En la presente y las siguientes, intentaré abordar por qué carecen de base y, en realidad, chocan frontalmente con la realidad.
LA VERACIDAD ARQUEOLÓGICA DE LAS HISTORIAS DE LOS PATRIARCAS.
Como ya indicamos,
la Hipótesis documentaria se fue desarrollando en una época caracterizada por una práctica de la crítica literaria entusiasmada con la idea de descuartizar las fuentes históricas a la búsqueda de sucesivos estratos de tradición en ellas. Sin embargo, en paralelo, la arqueología o era inexistente o se encontraba verdaderamente en mantillas como disciplina auxiliar de la Historia.
Si el Pentateuco se hubiera escrito en las distintas fechas señaladas por la Hipótesis documentaria estaría plagado de anacronismos y contendría múltiples inexactitudes. Eso pretenden los defensores de la HP, pero lo cierto es que los hallazgos arqueológicos nos llevan a ver exactamente todo lo contrario.
Por ejemplo, en 1925 – varias décadas después de la articulación de la HP – se descubrieron en Nuzi, una ciudad situada al sureste de Nínive, unas veinte mil tablillas pertenecientes al s. XVI-XV a. de C. De manera bien reveladora, en ellas
encontramos claros paralelos con lo que sobre los Patriarcas nos narra la Biblia.
Por ejemplo, la idea de que el mayordomo debe heredar a un hombre sin hijos como sucedía con
Abraham y Eliezer antes de que el primer contara con descendencia (
Génesis 15:2 y 24:2); el robo de los terafim de Labán por Raquel ya que eran prenda de buena suerte y su pérdida una gran desgracia (
Génesis 31); la toma de una concubina para tener hijos –en el caso de Abraham y Jacob- porque la esposa es estéril e invita al marido a que de ese paso (
Génesis 16:2 y 30:3) e incluso la venta de la primogenitura que Esaú realizó en favor de Jacob (
Génesis 25:30-34) constituyen ejemplos bien iluminadores de instituciones jurídicas pertenecientes precisamente a la época de los Patriarcas, pero no de la monarquía de David o del regreso del Exilio.
Lo mismo puede decirse del relato de la compra de la cueva de Macpela por Abraham a Efrón el hitita (
Génesis 23). De manera lógica si se cree en la fecha antigua del Pentateuco, incomprensible si aceptamos la hipótesis documentaria, los datos del Génesis se ajustan precisamente a un código legal hitita hallado en Boghazkoy.
Añádase a esto que los supuestos anacronismos mencionados en estos relatos no son tales. Por ejemplo, se suele repetir hasta la saciedad que
el Génesis menciona el uso de camellos y que su domesticación no es anterior al s. XII a. de C., es decir, muy posterior a los Patriarcas por lo que también el Pentateuco tendría que haberse redactado en fecha más tardía.
La realidad es que casi causa sonrojo escuchar semejante argumento e incluso contemplarlo en documentales de reciente factura. De hecho, ya en las excavaciones de Mari realizadas por Parrot ya se encontraron restos del 2.400 a. de C., que pertenecían a camellos domesticados. Igualmente, una tablilla del s. XVIII a. de C., encontrada en Alalaj, al norte de Siria, menciona específicamente el camello (gam.mal) como animal doméstico. Volvemos a encontrarlo en un relieve de Biblos, Fenicia, también en el s. XVIII a. de C. e igualmente contamos con distintos sellos cilindricos de Mesopotamia – el lugar de origen de Abraham – con jinetes cabalgando en camellos.
También se suele apuntar que la mención de
los filisteos en Génesis es un anacronismo que indica una fecha tardía de redacción del Pentateuco. La realidad arqueológica es que los “filisteos” como pueblos del Egeo eran conocidos sobradamente en la época de los Patriarcas y no sólo conservamos restos de su cerámica sino que incluso hay menciones sobre ellos en una tablilla de Mari del s. XVIII a. de C.
Por si todo lo anterior fuera poco, las descripciones geográficas de los relatos patriarcales se corresponden con exactitud con lo que conocemos del Bronce Medio (c.1900-1600 a. de C.). En términos generales, los patriarcas estuvieron asociados con la zona montañosa – y densamente boscosa en esa época – donde se encontraban Dothan, Gerar, Siquem y Betel. De todas ellas tenemos constancia en la época que relata el Pentateuco y lo mismo puede decirse de Gezer y Megido.
Este conjunto de circunstancias tiene una explicación clara y evidente si el Pentateuco fue escrito en la época que afirma la Biblia. Son absolutamente incomprensibles si, por el contrario, el Pentateuco fue escrito en el s. X a. de C. y no digamos ya en el s. VI a. de C. Ciertamente, el acercamiento al Pentateuco partiendo de la Hipótesis documentaria puede hallar anacronismos, pero –como volveremos a ver en sucesivas entregas- no serán otros distintos a los de la propia Hipótesis que se mantiene con el paso del tiempo en los supuestos de un siglo XIX que desconocía la arqueología.
Continuará con “La hipótesis documentaria (IV, respuestas): Israel en Egipto”
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