Esta
vasija de cerámica se presenta como un objeto del siglo I, que lleva una inscripción griega realizada antes del año 50 d. C. Su referencia al
cristo o Mesías, se convierte para algunos en la primera referencia histórica a Jesús. Ya que creen que ésta estaba hasta ahora en una carta de Pablo fechada el año 51 d.C. El hallazgo tiene por lo tanto todos los elementos para hacer despertar la imaginación de muchos. Hay ya quien recuerda ¡hasta el Santo Grial!, que algunos identifican con la copa que Jesús utilizó en la última cena. Pero ¿hay base para relacionar este objeto con Jesús?
Para desilusión de muchos, no son pocos los especialistas que piensan que se está hablando de una fecha equivocada. Antonio Lombatti dice que “no hace falta ni un análisis microscópico, para ver que la inscripción no puede ser tan clara en un objeto sacado del agua después de dos mil años”. John N. Lupia III cree que la inscripción “sugiere una mano moderna”. Es evidente que para estos investigadores, está demasiado reciente la falsificación del osario de Santiago, para no tener de entrada serias dudas sobre la autenticidad de estos textos, aunque la cerámica sea claramente antigua.
La línea de incisión de las letras parece demasiado nítida. Algunos se preguntan por eso si habrá pasado realmente por fuego. La escritura le sugiere a Jean-Luc Fournet el siglo tercero. Jack Kilmon ve señales de fuego, pero la mano que la escribe, cree que es del siglo II o III. ¿De dónde viene entonces la fecha del siglo I? La evidencia para ésto, es de tipo estratigráfico, o sea el nivel de profundidad de la tierra, que está en este caso bajo el agua. Algunos reclaman por eso más información sobre el estudio de los estratos en que ha aparecido. Ya que sospechan que ha habido un error en este sentido.
MISTERIOSA INSCRIPCIÓN
Lo más extraño de este descubrimiento, no es sólo la antigüedad de la inscripción, si no su propio texto. Porque ¿qué quiere decir DIA CHRESTOU OGOISTAIS? Chrestus o
cristo es un nombre común, pero la forma correcta de escribirlo es
Christos. Los dos suenan igual en su pronunciación, pero el cambio de la letra
eta por el signo
iota no es tan habitual, como algunos creen. Se produce a veces en el nombre de los
cristianos, que Tertuliano se queja que algunos confunden. Y aparece así en algunos pápiros, pero ¡los más antiguos son del siglo segundo o tercero!
El juego de letras se suele dar por lo tanto en el nombre de los cristianos, no en el de Cristo. El único caso conocido en que esto se produce, podría ser la famosa referencia del historiador Suetonio a Jesús, en un pasaje de su libro sobre el emperador Claudio, al hablar de la expulsión de los judíos de Roma (25:4). Hay referencias similares en algunos Padres de la Iglesia, pero no durante el primer siglo. El estudio más importante sobre este tema es de un profesor de la Universidad de Macquarie llamado G. H. R. Horsley, que nos recuerda que “una cosa es jugar con las palabras, y otra, pensar que son idénticas, o decir que una sustituye a la otra”.
Chrestou es además el genitivo singular de
chrestos, un adjetivo que se suele traducir como “bueno” (que no tiene nada que ver con el titulo
Christos, usado para Jesús como el Cristo). El historiador de Franfurt, Manfred Clauss, recuerda además que “
Chrestos es un nombre común para los hombres en Grecia, que no tiene nada que ver con Jesús”. Aunque el profesor Otto Betz dice que a veces se juega con ambas palabras, para hablar de
Cristo como
bueno…
De hecho, si lo entendemos como “bueno” en relación con
OGOISTAIS, puede dejar de ser incluso una referencia mágica, para hablar de la excelencia del vino. Esa es la opinión de Kilmon. La experta en cerámica de la
IFAO, Sylvie Charmond, observa también que ésta es una copa para beber, no una vasija para poner al fuego, cocinar o hacer ritos mágicos. Para ella,
OGOISTAIS puede ser una mala lectura de “el que probó”, en referencia a la excelencia del vino.
¿UN MILAGRERO MÁS?
