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Protestante Digital

 
La economía del Reino (VI)
8
 

Jesús y el cuidado de los pobres

Peor que la necesidad material es la enfermedad física y peor que la enfermedad física es la espiritual.
LA VOZ AUTOR César Vidal Manzanares 20 DE NOVIEMBRE DE 2013 23:00 h

Seguramente sorprenderá a pocos si afirmo que Jesús tuvo una visión del cuidado de los pobres que continua con claridad la contenida en el Antiguo Testamento. No podía ser de otra manera porque, como mesías, no vino a abolir lo enseñado en la Torah y los profetas sino a darle cumplimiento (Mateo 5: 17).

De manera, sin duda desalentadora para algunos, Jesús aclaró que esos pobres existirían siempre. No sólo eso. Siempre estarían cerca de los discípulos para que éstos pudieran ayudarlos (Mateo 26: 11). No se trataba ni de una opinión pesimista ni de una huida de una realidad desagradable, sino de una constatación de un hecho innegable. En un mundo caído, al igual que la enfermedad y la muerte, la pobreza perdurará hasta la consumación del Reino.

Ciertamente, habrá algunos que abogarán por la visión pauperista que pretende centrar todo el mensaje en los pobres, pero no cabe engañarse: el único personaje que asume en el Nuevo Testamento esa posición es Judas Iscariote y, como señala Juan 12: 5-6, lo hacía como una excusa para poder quedarse con lo que era de todos. Mírese a nuestro alrededor y se descubrirá que el ejemplo de Judas Iscariote –utilizar a los pobres y necesitados como argumento fundamental para llevarse lo que hay en la bolsa común– es de rabiosa actualidad. Debe decirse también que no se trata de un fenómeno reciente sino muy antiguo.

Precisamente, la conciencia de que los pobres siempre formarán parte del escenario previo a la consumación del Reino tiene para Jesús consecuencias prácticas muy concretas. De entrada, una de las señales de que ese Reino ha comenzado a actuar es, precisamente, que el evangelio es predicado a los pobres (Lucas 14: 21) o que alguien, realmente convertido de su corrupta manera de vivir, dedica una parte importante de su patrimonio a socorrerlos (Lucas 19: 8). No deja de ser significativo que cuando se nos relata que Jesús sintió compasión –en realidad, una traducción muy pálida de splagjnízomai, un término griego que significa, literalmente, que a uno se le remueven las entrañas– ese removimiento de entrañas ante situaciones muy concretas se dirige a primero, la necesidad espiritual (Mateo 9: 36-8); segundo, la enfermedad (Mateo 14: 14) y tercero, el hambre (Mateo 15: 32). El orden, difícilmente, es casual y casi me atrevería a decir que es decreciente. Peor que la necesidad material es la enfermedad física y peor que la enfermedad física es la espiritual. Pero si el orden es obvio no lo es menos la forma en que Jesús espera que se atienda a los necesitados. No contamos con la menor referencia a que esperara que el rey Herodes, la administración romana o las autoridades del templo debieran hacerse cargo del problema. Desde luego, si Jesús era partidario de algo que se asemejara al denominado estado del bienestar consiguió ocultarlo también que no dejó la menor huella al respecto. A decir verdad, lo que esperaba es que fueran sus seguidores los que, incluso con pocos medios, se ocuparan de atender debidamente esos problemas a la par que predicaban el Evangelio del Reino. Resulta enormemente significativo que cuando tuvo lugar la multiplicación de los panes y los peces, instara a sus discípulos a que alimentaran a los necesitados aunque tuvieran poco porque él transformaría lo escaso en sobrante (Mateo 14: 16). No debían esperar tener para ayudar sino ayudar con lo que tuvieran, en la seguridad de que Dios multiplicaría –literalmente– lo poco con lo que contaran.

No menos revelador es el hecho de que Jesús huyó –literalmente– de aprovechar políticamente el dar de comer a la gente (Juan 6: 15). En otras palabras, Jesús esperaba que sus seguidores socorrieran con lo que tuvieran a los necesitados, que no sacaran rédito político de ello y que además lo hicieran en secreto (Mateo 6: 1-4). Todo parecido entre la enseñanza –y la conducta– de Jesús y las organizaciones que reciben subvenciones estatales, continuamente realizan propaganda de su labor social e incluso obtienen dividendos políticos de su actuación es, obviamente, pura coincidencia. Ese sistema, a decir verdad, está mucho más cerca del “panem et circenses” imperial que de la predicación de Jesús y no debería sorprendernos, precisamente por ello, que esa tentación la planteara el mismísimo Satanás (Lucas 4: 1-4), señor, a fin de cuentas, de los reinos de este mundo (Lucas 4: 5-8). Como en tantas ocasiones, las opciones que el mundo caído presenta como óptimas se corresponden de manera directa con las tentaciones del mismo Diablo.

Precisamente porque desde la perspectiva de Jesús, lo relevante no es la cantidad sino la condición del corazón, se explica que pudiera alabar con profundo sentimiento a la viuda que apenas pudo contribuir con unas moneditas (Lucas 21: 1-4).

