“Los nazis habían preparado un plan perfecto”, dice Taylor. “Mediante un plan sutil en que simularían cooperar, se apoderarían de la Iglesia luterana y la utilizarían para sus propios fines”. Todo ello, sorprendentemente de una forma más o menos democrática, tal y como Hitler llegó al poder en Alemania. De ese modo “colocarían a sus propios hombres a la cabeza de una Iglesia unida, controlarían la organización entera y les resultaría fácil acabar con cualquier disidente”.
Día sin retorno es la historia de cómo “la Iglesia, a través de su gran autoridad, se convertiría en una potente herramienta para diseminar la doctrina nazi”.
¿CRISTIANOS ALEMANES?
Los Hoffmann vivían en la casa pastoral de la principal
Iglesia Evangélica de Magdeburg. El padre había sido nombrado predicador por el propio káiser, a recomendación de los obispos luteranos, tras un sermón de prueba, en que la congregación podía aceptarlo o rechazarlo. Había sido antes capellán del ejército durante la guerra, siendo enviado a casa por una herida en la cabeza, que le hizo perder la memoria. Cuando el káiser huye a Holanda, el conservador Hindenburg es elegido presidente, pero jura lealtad a la República de Weimar.
“Toda esta anarquía”, dice el padre, “es resultado del socialismo”. Para el pastor, “la monarquía tenía sus fallos”, pero era porque “el káiser estaba “mal aconsejado”. Al principio ve al pujante partido nazi con tolerancia. Los llamaba “jóvenes exaltados”, pero le divertían su arrogancia y entusiasmo. Aunque nunca los tomó en serio, ya que pensaba que “nunca llegarían a nada”. La violencia crecía, así como el resentimiento hacia otros países, que veían como responsables de los problemas de Alemania. Es así cómo nacen los “cristianos alemanes”…
Cuando el hijo de Hoffmann entra en la Universidad de Berlín para estudiar teología, “los comunistas hacían mucho ruido, pero el grupo que estaba atrayendo a una mayor cantidad de partidarios entre los estudiantes era el nuevo partido nacionalsocialista”. Mientras participa en la elaboración de un gran diccionario del Nuevo Testamento, dedicando años a cada palabra, los nazis llegan al poder.
El gobierno de Hitler ordena que todas las iglesias se unan, bajo un Obispo del Reich. Para elegirlo se convocan unas votaciones, en que el candidato de los “cristianos alemanes” se enfrenta a un pastor conservador, al que hacen la vida imposible.
UNA HISTORIA REAL
El personaje de Karl Hoffman es en realidad un pastor llamado Leopold Bernhard. Nacido en Berlín, no en Magdeburg, pero de una familia cercana al káiser y amiga del teólogo Von Harnack. Acaba sus estudios de teología en Zurich, pero vuelve a Alemania para entrar en la Iglesia.
Al negarse a firmar una promesa escrita de que predicaría el Evangelio de acuerdo a la doctrina nazi, se una a la Iglesia Confesante de Niemoeller, siendo enviado a un campo de concentración. Va entonces como Bonhoeffer a Estados Unidos, pero no regresa a Alemania, como él, para ser ejecutado, sino que permanece en Norteamérica como pastor luterano.
La autora conoce a Bernhard por medio del FBI en 1942. Ella nace en Portland (Oregón) en 1903 de una familia de origen alemán llamada Kressmann. En San Francisco empieza a escribir, cuando se casa con un agente de publicidad llamado Taylor, que con la Depresión compra una granja para sobrevivir, hasta que en 1938 se mudan a Nueva York. Allí escribe Kathrine
Paradero desconocido (
RBA)
, un epistolario ficticio sobre el ascenso de Hitler al poder, pero su marido y el editor encuentran la historia “demasiado fuerte para que apareciera firmada por una mujer”. Utilizan por eso su apellido paterno como nombre propio, Kressmann, para dar la impresión que es un hombre el que ha escrito el libro.
Día sin retorno es su segundo libro, que por motivos de seguridad, disfraza la identidad de sus protagonistas.
Taylor se convierte luego en la primera profesora de la Universidad de Gettysburg (Pennsylvania). Al morir su marido, continua enseñando hasta su jubilación, que va a Italia, donde escribe un diario sobre una inundación que hubo en Florencia en 1966. Se vuelve a casa allí con un escultor americano, pero su libro sobre Bernhard no se vuelve a editar hasta 1995, que es el cincuenta aniversario de la liberación de los campos de concentración. Muere al año siguiente, pero un ejemplar llega a manos de un editor francés que traduce la obra, convirtiéndola en uno de los libros más vendidos en Francia en 1999, que el 2003 ya se había publicado en dieciséis idiomas.
EL CRISTO ARIO
Para los profesores de teología del movimiento de los cristianos alemanes, “el pueblo debe olvidar las supersticiones judías que han desfigurado el mensaje real del cristianismo”. La supremacía de la raza aria, el antisemitismo, la importancia del Estado y la falta de importancia del individuo no son temas para discutir, sino para aprender y adoptar por una iglesia, que sustituye la salvación por la sangre de Cristo, por la salvación por la sangre alemana. El nazismo se convierte así en una religión, en la que el Estado es Dios.
El grupo de los
cristianos alemanes era pequeño y oscuro. Había crecido en los años veinte durante el periodo de actividades nacionalistas de Ludendorff, como una especie de grupo anticomunista.
Los católicos eran perseguidos por los nazis, pero el régimen se intenta infiltrar en la Iglesia luterana. Sólo el Frente de Lucha Cristiano de Niemoeller, pastor de la iglesia de Dahlem, se enfrenta al régimen, ya que considera que “nuestra obligación primera es con Dios y con la Palabra de Dios”. Enseña por eso el amor y la piedad de Cristo, frente a las doctrinas de orgullo y crueldad, pero mantiene toda la Palabra de Dios, frente a aquellos que desprecian el Antiguo Testamento.
Para el Estado, “un pastor sensato se conduciría de un mundo que no provocara disturbios, y dejaría que el gobierno administrara sus propios asuntos”. Hoffmann no es por eso para ellos “un pastor sensato”. Por lo que es enviado a un campo de concentración, mientras el obispo del Reich envía a un pastor del movimiento de los cristianos alemanes a ocupar su lugar, que predica el odio de Jesús a los judíos.
Hitler no establece el Reino de Dios en la tierra, sino el odio y el terror de un neo-paganismo, que se disfraza de cristianismo. Los nazis no pudieron hacer desaparecer la verdad del “Cristo débil” de esa cruz, que veían como “símbolo de la psicología de una raza oriental de esclavos”, porque el poder de Dios se muestra en la debilidad. Y la verdad nunca puede ser derrotada.
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