Exceso de equipaje

Su permanencia depende del grado de utilidad que posean o que simplemente le concedamos. A menudo, atesoramos cosas que en realidad no sirven para nada, pero que nos proporcionan esa posibilidad de remembranza a la que acudimos para no sentir el austero pasar del tiempo.

Entre las cosas que guardo en ese baúl imaginario, están las cientos de películas de video que he ido grabando desde que tengo uso de razón, y que he archivado en cajas. Centenas de películas que han quedado obsoletas y que casi no se pueden visualizar por la mala calidad de su grabación.

Filmografías de Chaplin, Búster Keaton, Catherine Hepburn, entre otros. Mucho, mucho cine clásico. Sé que me debo deshacerme de ello, pero, cuando lo intento, siempre me viene a la memoria ese instante en el que descubrí aquella película, ese mágico momento en el que descubrí mi pasión por el cine.

Igualmente me ha ocurrido con las viejas y desgastadas cintas de casete que he ido coleccionando. Diversidad de autores y grupos que han puesto banda sonora a cada etapa de mi existencia.

Con ellas no he tenido reparos, me he deshecho de casi todas, dejando sólo aquellas realmente especiales y de las que no he podido despegarme.

Es así, como toda mi música en casete ha ido a parar al contenedor de basura (Las intenté donar a un mercadillo de segunda mano, pero ni aún hay las querían, admiten que ya nadie las usa).

Llenamos la vida de cosas, elementos a los que sin darnos cuenta comenzamos a estimar, espolvoreándolos de prestigio, posicionándolos en lugares especiales.

Llenamos cuanto nos circunda de tesoros que materialmente no poseen valor, pero a los que proporcionamos una valía emocional, sentimental, que los hace incomparables.

A veces necesito recurrir al pasado, oler las páginas amarillentas de los usados libros, pasear mi mirada por las portadas, pasadas de moda, de los discos de vinilo, depositarlos en el tocadiscos y oír esa imperfecta grabación, música con ruido de fondo que me hace rememorar esos momentos maravillosos en los que me dejé acariciar por la belleza de la música.

Aunque, muchas otras veces, me gustaría prescindir de todo recuerdo material, deshacerme de esa pesada valija del ayer y vivir con lo puesto. Ceñirme a este presente sin sentir añoranza por el pasado .Olvidar ciertamente lo que queda atrás, y extenderme a lo que está delante.

Sé que es imposible. Después de todo, siempre seré una nostálgica.