridad y quería saber cómo podía ir al Cielo para estar con su hermano. De hecho un tiempo esperó volverle a ver aparecer resucitado, como Cristo, pero no encontró más que “los horrores del Jesús de la Pasión”. El Cristo de Jack siempre está sufriendo o muriendo, en sus primeras historias, que reflejan su educación católica en un colegio de monjas, y luego con los jesuitas. En su casa sufría los problemas con la bebida de su padre, pero “¿no es verdad que empiezas la vida como un dulce niño que se cree todo, bajo el techo de tu padre?”, dice
En la carretera.
Otro recuerdo de infancia que siempre le atormentó, ocurrió cuando cruzaba con su madre el puente sobre el río Merrimack, algunos años después de la muerte de su hermano. En ese momento vio a un hombre que caía de repente muerto de un ataque al corazón. La imagen de su cuerpo caído, los pantalones mojados de pis y las oscuras aguas que corrían debajo, le acecharon continuamente, teniendo toda su vida un tremendo miedo a morir repentinamente.
NUEVAS EXPERIENCIAS
Su afición por el fútbol americano le lleva a conseguir una beca para estudiar en la Universidad de Columbia en 1939. Es así como Jack descubre la ciudad de Nueva York. Sus compañeros le recuerdan como alguien afable, pero reservado. Por su figura atlética fue muy popular entre las chicas, pero su amigo Joe Kennedy le recuerda como alguien insatisfecho. Ambos compartían su educación católica en Nueva Inglaterra, pero él dice: “Creo que Jack estaba siempre buscando algo, que nunca encontró”.
Leía mucho, pero en esa época conoció también la marihuana, que estaba prohibida desde 1937. Se la ofrecen en uno de los locales de
jazz que empieza a frecuentar por la noche en el Harlem. Pierde además la virginidad con una prostituta de Manhattan. Y este chico tan callado empieza a adquirir un gusto por lo prohibido, abandonando finalmente la universidad. En los años cuarenta empieza a trabajar en un garaje y a escribir historias cortas. Los empleos le duran muy poco, haciéndose cada vez más promiscuo, hasta que se embarca. Al volver a casa tiene su primera experiencia homosexual, haciendo
autostop de uniforme, camino de Nueva York.
En la Gran Manzana Jack empieza sin embargo a vivir con una mujer, con la que luego se casará, Edie Parker. Se había quedado embarazada de él, pero abortó, cuando Kerouac volvió a la mar. Los dos amaban el
jazz y tenían a un amigo llamado Lucien Carr, que les presentó a Ginsberg. Los dos curiosamente se conocieron en el Seminario Teológico Unido, que servía temporalmente de residencia a los estudiantes de Columbia. Ginsberg venía de una familia judía de izquierdas, pero le atraía más la literatura que el derecho laboralista. Todavía no practicaba la homosexualidad, pero se sintió atraído por Jack, con el que compartía también muchas inquietudes espirituales.
ANGELES DE LA DESOLACIÓN
Ginsberg conoce por medio de alguien llamado Kammerer a William Burroughs, un joven inteligente, fascinado por las armas, las drogas y el lado oscuro de la ciudad. El autor de
Yonqui y
El almuerzo desnudo había estudiado literatura y antropología en Harvard, psicología en Columbia y medicina en Viena, pero trabajaba en un bar del Village, para poder tratar con criminales, prostitutas y drogadictos.
Burroughs les introduce así a Kerouac y Ginsberg a los “ángeles de la desolación”, sobre los que escribe el autor de En la carretera.
Kammerer intenta una noche de verano violar a Carr, que le apuñala, atravesándole el corazón. Tira el cuerpo al río y le cuenta a Burroughs lo que ha hecho. Él le aconseja entregarse a la policía, mientras Jack se ofrece de testigo, tras enterrar las gafas de Kammerer en un parque. Cuando aparece el cadáver, Carr es arrestado, siendo acusados Kerouac y Burroughs de ocultar el crimen. Al salir bajo fianza con la ayuda de Edie, Jack se casa con ella. Comparten entonces un piso con Burroughs – que a pesar de ser homosexual, tenía relación entonces con una mujer –, y Ginsberg, al que habían expulsado de la universidad por escribir obscenidades.
“Una lenta y maligna decadencia crecía, dentro y alrededor del apartamento”, dice Kerouac. Las drogas y la bisexualidad se unen al crimen, atracando personas para conseguir dinero. Al acabar con la idea cristiana de pecado, los
beat se consideran sin embargo fundamentalmente “santos”, al no dejarse corromper por la civilización y ser salvos por redescubrir su naturaleza original. La irresponsabilidad de Jack le hace imposible comprometerse con nadie. Una amiga de infancia dice que tuvo una hija con él entonces, pero él nunca lo reconoció.