Resumiendo, pues, en primer lugar, Jesús no asumió un mensaje pauperista –progresista, dirían algunos– en relación con los pobres. También ellos necesitaban escuchar el Evangelio y cambiar de vida como el resto de la Humanidad caída. Esa era su gran esperanza. Semejante circunstancia –absolutamente esencial– no se ve en absoluto afectada por el caudal de cada uno. No existía una “opción preferencial”. En segundo lugar -y dada la perdurabilidad de la pobreza- sus seguidores debían mostrar compasión hacia las necesidades espirituales, físicas y materiales de todos. A decir verdad, lo que diferencia la práctica de la religión del verdadero amor al prójimo simbolizado en el buen samaritano es que éste acudió a atender al pobre desvalijado en lugar de continuar su camino hacia el Templo. En tercer lugar, esa ayuda debería ser privada, confiada en Dios y discreta. En ningún momento, Jesús pretendió descargar la compasión sobre los hombros de la colectividad o del poder político. Ése era el método imperial, pero Jesús parece haber sido enormemente escéptico al respecto siquiera porque recordaba que los gobernantes suelen presumir de ser benefactores de los pueblos cuando, en realidad, tan sólo desean ser sus señores (Lucas 22: 25). En cuarto lugar, Jesús rehusó capitalizar la ayuda dada a los necesitados y, ciertamente, pudo hacerlo. Desde luego, cuando se contempla la manera en que las más diversas instituciones –políticas, sociales, religiosas…- hacen exactamente lo contrario quizá se pueda tener un atisbo de la enorme distancia existente entre el corazón de los que las dirigen y el de Jesús. Por último, Jesús vinculó la verdadera redención de los necesitados a un cambio radical, la metanoia o conversión, que implicaba la asunción de unos valores diferentes, valores que, no pocas veces, son el camino directo para salir de la pobreza. Mírese la enseñanza y la práctica de Jesús y lo que otros presentan como preocupación por los necesitados y se verá que entre ambos extremos media un profundísimo abismo.

Continuará
 

 


7
COMENTARIOS

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CJuanaCA
26/11/2013
10:28 h
7
 
Cuanto más rico soy más puedo dar a los pobres y a los míos. Es legítimo lo que ganamos con nuestro esfuerzo. En cuanto a los impuestos nada más justo que un tipo único para ricos y pobres pues en este país hay precisamente muchos ricos y pobres que defraudan. Dr. Cesar me quedo con esta palabra nueva para mi, Metanoia, para la reflexión... Empiezo a leer la biblia y es como la lluvia que cae suavemente sobre la tierra, soy un sediento soy un labrador e invoco al Espíritu Santo para que venga...
 
Respondiendo a CJuanaCA

Antonio
25/11/2013
14:43 h
6
 
Pienso que ha omitido un punto relevante en su análisis, Jesús el Señor, siendo rico “se hizo pobre”, de modo que el evangelio de Jesús no solo consiste en “dar de comer a los pobres”, sino en hacerse pobre para imitar a Jesús. El señor mismo no tenia ninguna necesidad de nacer en un pesebre, vivir sin tener un lugar donde repostar su cabeza y morir en el tormento de la cruz destinado para los peores malhechores, pero de un modo extraño y misterioso así quiso hacerlo. Otra cuestión, entendemos que los pobres también tienen necesidad de escuchar el evangelio, pero no es lo mismo escucharlo desde una posición acomodada, que bajo un chamizo miserable de un barrio marginal, de eso también habla
 
Respondiendo a Antonio

Galo Nómez
24/11/2013
15:53 h
5
 
La gente más acaudalada siente una suerte de obligación en mostrar su opulencia disfrutando de un estilo de vida excesivamente lujoso, lo cual a la larga se transforma en un provocación para el resto. Aparte que no todos ellos, incluyendo a algunos que se declaran cristianos, van en auxilio de sus hermanos más desposeídos e incluso hay un puñado que no trepida en humillarlos aún más si eso le permite aumentar sus réditos económicos (caso emblemático de los propietarios de Wall Mart), justificando sus acciones con la propia Biblia. Es entonces cuando se vuelve necesaria la intervención del Estado. Para, a través de los impuestos, forzar a los más reacios a cumplir su deber con el resto de la
 
Respondiendo a Galo Nómez

Marcos Saez
22/11/2013
15:47 h
4
 
Estos días he visto la maratónica de TBN y era muy interesante comprobar que tienen una clara opción por los pobres.De hecho no suelen pedir dinero a los ricos,''. bendecidos de jehova'',sino a los pobres:arruinados,parados,acuciados por las deudas,esposas de alcoholicos,amenazados con desahucios....Esto mismo lo observo en una radio '''cristiana'''de mi localidad.
 
Respondiendo a Marcos Saez

luis gomez
22/11/2013
15:47 h
3
 
Hablas de Jesús a una persona muy rica y generosa.Y piensas/sueñas:si se convierte podríamos pagar ,construir,ayudar...Hablas de Jesús a una persona muy pobre y piensas:a ver como hablo con los de la obra social para que le den comida,deberia darle un billete de metro o 10 euros....Para Dios ambos son igualmente valiosos,pero para mi :no y este es el desafio
 
Respondiendo a luis gomez

ikari
22/11/2013
15:47 h
2
 
No digo que sea un mal comentario, pero eso sí, de escasa profundidad, parece un discurso. Dice textualmente: 'Jesús vinculó la verdadera redención de los necesitados a un cambio radical, la metanoia o conversión, que implicaba la asunción de unos valores diferentes, valores que, no pocas veces, son el camino directo para salir de la pobreza.' Por ejemplo Simarro habla del tema frontalmente, porque sabe y hasta se podría decir que lo que escribe realmente lo siente, no deja vaguedades como dejando la tarea a los lectores.
 
Respondiendo a ikari

Pep Porta
22/11/2013
15:47 h
1
 
Wow, nada que ver con lo que otras voces dicen..
 



 
 
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