Si esta vasija fuera un objeto mágico, ¿por qué podría tener alguna relación con Jesús? Para entender esta interpretación, tenemos que darnos cuenta que muchos investigadores del Jesús histórico, hablan ahora de él como un mago sanador o taumaturgo, al estilo de muchos que había en aquella época. El historiador evangélico Jonathan Secanella hizo una interesante revisión crítica de estas ideas, en el pasado
Fórum de Apologética (que se celebró en San Rafael, Segovia, en un seminario en que los dos participamos, junto a César Vidal). Su intervención aparecerá dentro de poco publicada en un libro que incluirá los textos que presentamos en ese foro. Pero me permito adelantarles algunas de sus ideas…
No hay duda que uno de los principales obstáculos que encontraron las autoridades judías frente a Jesús fue la imposibilidad de negar sus milagros. Esto les llevó a plantear dudas sobre el origen de su poder, atribuyéndoselo a Belcebú, el príncipe de los demonios (
Mateo 9:34; 12:24). En el siglo II, Justino nos dice en su
Diálogo con Trifón que esa concepción perduraba entre los judíos.
El Talmud le tilda por eso de brujo o mago, que ha seducido a Israel, haciéndole apostatar (
Sanedrín 43a; cf, también 107b). Desde entonces muchos han difundido esta idea, que hace de Jesús un milagrero, al estilo de tantos que han existido y existen en la actualidad.
Estos autores creen ver para ello similitudes entre los milagros de Jesús y las acciones de otros muchos personajes de aquel tiempo, en gestos como untar los ojos de lodo o emplear palabras arameas en algunas ocasiones.
La gran diferencia es por supuesto que Jesús no hace magia. No sigue ningún procedimiento especial en sus curaciones, pero sobre todo no utiliza poderes superiores, por medio de rituales o instrumentos de coacción, como hacen los magos. No sirve en ese sentido la división que algunos hacen entre “magia blanca” o “magia negra”, porque Jesús no hace magia.
LOS MILAGROS DE JESÚS
Por un lado, es evidente que ha cambiado la perspectiva de muchos estudiosos sobre los milagros de Jesús. Durante mucho tiempo ha primado una racionalización materialista en la escuela crítica de los evangelios, que negaba sistemáticamente todo elemento sobrenatural en los milagros de Jesús. Como dice Rafael Aguirre de la Universidad de Deusto, hoy, “hasta los críticos más radicales aceptan que Jesús realizó curaciones que sus contemporáneos consideraban milagrosas”. Otra cuestión, es que acepten realmente que son milagros. Se ven más bien como curaciones psicosomáticas, que “hay que saber interpretar”…
Para los historiadores actuales, está claro que Jesús fue un sanador popular. El problema es que lo ven como uno de tantos (Apolonio de Tiana, por ejemplo, que vivió también durante el primer siglo), e incluso lo comparan con las pretensiones de otros en la actualidad. Es cierto que algunos cristianos han reducido a Jesús a ser poco más que un milagrero, por su hambre de señales sobrenaturales hoy en día. Los milagros de Jesús son sin embargo únicos en muchos sentidos. La forma cómo actúa sobre la naturaleza, devuelve la vida o muestra su gloria transfigurada, no son detalles de relatos legendarios.
Jesús muestra un poder excepcional, que sólo una lectura superficial puede distorsionar, como cuando se convierte la multiplicación de los panes y los peces en un simple gesto de generosidad.
Los milagros son señales que apuntan a su persona. Nos muestran quién es Él. Están documentados por diversas fuentes, no relacionadas entre sí. Afirman los hechos, aunque varíe su interpretación. Necesitan por lo tanto una explicación. Pero la respuesta no puede ser relativizar el milagro...
Los milagros nos muestran que Jesús es el Hijo de Dios, no un mesías milagrero. Su carácter se sostiene sobre datos más que probables. Son verdades aceptadas por sus contemporáneos, pero no por una atmósfera milagrera, que hubiera en aquella época, por un clima reinante de credulidad.
Ya que es cierto que
“muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre” (
Juan 2:23-25).
Lo más importante tal vez, no es entonces lo que tú y yo pensamos sobre Jesús, si no lo que Él piensa de nosotros…
MULTIMEDIA
Pueden escuchar aquí una entrevista del locutor Daniel Oval a José de Segovia (audio, 6 Mb) sobre el mismo tema:
¿Era Jesús un mago?.
También pueden ver aquí en video la noticia del hallazgo de la
vasija con el texto de ´Cristo, el mago´, con comentarios de José de Segovia (video, 5 Mb).
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