Leí esta noticia el pasado 28 de diciembre, el día de las bromas en España, pero no sospeché que fuera guasa, pues con el islam no se juega. Otra cosa será la calidad artística de la obra en sí, pero no creo que se pueda hablar de intención de desprestigio hacia la religión del Corán. Aun así, la Dirección de Artes de Venecia abortó la posibilidad de llevar a cabo el proyecto argumentando su honesto temor de ofender a algunos musulmanes.
El día posterior a la publicación de esta noticia leo algún comentario en la prensa donde se critica el hecho de que al diseñador del cubo, el señor
Schneider, “le dé igual la armonía esencial” entre nosotros y el mundo islámico. Nada nuevo bajo el sol de la opinión periodística, pues lo habitual en los medios de comunicación occidentales es este ejemplo de conducta generalizada en la que no sólo se evita arremeter contra el islam, sino que, yendo más allá, se esquiva la parodia o cualquier exposición jocosa contra esta religión.
No hace falta decir que no ocurre lo mismo con la actitud de los mass media hacia el cristianismo. Y, por si alguno se confunde, no me refiero a las radios o televisiones de Arabia Saudí o de Irán, sino a lo que acontece en el espectro comunicativo de este occidente levantado sobre raíces griega, romana y cristiana.
Las más duras críticas contra un credo religioso masivo, así como su ridiculización o desprestigio, son situaciones exponencialmente más frecuentes en el trato hacia el cristianismo que hacia el islam. La pregunta es obvia: ¿piensan de verdad los autonombrados defensores mediáticos de la libertad de expresión, la justicia y la concordia que el Corán es mucho más respetable que el Evangelio de Jesucristo?
Ya no nos sorprendemos si vamos por la Diagonal de Barcelona o por la Gran Vía de Madrid y vemos a un señor con una camiseta en la que un muñeco arroja la cruz cristiana al cubo de basura. En España vemos mensajes de este tipo todos los días. Aquí contemplamos cómo se cocina a Cristo en un
sketch de televisión (por si acaso, recuerdo que para los cristianos Cristo es Dios mismo, no un profeta solamente humano, sino una persona con la que se establece una relación personal a diario y que es considerado Padre). Si usted vive en mi país puede bajar ahora mismo hasta el quiosco de la esquina y comprar algunos cómics donde el protagonista es un caricaturizado Jesucristo en clave blasfema y ofensiva. En fin, y así, etcétera, etcétera. ¿Ocurre lo mismo con Mahoma y el islam?
Lo que no me creo es eso que muchos periodistas dicen cuando tratan de convencernos de que este buen proceder y respeto hacia el islam se fundamenta en sus más profundos valores éticos de aceptación y tolerancia. Y no digo que no existan estos elementos de respeto genuino; pero, por encima de todo, lo que provoca parte de esta moderación expresiva hacia el islam es, simplemente, el miedo.
Que el temor hacia integrismo se configure como fundamento de dos conceptos desiguales de respeto y tolerancia religiosa es un fracaso social, una derrota de la libertad. Quien apela a la justicia en sus manifestaciones públicas debería ser coherente consigo mismo y dirigirse hacia el cristianismo con el mismo respeto y corrección con el que se dirige –o deja de dirigirse– hacia otra fe que tampoco comparte y que tampoco estima en demasía.
El hecho de que, de momento, no existan suicidas para Cristo ni que desde parroquias cristianas se ponga precio a la cabeza de escritores no debería ser tomado como válvula de escape para un trato religioso desigual. Ojalá fuera una convicción ética sincera lo que moviese un trato respetuoso hacia el islam… y también hacia el cristianismo.
La marca que en España han dejado los que se han dicho portadores de la fe cristiana no ha sido la mejor. Dicha marca llega hasta nuestros días a modo de recuerdo hostil de imposiciones y malestares que vinieron de quienes se hacían llamar La Iglesia de Cristo. Pero a fin de cuentas, ¿qué tiene que ver el Jesús de los Evangelios con todo esto?
Cierto es que el islam no ha afectado de manera profunda al alma y sensaciones de las generaciones contemporáneas, motivo que ayuda a explicar que sea el Cristo el objeto principal del oprobio religioso, pues acercarse al Hijo de Dios sin prejuicios y sin los traumas de las clases de religión antiguas no es cosa fácil. No cualquiera se atreve; pues para ello hace falta una dosis de valentía elevada al infinito. Para asumir el reto relacional y de perdón del Jesús resucitado es imprescindible despojarse del prejuicio y del temor, ya sea del temor al cubo o a cualquier otro exponente.
(1) Semanal Digital
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