EN LA CARRETERA
En esa época Jack conoce a su compañero de viaje, Neal Cassady, que tras una infancia desgraciada y una primera experiencia homosexual, se dedica a robar coches. Jack y él eran fundamentalmente heterosexuales, aunque probaban de todo. Con cada vez más problemas con las drogas, planean hacer la Ruta 66. A los seis meses de salir de Nueva York, se une a ellos una chica llamada LuAnne (Marylou en la novela), que tenía relación con Neal – aunque éste no acababa de romper del todo con una estudiante de Denver, Carolyn, que llegó a ser su mujer –. Junto a ellos está Burroughs, retratado como Old Bull Lee, y Ginsberg, drogadicto y homosexual.
Tras la muerte de su padre, Jack empieza a vivir con su madre, que trabaja en una fábrica de zapatos para mantenerle. Kerouac vive a sus 26 años en un mundo de fantasías, soñando con un rancho en
California, pero en realidad incapaz de abandonar a su madre, hasta hacer su famoso viaje a San Francisco. El catolicismo de Jack aflora, cuando dice que el propósito de su vida es “amar a Dios”, pero lo que busca son experiencias de “visiones” y “ángeles”. En México Jack pasa el tiempo fumando marihuana, leyendo la Biblia y rezando por una visión que cambie su obra.
Mientras escribe En la carretera, Jack cuenta que entró un día en la catedral de San Patricio, donde llorando confiesa que Cristo es el Hijo de Dios.
Experiencias como esa, no impiden sin embargo que Kerouac tenga relación con muchas mujeres, a las que siempre fue infiel, aunque tenía siempre el ideal del matrimonio monógamo, que le diera finalmente un hogar. Intenta conseguir ese sueño en los años cincuenta con Joan Haverty, mientras Neal está fuera de la ciudad. Recibe entonces una famosa carta suya, que considera una obra maestra. Joan le abandona finalmente para tener un hijo, que Jack nunca reconoció, porque quería que abortara. Murió en México, al ser disparada en un accidente por Burroughs, que intentaba dar un vaso que tenía sobre la cabeza. Jack se une entonces a la esposa de Neal, Carolyn, mientras está en San Francisco, que tiene finalmente relación con los dos.
BUDA Y CRISTO
Jack se empieza a interesar por el budismo en 1953, por influencia de Ginsberg. Al año siguiente comienza a estudiar seriamente su literatura en la biblioteca de San José en California. Le interesa el budismo
mahayana (no el
zen, como Ginsberg, que Kerouac consideraba una “forma de herejía”). El budismo le enseña que sus problemas vienen de su fracaso en abandonar sus ilusiones. Sufre por un “deseo ignorante”. Cree que se siente solo porque no acepta que la vida es un sueño. Aprende a meditar e intenta abstenerse del sexo. Neal mientras tanto, se ha hecho seguidor con Burroughs del espiritismo de Edgar Cayce, que considera el budismo “basura psíquica”.
En San Francisco el grupo se amplía con otros poetas, como Snyder, que habla mucho con Jack sobre budismo. Al ver su reticencia a abandonar del todo el catolicismo, Snyder profetiza: “Te veo en tu lecho de muerte besando la cruz”. Estando en casa de los Cassady en Los Gatos, comienza a escribir las
Visiones de Gerard. Intenta unir a Buda y Cristo, resumiendo sus enseñanzas esenciales en “todo está bien, practica la Bondad, el Cielo está cerca”. Pero en vez de Cielo y revelaciones, Jack se encontró con el aburrimiento y la soledad de un tremendo vacío.
¿CAMINO ABIERTO?
Pocos conceptos hay que Kerouac utilice tanto como “el camino abierto”. En una de sus notas utiliza una cita de D. H. Lawrence en un ensayo sobre Whitman, que podría haber sido escrita por él mismo: “El gran hogar del alma es el camino abierto”. Y aclara: “No el cielo, ni el paraíso, arriba o dentro”. No se consigue “meditando, ayunando, explorando cielo tras cielo interior”, sino siguiendo “el camino abierto”. “No viene por la caridad, el sacrificio, el amor o las buenas obras”, sino por “el viaje mismo, el camino abierto, carretera abajo”.
Ese camino abierto lleva a Kerouac a intentar unir a Buda con Cristo, pero finalmente se encuentra perdido. Son “sólo palabras”, dice Jack. “Nada importa, y todos lo sabemos”, dice en sus
Ángeles de desolación. La bebida tomó el lugar de la meditación, para intentar “no pensar demasiado”. Creía que el sexo le ayudaba a “olvidar a la muerte”, pero la iluminación que esperaba, no llegó. Aunque en su último libro dice que continuaba viendo la cruz de Cristo. “No puedo escapar su misteriosa penetración en toda esta brutalidad”, escribe.
El año que publicó ese libro, 1968, Jack oyó la muerte de Neal en unas vías de tren en México, lleno de alcohol y barbitúricos.
Unos meses después, Jack se sintió mal viendo la televisión, fue al baño y empezó a vomitar, muriendo de una hemorragia en el hospital. Su preocupación por el sufrimiento de Cristo, le impidió entender el sentido del perdón y la nueva vida que Él nos ofrece. “Jesús dice: Yo soy el camino, la verdad y la vida” (
Juan 14:6)
Porque ¡la esperanza no está en la carretera!
Si quieres comentar o