La Biblia establece de manera taxativa que sólo se puede rendir culto a Dios. Así, en el Decálogo entregado por Dios a Moisés se afirma: “Yo soy YHVH tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mi. No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás ante ellas, ni las honrarás” (Éxodo 20, 3-5. Ver también Deuteronomio 5, 6-9).
En el mismo sentido la Biblia indica: “A YHVH tu Dios temerás, y a él solo servirás” (Deuteronomio 6, 13).
No deja de ser significativo que el mismo Jesús, tentado por Satanás, repitiera expresamente ese mandamiento:
“Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a El solo servirás culto” (Lucas 4, 8).
Ese servicio sagrado rendido en exclusiva a Dios es una de las características esenciales de la visión espiritual recogida en la Biblia. Frente a la posibilidad de rendir culto a otros seres, Josué afirma que él y su casa servirán a YHVH únicamente (Josué 24, 15-8). Los salmistas insisten en ese servicio que sólo puede dispensarse al único Dios (Salmo 2, 11; 101, 6; etc) y Jesús enseñó que sólo se puede servir a Dios (Mateo 4, 10). Al respecto, no deja de ser significativo que en los escritos apostólicos sólo se hable de culto y de servicio al único Dios y a nadie más (Hechos 20, 19; Filipenses 3, 3; Hebreos 9, 14; 12, 28; Apocalipsis 7, 15). Obedeciendo, pues, el mandato de Dios entregado a Moisés y corroborado por Jesús y los apóstoles, los protestantes sólo podemos y debemos rendir culto y servir al único Dios.
En un intento de justificar el hecho de otorgar culto a otros seres que no son Dios – una acción que la Biblia considera idolatría – el catolicismo ha terminado diferenciando distintas formas de culto como el culto de latría (para Dios solo), el de hiperdulía (para María) y el de dulía (para los santos).
La verdad, sin embargo, es que la Biblia no distingue jamás entre diferentes clases de culto ni afirma que algunas sean lícitas si, en vez de dispensarse a Dios, se dispensan a criaturas. Por el contrario, insiste en que sólo puede servirse y otorgarse culto a Dios y además, de manera explícita, conecta los términos relacionados con la dulía sólo con Dios y jamás con María o los santos. Jesús indica claramente que no se puede servir (doulein) a dos señores –algo que, imaginamos, valdrá para un Señor y una señora– (Mateo 6, 24) y los apóstoles relacionan la dulía única y exclusivamente con Dios (Hechos 20, 19; Romanos 12, 11; I Tesalonicenses 1, 9), lo cual, dicho sea de paso, armoniza totalmente con la enseñanza de la Torah, pero colisiona con la del catolicismo.
Algo semejante hay que señalar en cuanto a la mediación de María y de los santos en que cree el catolicismo. Una vez más, los protestantes nos aferramos al testimonio de la Palabra de Dios. Fue Jesús – y no Lutero, Calvino o cualquier otro teólogo reformado - el que afirmó: Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mi (Juan 14, 6)
Sin duda, Jesús hubiera podido señalar que se podía llegar al Padre por otros caminos vg: gracias a la mediación de su madre o de algunos de sus seguidores. Lo que afirmó fue totalmente opuesto a esa posibilidad.
No sólo eso. Además Jesús recalcó que podrían pedir al Padre no en nombre de su madre o de alguno de sus discípulos, sino sólo de él (Juan 14, 13; 15, 16; 16, 24, etc). Esperamos que nuestros amigos y conocidos católicos comprendan que prefiramos seguir las enseñanzas de Jesús al respecto a unas prácticas humanas que no aparecen en las Escrituras y que se han ido perpetuando con el paso de los siglos. Porque ciertamente la iglesia primitiva supo con toda claridad que no había varios mediadores sino uno solo. Así, el apóstol Pablo enseñó taxativamente: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a si mismo en rescate por todos…” (I Timoteo 2, 5-6).
De nuevo, permítasenos obedecer la enseñanza de los apóstoles y afirmar con alegría y esperanza que sólo hay un mediador, aquel que murió en rescate por nuestros pecados - algo que, obviamente, no hizo María ni tampoco ningún santo – y al que podemos dirigirnos con confianza porque es el Sumo pontífice adecuado para nosotros pecadores (Hebreos 2, 14-18; 4, 14-16).
Resumiendo, pues, debemos señalar que respetamos la figura de María e incluso podemos considerar digna de ejemplo su sumisión a Dios su salvador (Lucas 1, 47). De la misma manera, podemos considerar que algunos personajes de la Historia del pueblo de Dios como Abraham, Moisés o Pablo dieron a lo largo de su vida ejemplos de cómo debían comportarse los creyentes.
Sin embargo, no por ello nos resulta menos obvio que,
de acuerdo con la enseñanza de la Biblia, sólo se puede rendir culto a Dios y que sólo Cristo es mediador entre El y los hombres.
Salir de esa conducta nos colocaría en una peligrosa situación de distanciamiento de la enseñanza de la Biblia que – pensamos que será fácil de entender – no podemos asumir.
Como antaño señaló Josué, los demás pueden hacer lo que buenamente les parezca, pero nosotros sólo rendiremos culto al único Dios y no a ninguna criatura por buena que haya podido ser (Josué 24, 15).
CONTINUARÁ: Los protestantes no creen en la Virgen (V): lo que los protestantes no creen de María (IV): virginidad perpetua y corredención
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