El sueldo medio de los españoles ha disminuido y
"seguirá reduciéndose" hasta situarse en 1.541 euros en junio de 2006, tras haber descendido en el periodo comprendido entre octubre y diciembre de 2005 por quinto trimestre consecutivo, con lo que se situará en niveles similares a los registrados en 1997, según el Indicador Laboral de Comunidades Autónomas Adecco (ILCA), divulgado hace unos días.
Se nos dice que la economía española crece por encima de la europea; sin embargo, vamos a la cola de la Unión Europea en algo tan fundamental como es la ayuda y planes para la conciliación familiar y laboral. A esta flagrante escasez de apoyo gubernamental se nos suma el dudoso privilegio de poseer las jornadas laborales más largas de Europa. Con todo esto, es fácil deducir por qué poseemos el índice de natalidad más bajo del planeta.
Reconozco mi ignorancia sobre asuntos de macroeconomía, y seguro que es ésa la razón por la que me sorprende el hecho de que la principal compañía eléctrica española haya tenido en 2005 un beneficio neto de 3.182 millones, el mayor de su historia, al mismo tiempo que para 2006 nos meten un subidón de la tarifa de luz muy por encima del IPC. Seguro que tiene alguna explicación. O no. El caso es que mi estupefacción también se puede trasladar sin problemas al tema del transporte o a lo que ocurre con otras energías cuando comparamos las continuas subidas del precio del combustible con los beneficios de quienes venden. Sólo el año pasado, el litro de la gasolina sin plomo 95 subió más que en los cinco años anteriores juntos. Entre enero de 2005 y enero de 2006, el gasóleo A, combustible del 78% del parque automovilístico, se incrementó en 13,6 céntimos (16%) el litro, casi lo mismo que en los cinco años anteriores. Sin embargo, las dos grandes petroleras españolas alcanzaron en el año 2005 beneficios históricos. Repsol ganó el año pasado 3.120 millones de euros, un 29% más que en 2004, y Cepsa se embolsó 1.010 millones, un 48% más. A las compañías extranjeras no les ha ido peor; la petrolera estadounidense Exxon ha batidos todos los records al cerrar en 2005 con un beneficio de 29.785 millones de euros(1) (unos 5.000.000.000.000 de pesetas, para quien se haya perdido).
Y mejor no mencionar otros temas, también fundamentales, como la educación en España o la creciente violencia en las aulas, pues basta ver los informes internacionales para comprobar que estamos al mismo nivel de países en vías de desarrollo, entre ellos varios africanos. Como decía mi profesor de historia:
"nosotros podremos 'pasar' de la política, pero lo que es seguro es que la política no pasará de nosotros".
Creo que no somos pocos a quienes nos da la impresión de que los políticos, e incluso los medios de comunicación, no tienen del todo claro cuales son los asuntos que más directamente nos afectan a los ciudadanos.
Los políticos parecen como enrolados en la discordia acerca de asuntos más de sus partidos que de quienes representan, pero los medios de comunicación tampoco parecieran esforzarse demasiado para centrarse en la denuncia y soluciones de aquello que nos afecta más directamente.
Ya nos hemos acostumbrado a que en los informativos de las tres de la tarde se le dé mayor prioridad al último entrenamiento del Real Madrid que a los asuntos que están deteriorando nuestra calidad de vida y que necesitan repararse. Sin embargo, los políticos parecen disponer de infinitas fuerzas para su prioritaria búsqueda en la continua búsqueda del mejor de los términos posibles para las zonas peninsulares.
El febrero pasado, varias asociaciones y plataformas apoyaron una concentración contra la mencionada subida descompensada de los precios de servicios y productos básicos. Una de las chicas que participaba en el acto manifestaba su sorpresa ante la escasa afluencia de público a través de una carta al director de un periódico y en la que la muchacha añadía que
“ante la vista de cualquier transeúnte parecíamos un grupo de locos que se concentraban por un problema inexistente.” Sin embargo, hace unos años llegaba a Madrid una marea humana de decenas de miles de personas procedentes de Sevilla y Vigo para protestar porque a sus equipos de fútbol les cambiaban de categoría competitiva. Cuestión de prioridades.
¿Nos hemos resignado al abuso? ¿Creemos que no podemos hacer nada? ¿Confundimos nuestras prioridades?
Los creyentes en Cristo, como embajadores de un Reino de justicia que somos y que ya se ha acercado, tenemos la responsabilidad y el privilegio de ser diferentes, de traer aliento en medio de la resignación y anunciar la trascendencia eterna de lo acontecido en la cruz del Calvario. Pero para hacerlo como Dios manda, nos es inexcusable examinarnos primeramente a nosotros mismos y ver cuánta de esta mediocridad mundana camina a sus anchas por las iglesias.
¿Vivimos y luchando por prioridades que no son tales?
Desde el autoexamen podremos comprobar si somos, o si no somos, de aquellos que entienden su fe como un gueto al que uno se une para acudir a reunión tras reunión religiosa.
Como nacidos de nuevo estamos obligados a participar de un proceso diario de desmundanización sobrenatural (también llamado oración sosegada) para que sólo sea el Dios de los evangelios quien establezca nuestra lista de motivaciones. En ese proceso de desmundanización, quizás averigüemos que hasta ahora éramos uno de quienes dan gran importancia a las excelencias de su ilustre denominación religiosa y que rehuye de la nueva vida en la que anhela que
“todos seamos uno para que el mundo crea de verdad en Dios” (Juan 17:21).
Quizás nos haya picado la serpiente y nos hayamos resignado a aceptar la indiferencia religiosa de la calle. Quizás hayamos bajado de puesto en la lista a la
gran comisión (Mateo 28,16-20) para convertirla en la decimonovena de las comisiones a realizar. Quizás haya dejado de parecernos tan desgarrador que muchas personas de nuestro entorno se marchen de este mundo sin Dios. Quizás hemos puesto demasiado ego en los altares y ya no nos preocupa el prójimo como antes. Quizás preferimos organizar botellones espirituales en dónde se canta que Cristo ha vencido al mundo, no tanto como alabanza sino como alivio
seudoespiritual para nuestra mala conciencia respecto a nuestro descoloque de prioridades.
Puede haber muchos "quizás" y muchos intereses desordenados, pero sólo permanece para siempre aquello que se le entrega primeramente a Cristo. Lo demás, ni nos hace libres ni ser nosotros mismos; por lo tanto, no importa nada.
(1) Datos ofrecidos por el diario
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