Vivir sin olvidar

¿Cómo seguir viviendo cuando se han arrebatado ilusiones, sueños y se han hecho añicos corazones sobrados de vida?

La respuesta se silencia. No es sencilla la tarea de argumentar algo tan delicado, tan importante. Las frases se vuelven torpes para tal fin.

Cada persona es única y como tal, funciona de una manera particular y sin igual. Por ello, no hay fórmulas prodigiosas para paliar el dolor, no existe esa barita mágica que solvente incógnitas y omita toda tristeza.

Cada cual ha de llevar su aficción de la mejor manera posible. Para algunos será laborioso vivir faltos de esos seres tan amados, mientras que otros, huirán de los recuerdos para poder seguir sobreviviendo .Todos tiene su propia forma de hacer duelo.

Sé que Él es el único capacitado para paliar todo sufrimiento. Él, que nos ama más que nadie y que sufrió de forma inhumana por cada uno de nosotros conoce sobradamente el significado del dolor.

Cuando ponemos nuestro corazón a su merced, Dios se cuida de repararlo, de expandir un ungüento calmante sobre las heridas. Las ausencias estarán siempre con nosotros, sean cuales sean las causas por las que los ausentes partieron.

El recuerdo permanecerá, estará ahí, dañándonos en la medida que dejemos que lo haga. A veces el dolor será mayor, otras veces menor, pero siempre latirá interiormente, haciéndonos ver la necesidad de un amor sobreabundante capaz de camuflar tanto desconsuelo.

Las tragedias nos unen, consiguen que seamos más humanos, nos sensibilizan y enseñan a llorar con los que lloran.

Hoy mi voz adelgaza para infiltrarse por las rendijas de los corazones y solidarizarme con todos los que sufren.

En días como estos en los que se cumplen fatídicos aniversarios, la llegada de la primavera me regala aromas nuevos, invitándome a seguir en esta ardua carrera poniendo mi particular granito de arena en las vidas de quienes por diversas causas viven rodeados de huecos vacíos, de recordadas ausencias.