Compartir el silencio

Hoy, la distancia me separa de un ser que necesita esa caricia silenciosa. Una mujer amiga que está siendo azotada por el látigo de la tristeza.

Hoy siento que las limitaciones geográficas son realmente un inconveniente, y aunque sé que el corazón no entiende de distancias, la cercanía física sería realmente eficaz.

Al escribir esto, lo hago con el único propósito de que ella pueda leerlo, y aunque resulte útil para cualquier otra persona, especialmente lo escribo pensando en ella. Es para ti Carmen, desde éste , mi sur, que ahora más que nunca me parece tan alejado de tu Madrid.

Me gustaría ataviarme de viento, un viento recio que disipara tantas brumas. Enrolarme en tu corazón y cantarte una melodía que te hiciese salir de ese entorno oscuro que tanto daño te produce.

Desearía desatar el apretado nudo de tu garganta e impedir que te siga ahogando.

Irrumpir en tu soledad y deshacerla. Poner pinceladas de color en ese horizonte grisáceo que ahora se ciñe ante ti.

No hay medicina para ese dolor, para ese pesar que tanto escuece. Aún así , me inclino , optando la actitud que más te puede beneficiar, mis rodillas se doblan ante Dios y emito un ruego con ojos vidriosos, una petición que una vez exteriorizada asciende a los oídos del nuestro Padre.

Tu cúmulo de dolor me duele.

Tus lágrimas enturbian mi vista.

Tu corazón herido contagia de tristeza al mío.

Lo único que mantiene alegre mi alma, es saber que este sentir es porque te quiero, porque a pesar de los pocos encuentros, de las escasas charlas, existe entre tú y yo algo hermoso, se conjuga ese precioso término llamado amistad y ello me hace desplegar palabras de aliento, deseando que el viento las lleve hacia el norte , hasta ti.