Seres de otro mundo

Sin embargo, los principios y valores de esta sociedad fluctúan, siendo la Palabra de Dios la vara canónica que filtra y separa la vida y de corrupción que proviene del estado rebelde del planeta: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1ª Juan 2, 5-17). En este otro sentido, ”la amistad del mundo es enemistad contra Dios” (Santiago 4, 4).

El ambiente general es siempre amenaza contra la Iglesia de cada tiempo. Pablo lo sabe, y se lo advierte a los suyos: “No os dejéis moldear por los valores y prioridades de estos tiempos, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12, 2).

Aunque el asunto no es tan complicado, quizás algunos se han hecho un lío con la guerra de los mundos, con eso de que “no estamos en el mundo, pero somos del mundo”, dando lugar a prácticas heréticas que se revisten de cristianismo. Llegados a este punto, hay religiosos se han autoengañado para declararse “apartados del mundo” cuando no han hecho otra cosa que mundanizarse.

Algunos piensan que son menos mundanos cuando las reuniones y actividades de iglesia copan casi todo su tiempo libre. Eso está muy bien, pero cuando las reuniones intraeclesiales provocan que los cristianos desaparezcan de las asociaciones de vecinos, de los sindicatos, de los medios de comunicación, etc., es cuando dejamos de “ser enviados al mundo” para dejarnos abducir por el extraplanetario gueto religioso que se oculta debajo del almud (Mateo 5, 14-16).

El “ir a tu rollo” es un rudimento de este siglo que no está mal visto del todo en la calle; “vive y deja vivir”, se suele decir. Sin embargo, este modo de vida se presenta como una de las grandes abominaciones para el Dios en quien muchos creemos. Para el Dios de la Biblia resulta tan pagano el desentendernos del mundo que nos rodea que fue por esta causa por la que Yavé decidió destruir con fuego las ciudades de Sodoma y Gomorra: "He aquí ésta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan... y no fortaleció la mano del afligido y del pobre" (Ezequiel 16, 49).

El estilo de vida del gueto religioso es uno de los más evidentes empapamientos del pensamiento mundano de la iglesia este siglo. La entronización del hedonismo, incluido el hedonismo espiritual, es muy del mundanal vacío existencial. Algunos se ven a sí mismos como muy místicos porque ya no visitan bares o porque han dejado de moverse en círculos “mundanos”. ¿Y quién será luz en aquellos lugares? ¿Esperaremos a que los incrédulos vengan a nuestras iglesias por su propio pie?

Es sano que los cristianos organicemos reuniones, cafés o festivales musicales con otros hermanos, pero cuando esto se configura en un estilo dominante de vida es cuando nos convertimos en mundanos que entregan las armas dadas por el Rey y destierran la armadura (Efesios 6) al cuarto oscuro de la falsa espiritualidad. No es lo mismo “no ser del mundo” que vivir en otra galaxia. Mundanidad de mundanidades, esto también es mundanidad.